
Aristóteles Sandoval.
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Por Gregorio González Cabral
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El aumento bárbaro de delitos en la Zona Metropolitana de Guadalajara indica crisis, igual o peor a la que llamó a atender a Alfonso Petersen en lo de salud pública.
Aristóteles antepuso la necesidad de cubrir ya un punto sensible y delicado de su administración, incluso “con un panista”, a seguir con la tensión de que eso no se componía.
Ahora tiene que actuar igual con el tema primordial de la seguridad pública en la Zona Metropolitana de Guadalajara que le está afectando en serio.
Algunos políticos pueden suponer que la ola de delitos en Guadalajara fastidia a Enrique Alfaro, sobre todo si es gente de la “movida ciudadana” la responsable por la inseguridad galopante en Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco.
A Enrique Alfaro le afectaría en sus pretensiones de ser gobernador de Jalisco si los ricos se hartaran y presionaran en México, para que le bajaran a robo de autos, homicidios, robo de bienes particulares en las calles, asaltos en camiones y casas, etc.; incluso al asalto a tiendas que trabajan 24 horas, ahora que OXXO ya vende gasolina y tacos de olla.
Si Alfaro y su protector la llevan bien con quienes tienen voz y saben hacerse escuchar, por supuesto que no poder con la inseguridad escalando, le puede ser impedimento definitivo. Pero suponer que la población piensa que es falla de Alfaro, Lemus, La Limón eso de la inseguridad más que molesta… y no del gobernador de Jalisco, como siempre se ha entendido el asunto de la seguridad pública en la capital de Jalisco, es mucho esperar; sobre todo cuando a Alfaro le siguen viendo como “de oposición”.
La gente piensa que la seguridad en la capital de su estado, depende del mayor mando, del gobernador “porque en Guadalajara están los poderes”.
Así que si se dejan venir bandas de colombianos, tremendas viejas y nuevas generaciones a robar y matar en motocicleta, raterillos y raterotes en todos los rumbos del Área Metropolitana de Guadalajara, el desprestigio se lo cargan a gobernador y no a las “autoridades menores”. Para nada supusieron que Ramiro Hernández iba a protegerles de quienes asaltan camiones de pasajeros. Ramiro era incapaz de cuidarse a sí mismo de los perros malosos que se le acercaban durante los discursos oficiales a “regarle “pies y piernas. Cuidar a los tapatíos y cuidar al mismo Ramiro, hasta donde se dejara, era asunto del gobernador. No porque lo diga la ley; porque lo dice la gente.
Por eso sigue que Aristóteles apriete fuerte en materia de seguridad pública en la Zona Metropolitana de Guadalajara; porque ese asunto está más pesado que el de salud y se lo están cargando todo.