OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

La semana pasada hice dos visitas al aeropuerto de Puerto Vallarta a recibir pasajeros provenientes de CDMX. Las historias que cuentan sobre el estado de las instalaciones del Aeropuerto Internacional de CDMX son escalofriantes.

Los baños, el olor, ya hasta faltan sillas, y la gente tiene que esperar de pie horas y horas previas a abordar. Por supuesto, las consecuencias del terrible congestionamiento que padece el aeropuerto, como rutinarios retrasos, pérdida de equipajes, cancelaciones de vuelos, sin que las aerolíneas se hagan cargo de los gastos que ocasionan, son algunas de ellas.

Finalmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador abordó el tema en conferencia de prensa. Aceptó las demoras en migración y entrega de equipaje, pero, como suele hacer, encontró la forma de justificar la ineficiencia acusando, también como siempre, al “modelo neoliberal que heredamos”.

Ese “modelo neoliberal que heredó” le heredó también la solución al problema, que era el NAICM de Texcoco. Pero sus rencores y frustraciones le llevaron a cancelar ese proyecto meramente por sus pistolas.

Ahora tenemos las consecuencias, y hay que estar buscando parches. Un parche, notablemente caro, y especialmente inoperante es el Aeropuerto Felipe Ángeles. Pero no sirve. Nadie quiere volar ahí. Ni las aerolíneas, ni los pasajeros. Vamos, ni el propio presidente, quien prefirió volar a Tabasco desde el Benito Juárez para inaugurar otro elefante blanco, que es la refinería de Dos Bocas.

Este capricho presidencial de hacer “su” aeropuerto, provocó la necesidad de diseñar de nuevo el espacio aéreo sobre CDMX. Pero como a estas alturas la Agencia Federal de Aviación Civil ya estaba en las fieles e ignorantes manos de los morenistas designados a dedazos en puestos técnicos, acabamos perdiendo la categoría 1, como les comenté hace una semana.

Dice el presidente que “exageran” quienes hablan de crisis en el aeropuerto. Pero el causante, y bien lo sabe, es él. Para tratar de desviar usuarios del Benito Juárez al Felipe Ángeles, ha recortado presupuestos de todo tipo de servicios del aeropuerto. Hay menos agentes aduanales, menos migratorios, menos servicios de limpieza y, por supuesto, una total suspensión de inversión en infraestructura. Es un caldo de cultivo peligroso.

Porque además, está el tema del transporte en AICM. Verdaderas mafias violentas tienen acaparado el servicio de taxis del aeropuerto, que además de ser carísimos, son malos. Pero, claro, son parte de la clientela de Morena, y ya lograron imponer una multa de 40 mil pesos a los choferes de Uber u otras plataformas, si son sorprendidos operando en el aeropuerto. Una tuitera comentó que se despidió del chofer de Uber de abrazo y beso para que pensaran que era su papá. Están matando la competencia para favorecer a sus clientes, y obligarnos a vivir bajo el monopolio estatal. Pero esos intentos fallan.

Líneas arriba, les comenté sobre la inauguración, meramente simbólica, de la refinería de Dos Bocas. Sabemos que no refinarán nada antes de 2024, porque la obra, a pesar de toda la escenografía del gobierno, no está lista. Así que tenemos hasta el momento, como resultado de las ocurrencias de Palacio, un aeropuerto sin vuelos, una refinería sin petróleo, y próximamente, un tren sin pasajeros. El Tren Maya que no sólo es un suicidio ecológico. También es un mal negocio, al igual que sus dos hermanos.

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La periodista Susana Carreño fue agredida en Puerto Vallarta. Recibió varias puñaladas. Su estado de salud es reportado como en recuperación. Estos ataques son intolerables. El gremio periodístico entero en peligro, mientras todas las mañanas desde Palacio, AMLO la emprende contra periodistas en lo individual. Esto provoca una especie de “permiso” para irse contra los periodistas. Somos el país más peligroso para ejercer el oficio, salvo los que están en guerra.  

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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