
Los supuestos defensores de las tradiciones mexicanas se están pasando de rosca, al cargarnos a los mexicanos costumbres extrañas y mentiras evidentes , según eso que para “defendernos” del halloween, llegado de Estados Unidos.
Ahora resulta que “lo nuestro”, “lo tradicional” es hacer altares, panes y hasta desfiles de muertos.
Macabro. Como si hubiera un extendido culto a la muerte, en este país que por creencia y condición es de los que se autodefinen como “los más felices”, los de fiesta permanente, los entusiastas de la vida, los seguidores de Cristo que venció a la muerte.
Que determinadas etnias tuvieran entre sus costumbres recordar a sus difuntos, organizándose convites panteoneros, acompañando “al muerto” con la bebida y comida que fue de su preferencia, es hecho que por singular, por exclusivo de la región, ha sido atractivo internacional la noche de Día de los Santos Difuntos, en orilla de los bellos lagos de Michoacán. Pero eso no quiere decir que todos los mexicanos vayamos a poner velas y pasar la noche en el panteón para que vengan a retratarnos, ni siquiera que los mexicanos de Michoacán compartan esas costumbres de los nativos o siempre las hayan tenido como algo admirable, cual si se tratara de un guión con la calidad del “Ritual Funerario” que tanto impresionó a los europeos en su momento.
Menos se sostiene como “costumbre mexicana”, lo de hacerles “altares” a los difuntos de la familia o a los cantantes populares, como buen pretexto para festejar, no que se hayan muerto, sino que hay modo de comer y beber de fiesta en su memoria. Eso de los altares de muerto, es tan ajeno o más que el halloween en estos rumbos tan mexicanos. Porque levantar altares para los no beatificados, era asunto impensable por estas tierras; pero en cambio, salir los muchachos en la noche a pedir dulce de calabaza, si se miraba en varias haciendas.
Hasta los finales del siglo pasado, los enemigos de la aceptación de las costumbres gringas, la tomaron oficialmente contra el halloween europeo y para ello, casi por decreto, nos declararon fanáticos de las “calaveras” del caricaturista Lupe Posadas, multiplicándose las ridículas “catrinas” como adorno de los noviembres mexicanos.
El asunto llegó al extremo de que una compañía extranjera, apoyada por familiares de influyentes políticos mexicanos, se inventó un desfile ridículo de calacas, diablillos y “catrinas” para una película de James Bond. Para pronto, los gobernantes capitalinos la tomaron como “tradición mexicana” y cada año repiten la farsa más entrañable a un desfile en Disneylandia que a cualquier festejo mexicano.
¿Esa es la “tradición” que promueven con los desfiles de muertos, impulsados por quienes se pasaron de vivos?
Están viendo las noticias diarias sobre asesinatos multitudinarios, fosas clandestinas, grupos de desaparecidos y ni por eso se detienen de echarle leña al fuego de la mala imagen, presentándonos como anormales admiradores de la muerte.
Conste que los “desfiles de muertos” son inventos de extranjeros, más ajenos a lo nuestro que el mentado halloween.
México no es “eso”. No es vulgarmente patético. México es vida, alegría, fiesta…