TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla – marzoral@hotmail.com

En dos días se celebra el Día de la Bandera, el símbolo patrio con el que todos nos identificamos y nos sentimos orgullosos, principalmente a la hora de justas deportivas internacionales.

Es un elemento de cohesión con el que reafirmamos nuestra condición de mexicanos con un sentimiento patrio tal vez mucho más sincero que en ninguna otra ocasión.

La emoción que sentimos ante nuestra bandera en esos momentos de competencia con el de afuera, con el que viene allende nuestras fronteras, parece brotar con mayor plenitud que si nos encontramos ante un acto cívico donde los militares definitivamente parecen ser los más conmovidos por tan solemne ocasión.

Difícil entrar al mundo de los sentimientos y emociones y máxime al tratar de comparar dos momentos de muy distinta índole. Pero el patriotismo surge desbordado con mayor pasión cuando estamos en competencia.

Cuando se acerca la fecha de la bandera recuerdo dos episodios que fueron muy bochornosos en mis años mozos relacionados con eventos patrios.

Cuando estaba en segundo o tercero de primaria me seleccionaron para recitar un poema a la bandera en el acto cívico de los lunes en el colegio Antonio Repiso donde cursé mis estudios hasta concluir la secundaria.  Si mal no recuerdo el poema era de Lupe María de la Garza.

“Oh lábaro inmortal de tres colores, sublime insignia de mi patria amada, que pasas al redoble de tambores sintiéndote por todos aclamada”.

Y de pronto, un nubarrón negro invadió mi memoria, me entro un ataque de pánico que desembocó en risa de nervios que no pude controlar.

La directora tomó el micrófono y el acto siguió con redoble de tambores y la poesía quedó inconclusa, y así en mi memoria.

En la secundaria, en un desfile el día de la Revolución, nos llevaron a un lugar donde nos reuniríamos con las demás escuelas para iniciar el acto solemne. Hacía muchísimo calor y pasamos como dos horas a pleno rayo de sol sin movernos, sin tomar agua, esperando dieran el campanazo de salida para que los contingentes empezáramos a marchar.

De pronto me sentí mal y no me dieron permiso de moverme porque así era la regla para todos los alumnos de todas las escuelas de la ciudad, y muy enojada dije algo poco apropiado sobre la bandera.

Amén de los regaños, al tiempo, sobre todo cuando estuve lejos del país un par de años, fui comprendiendo que más allá de una tela tricolor con un escudo, los símbolos patrios representaban algo muy profundo que ni el sol, ni el cansancio, ni el olvido de un poema podrían sobreponerse a su significado y su importancia.

Tal vez nuestros mayores no supieron trasmitirnos lo que realmente significan los símbolos patrios o yo no lo entendí de niña, aunque mi padre era historiador y tenía un profundo amor, gran respeto por la patria y por la historia del terruño y fiel defensor de que la patria sería mejor si no hubiera quienes anteponen intereses personales, o quienes van sembrando obstáculos por odio, envidia o codicia.

Ante la próxima fecha del Día de la Bandera, sería importante recordar porqué es tan importante este símbolo.

No podemos dejar de lado que los vaivenes por los que ha pasado nuestro lábaro patrio y sus múltiples transformaciones van unidos al paso de la historia de nuestro país.

Me tocó invitar hace algunos años a Enrique Florescano a dar una charla en Vallarta sobre el tema de la bandera.

Interesante reconocer los orígenes prehispánicos del escudo nacional, el triunfo del emblema indígena en el virreinato, en la independencia y la adopción de los colores de la bandera del Ejército Trigarante, la unificación de los símbolos patrios en el porfiriato, los avatares de la bandera y el escudo durante la Revolución, hasta llegar al establecimiento del Día de la Bandera el 24 de febrero de 1940.

No sólo la bandera representa la unidad, la independencia o los valores nacionales más estimados, su importancia subraya el historiador veracruzano, es que en su creación participaron las tres tradiciones diferentes: la indígena, la religiosa hispánica y colonial y la tradición liberal.

Finalmente, amén de lo interesante de la historia, Florescano también destaca que los símbolos visuales siempre han sido los transmisores más eficaces de mensajes políticos y culturales de la sociedad.

Innegable que en las justas deportivas es donde nos surge un patriotismo desmedido que nos inunda hasta la médula.  No se compara ante nada.  Las banderas ondean con enjundia, se portan los colores nacionales en ropas, camisetas, gorras.

Cantamos el himno como si todos estuviéramos listos para ir a la guerra sin importar el cómo ni el cuándo y durante el partido sea futbol, tenis, box, o fórmula Uno, la patria y el orgullo van en nuestros guerreros que enfrentarán al enemigo.

Cuán diferente sería nuestro país, si al menos un poquito de esa emoción, esa pasión por la patria reducida a un campo de futbol, una pista de carros o a un cuadrilátero, la hiciéramos extensiva a nuestra vida diaria.

No sólo ama la patria quien se pune un uniforme para empuñar un fusil o para lanzar una pelota; las pequeñas acciones cotidianas si se hacen bien y a consciencia, también engrandecen nuestra patria.

This div height required for enabling the sticky sidebar