OPINIÓN

Por Jorge Berry – m.jorge.berry@gmail.com

Hoy amanecí de buenas. Después de ver los acontecimientos que ayer cimbraron a la democracia peruana, recuperé la esperanza de que quedan mentes claras en nuestro continente, y que podremos, en poco tiempo, recobrar la cordura en la política y los gobiernos.

El presidente de Perú, Pedro Castillo, sabía que estaba en problemas. Con una campaña sorprendentemente parecida a la que desarrolló en México Andrés Manuel López Obrador, logró llegar al poder hace año y medio. Prometió todo lo que ya saben. Que iba a acabar con la corrupción, que iba a gobernar paras los pobres, que iba a fortalecer la democracia en el país y que iba a combatir al crimen organizado por la seguridad del país. Por supuesto que no cumplió nada, tal como ocurre en México.

El desencanto comenzó a presentarse casi de inmediato, al ver la forma escandalosa como nombraba a sus amigos y familiares a cientos de puestos claves en el gobierno, sin el menor mérito de por medio. Por supuesto, las instituciones empezaron a sufrir. Aparte de rateros, sus colaboradores eran unos ineptos, cuyo único interés era repartir contratos sin licitación para enriquecerse.

El parlamento empezó a preocuparse seriamente, y hubo dos intentos de someterlo a juicio de destitución, pero no alcanzaron los votos necesarios. Y la robadera siguió.

En el colmo de la desfachatez, una hija del presidente Pedro Castillo se vio involucrada en un caso de fraude tan obvio, que un juez emitió una orden de aprehensión. Cuando llegaron al Palacio Presidencial a arrestarla, milagrosamente había desaparecido, y el presidente negó conocer su paradero. Debe andar muy triste la mujer. En una de esas, se fue a Houston a pasar una temporada con José Ramón López Beltrán (es sarcasmo).

Ante el caos imperante en el país, el parlamento volvió a votar, y esta vez obtuvieron la mayoría necesaria para el juicio de destitución. El agua ya le estaba llegando al cuello a Castillo, así que empezó a buscar aliados entre las fuerzas armadas y la policía. No los encontró. Amenazó con disolver el parlamento, como hizo años atrás Alberto Fujimori, y gobernar por decreto. Renunció el Ministro de la Defensa, y al día siguiente, el jefe del ejército.

Intempestivamente, Castillo apareció en la televisión nacional el miércoles y anunció la disolución del parlamento. Dijo que en 9 meses un nuevo parlamento constitucional entraría en funciones, y que habría toque de queda en todo Perú de 10 de la noche a 4 de la mañana.

De inmediato, renunció en masa todo el gabinete, cientos de funcionarios más, y tanto el ejército como la policía expresaron su sorpresa, afirmando que no apoyaban la medida. El teatrito se cayó, y Castillo decidió entregarse en una estación de policía, desde donde lo llevaron a una prisión militar que es la misma donde purga sentencia el propio Alberto Fujimori.

Me llamó la atención que lo primero que hizo la ciudadanía que se manifestaba contra el golpe de estado, fue cercar y bloquear los accesos a la embajada mexicana en Lima, porque suponían que Castillo intentaría pedir asilo en México. Desde la campaña contó con la simpatía del presidente de México, dada su afinidad ideológica. El propio canciller Marcelo Ebrard se dijo sorprendido de no haber recibido una llamada de Castillo solicitando asilo, y dejó claro que con seguridad, se lo habrían dado. Ecos de Evo Morales. Resulta que ya somos refugio de populistas trasnochados, que buscan eternizarse en el poder.

En Perú, mientras tanto, entró en funciones el mecanismo institucional, y fue nombrada presidenta Dina Boluarte, quien se convierte así en la primera mujer en ocupar la presidencia de Perú. De manera sensata, pidió una tregua política al parlamento para corregir el tiradero que dejó Castillo, y regresar a la normalidad política. López Obrador dijo que el derrumbe de Castillo se debió a “fuerzas conservadoras para preservar la hegemonía de la élite”. Ya nada sorprende de lo que dice AMLO, pero la nueva presidenta representa a la izquierda real y democrática. Su formación proviene de un partido marxista, pero ello no impidió su condena total a la conducta de Castillo.

Me quedo con el comentario que hizo el ex presidente Vicente Fox al enterarse de lo ocurrido: “Pon tus barbas a remojar”, dijo. ¿De quién estaría hablando?

¡Hasta el lunes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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