LA MIRADA INCÓMODA

“Piratería, el mercado sombra en México”: CIDAC.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Cuando la casualidad me mostró por primera vez la venta de lo usado como negocio importante, me fue difícil de entender, menos aún porque recién comenzaba la etapa de consumir –  desechar, ya que la anterior a ésta fue la de arreglar y no tirar, las cosas que se hacían para durar toda una vida. 

Fue en Belice, cuando viajaba hacia la frontera con Guatemala y, en un poblado en el que me detuve a cargar combustible, me llamó la atención muchos camiones parados frente a una o dos casas con mucha gente en la puerta esperando, no sabía qué. Pregunté y la sorpresa fue mayor, cuando me dijeron que eran camiones que levantaban casas que salían a remate en Estados Unidos y las vendían allí: muebles, cuadros, adornos en general incluido lámparas, todos con clientes de Guatemala, Belice y algunos mexicanos, como se me informó.

Poco tiempo después, en Quintana Roo me enteraba de los que traían “pacas” de ropa usada, desinfectada y lavada y que se vendían todas en el día, la sorpresa fue menor, pero me seguía aún una gran duda sobre ese “negocio”, que hasta el día de hoy es ilegal por razones sanitarias.

Hace unas semanas, una noticia me trajo nuevamente el tema a la memoria, y esta vez sí me impactó, primero la fotografía y segundo la descripción de las más de 100,000 toneladas de ropa usada o sin venderse ya pasada de moda que aparecen en el desierto de Atacama, uno de los más secos del mundo.

Estos descartes de ropas usadas o pasadas de moda, entran a Chile anualmente en embarques que suman aproximadamente unas 60,000 toneladas anuales, ya que ese país es el primer importador de ropa usada en América Latina, y entra a través de la zona libre del puerto de Iquique. Esto es difícil de creer en un país que se auto titulaba como en desarrollo, cosa que hoy se ha visto era un gran cuento inventado por los descendientes de Pinochet, y en este ejemplo la pobreza emerge como una luz roja más.

En Occidente, cuando donas prendas a entidades caritativas, éstas se regalan a gente necesitada o se venden en tiendas de segunda mano para recaudar fondos, pero si se trata de ropa que está rota, dañada o que nadie quiere comprar, lo más común es que vaya a parar a India, donde acabará alimentando un negocio en el que miles de millones de prendas se comercializan cada año, en la ciudad de Panipat, al norte del país.

Todos los días, cientos de toneladas de ropa llegan a esta localidad desde distintos puntos de planeta, y en las afueras del municipio, se pueden ver grandes colas de camiones esperando para entrar y descargar, la mayoría proceden del puerto de Kandla, en la costa oeste, donde desembarcan naves con contenedores llenos de vestimentas y textiles que los empresarios locales llaman ropa “mutilada”.

Montañas de chaquetas, faldas, camisetas y hasta uniformes escolares rodean al visitante. Algunas son de cadenas de ropa económicas y otras, de marcas de lujo, son grandes cantidades de prendas rotas y usadas que, de otra manera, acabarían en un vertedero.

México y Estados Unidos son socios en negocios establecidos y regulados en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero también comparten uno ilegal, ya que la parte mexicana no ha aprobado en el acuerdo la importación de ropa estadounidense usada.

El estadounidense se despoja anualmente de cerca de 35 kilos de ropa, lo que convierte al país en el primer exportador de ropa de segundo uso del mundo, según organizaciones estadounidenses.

El creciente apetito del mundo occidental por la moda rápida y desechable, alimentada por el abastecimiento y disponibilidad de productos baratos fabricados en China y otros países, significa que estamos consumiendo y deshaciéndonos de cantidades cada vez más grandes de ropa.

Pocos disputan el hecho de que, en lugar de tirar una prenda usada a la basura, es mejor que encuentre una nueva vida. Y esto forma parte de una gigantesca industria global de ropa de segunda mano que vale US$4,300 millones.

Según cifras de Naciones Unidas, el principal exportador de ropa usada del mundo es Estados Unidos, seguido de Reino Unido, Alemania, Corea del Sur y Holanda.

Estados Unidos exporta US$687 millones a:

  • Canadá US$104 millones.
  • Chile US$61 millones.
  • Guatemala US$55 millones.
  • India US$46 millones.
  • Emiratos Árabes US$30 millones.
  • México US$30 millones.
  • Tanzania US$23 millones.
  • Honduras US$23 millones.
  • Angola US$21 millones.
  • República Dominicana US$19 millones.

El impacto negativo de este negocio sobre las economías locales es muy fuerte y da como ejemplo a Ghana, un país donde la industria local se ha visto afectada de forma negativa ya que los empleos en las industrias textil y de ropa cayeron 80% entre 1975 y 2000. La fuerza laboral de la industria textil nigeriana, que una vez sumó 200,000 empleados, también ha desaparecido.

En un esfuerzo por proteger sus industrias textiles, algunas naciones africanas han establecido límites en la importación de ropa usada, pero no todos creen que el comercio internacional de ropa de segunda mano es algo malo. En un estudio publicado por Oxfam en 2005, concluyó que a pesar del daño a la producción textil en África subsahariana, la importación de ropa de segunda mano, en general, había ayudado a la región.

Además de ofrecer a las comunidades pobres un abastecimiento barato de ropa, el comercio también ofrece un sustento a cientos de miles de personas, dice la organización.

El comercio de ropa usada puede caracterizarse como una consecuencia del insaciable apetito de los países ricos por los artículos baratos lo cual ha conducido a una caída en los salarios en la industria de ropa.

Estos artículos desechados en los países ricos, terminan en los países pobres creando a su vez una industria donde unos pocos se están enriqueciendo y otros intentan difícilmente ganarse la vida con la venta de prendas usadas.

Pero no todo lo que es de segunda mano es “baratija”, y el ejemplo lo da Sebastián Fabre, para el que las compras impulsivas de su esposa le proporcionaron la inspiración que condujo a la creación de Vestiaire Collective, un mercado en línea de artículos de segunda mano.

Su esposa trabajaba en la industria de la moda y estas compras de capricho no eran por cualquier cartera, sino por ejemplares de alta costura, de marcas como Chanel y Hermes, pero pesar de tener tantas de ellas, 13 para ser exactos, solo utilizaba una y el resto seguía sin uso en el armario.

Así decidieron venderlas, pero a pesar de la gran cantidad de mercados de segunda mano ya existentes, tales como eBay y Amazon, no podían encontrar un lugar donde sintieran que sus credenciales de vendedores podrían ser respetadas y donde el valor de las carteras sería reconocido.

Meses después de haber buscado otros cinco socios, fundó Vestiaire Collective un mercado en línea para carteras, zapatos, accesorios y prendas de vestir de diseñador, usadas.

Pasaron ocho años después de su fundación en 2009 –en medio de la crisis financiera– las ventas de Vestiaire Collective crecen 85% al año, y la empresa inspecciona todo lo que se pone en venta en el sitio y así descubre que hay gran cantidad de tesoros durmiendo en el armario de la gente.

Vestiaire Collective tiene cuatro millones de miembros en más de 40 países y el año pasado sus ventas ascendieron a cerca de US$84 millones, que la empresa obtiene de sus utilidades de la comisión que cobra a los clientes en las ventas.

Dos experiencias opuestas de una mentalidad unificada: consumir, gastar, tirar, pero siempre cambiando, algo que es la característica de esta época, la sociedad del consumo, en un mundo donde todo tiene una vida corta y efímera.

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