Por María José Zorrilla/colaboración especial para Vallarta Opina desde Londres, Inglaterra

Hola para todos en mi querido Puerto Vallarta. Aquí, en Londres, Inglaterra, nos enteramos de la muerte de la reina Isabel II, lo vimos en el metro en el celular de una pasajera.

Por los lugares que pasamos todo se veía en absoluta calma. Salimos del Tate Modern, caminamos por el puente del Milenio, nos aproximamos hacia la Catedral de San Paul y luego al metro a la línea Circle. Tal vez la noticia no se había dado a conocer. Al momento no se ha notado ninguna conmoción como sucedió con Lady Di.

La familia tal vez mantuvo un poco en privacidad la hora exacta de su muerte. La BBC anuncia con mucha insistencia que la reina, la monarca más longeva de la historia inglesa, murió en absoluta paz en Balmoral.

Hace apenas dos días, cuando visitamos la Abadía de Westminster, nos comentaba uno de los guardianes que por ese espectacular pasillo desfilaría el rey Carlos cuando falleciera la reina, para ser ungido como rey.

Nos aclararon hace apenas 48 horas de que sucediera el deceso, que la reina no sería sepultada allí. No hay más lugar, aclaró el guardia. Estaba establecido que la reina Isabel II sería enterrada en Windsor.

El ahorra rey que asumió el trono al momento de la muerte de su madre dijo que es el momento más triste para su familia y que el mundo entero también estaría conmovido por la muerte de una monarca querida, respetada, devota y amorosa madre.

DEVOCIÓN HACIA EL DEBER

La nueva primera ministra habló sobre su devoción hacia el deber y develó el misterio del nombre que asumiría al referirse al nuevo rey como Carlos III.

Anoche que estuve en la cena en casa de una amiga de la aristocracia inglesa le pregunté por qué la reina no abdicaba en favor de su hijo y con toda seriedad comentó que ante la Constitución y ante Dios había jurado servir al reino hasta el último momento de su vida. Y así fue.

Apenas si recibió a la recién electa primera ministra, Elizabeth Truss en Balmoral, un acto totalmente diferente al protocolo y la tradición de hacerlo en el Palacio Buckingham.

La reina ya estaba muy enferma, pero en efecto sirvió hasta las últimas horas de su vida a Gran Bretaña, al Reino Unido y a la Mancomunidad de Naciones integrada por 54 países soberanos.

Es realmente una enorme pérdida para todos, aún para los que no están a favor de la monarquía. Nadie habría imaginado que en menos de 48 años la Gran Bretaña tendría nuevo rey y nueva primer ministro.

El mundo pierde un ser humano extraordinario que se había distinguido por su responsabilidad, constancia, deber y humildad.

Un saludo y un abrazo para todos allá, en mi querido Puerto Vallarta.

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