OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Sin lugar a duda, vivimos momentos tristes y preocupantes para México. Los acontecimientos en el Senado del viernes en la noche y madrugada del sábado, en los hechos, anularon uno de los tres poderes de la nación, al Congreso de la Unión, empezando, así, a derrumbar el marco jurídico que era el andamiaje sobre el que se construyó nuestra República Constitucional. Ahora, sólo queda la Suprema Corte de Justicia, y quién sabe por cuánto tiempo.

El Poder Legislativo claudicó ante las exigencias de un presidente autoritario. Le exigió a la bancada de Morena y aliados que pasaran al vapor cuatro iniciativas principales: 1. Entregarle al Ejército el 80% de los impuestos turísticos recabados, restándoselos a FONATUR, además del manejo del Tren Maya hasta nuevo aviso; 2. La desaparición del Instituto del Bienestar, INSABI (que sustituyó al seguro popular), mandando a todos los usuarios al IMSS, así como el desmantelamiento de la Financiera Popular; 3. En la ley minera, reducir de 50 a 30 años la vigencia de las concesiones de explotación, limitar las prerrogativas para operar, y aumentar las obligaciones fiscales; 4. La nueva Ley de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, en sustitución de Conacyt, que elimina el porcentaje mínimo del 1% del PIB para la inversión en ciencia y proyectos sobre problemas nacionales en instituciones públicas; y una plétora de iniciativas de que se consideran de importancia secundaria.

Así las cosas, la aprobación de estas iniciativas resultan inconstitucionales, todas ellas, pasando por encima de todas las reglas parlamentarias, incluyendo, en dos casos, la falta de quórum. La oposición lo intentó todo. Tomaron la tribuna del Senado para impedir la discusión de las iniciativas, pero no fue suficiente. El presidente López Obrador citó a los senadores morenistas en Palacio Nacional, y les dio instrucciones de que pasaran las iniciativas, sin cambiarles una coma.

Con la tribuna tomada, no era posible sesionar. Así que los senadores se fueron a la vieja casona de Xicoténcatl, antigua sede de la cámara alta. Allí, la senadora Xóchitl Gálvez se encadenó a la puerta para impedirles el paso. Los morenistas encontraron un patio, y ahí celebraron su sesión, sólo con su bancada y aliados. En el colmo, tuvieron que tomar protesta a una senadora suplente para alcanzar el quórum. Y así consumaron el atropello. Tres de las iniciativas le dan más poder y dinero al Ejército.

Ayer, lunes, fuera máscaras en la mañanera. El presidente defendió a capa y espada la legalidad del proceso, ya sin preocuparse por aparecer como el autoritario que es, en todo su esplendor. Siente que se le acaba el tiempo, por su precario estado de salud, así como porque se acerca el final del sexenio. Sabe que tiene que dejar las cosas en orden para su sucesión. En este momento, López Obrador ya es incontrolable, y más que nada, impredecible. Puede hacer cualquier cosa.

De ahí, la enorme preocupación por el futuro de la Suprema Corte de Justicia. Todos sabemos que el presidente, furioso porque sus locuras no transitan por el máximo tribunal del país, ha lanzado campaña tras campaña para denostar, sobre todo, a la ministra presidenta Norma Piña. La semana pasada, incluso, un grupo de porros profesionales hizo un plantón frente a SCJN, con objeto de intimidar a los ministros.

La Corte tiene varios asuntos pendientes en el escritorio. No ha terminado aún el litigio por el famoso plan “B.” Aunque ya se anularon algunas partes, siguen vivas otras que afectan a miles de trabajadores del INE. Todo parece indicar, según los constitucionalistas, que será derribado en su totalidad, pero hay que ver para creer.

Parte del rompimiento de la reglamentación interna de las cámaras es porque ya había un acuerdo para nombrar a un quinto consejero del Instituto Nacional de Acceso a la Información. Pero los morenistas, siguiendo instrucciones, lo desconocieron. Eso deja a la Corte con la decisión de permitir que el INAI sesione con cuatro consejeros, y no el mínimo de cinco que requiere la ley. Si la Corte decide en favor del INAI, no me quiero ni imaginar el berrinche presidencial.

Y está lo del viernes y sábado en el Senado. A todas luces, se rompieron los reglamentos de las cámaras. La SCDJ tiene la facultad, o más bien, el deber, de echar abajo todo ese desaseo legislativo, incluyendo aprobaciones o desaprobaciones de cualquier índole.

Pero en este país, ya no se puede confiar en nada. Cualquier cosa puede pasar, y no puedo imaginar, pero tampoco descartar, que se intente un golpe violento en contra de la Suprema Corte de Justicia, para colocar ministros a modo que acaten todas las locuras del Ejecutivo. Deseo, con toda el alma, que no lleguemos a esto.

Pero, sí creo que es hora de que la sociedad civil reviva la marea rosa en defensa de la SCJN. La marea rosa original logró, por lo menos, retrasar la destrucción del INE. Si dejamos que la Suprema Corte caiga en manos de los obradoristas, nos habremos convertido en una dictadura autoritaria, porque ya no habrá freno.

Fue además, una tristeza ver que el único morenista que tenía cierto respeto por la Constitución, Ricardo Monreal, se dobló a la hora buena. Decidió unirse a la manada de mascotas obradoristas, y acatar las líneas del jefe. Se esfumaron así las posibilidades de una candidatura con Movimiento Ciudadano o hasta la con la Alianza PAN, PRI, PRD. En fin, para eso me gustaba.

Decepcionado y preocupado, pero vivo y con esperanza.

¡Hasta el viernes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con 50 años de experiencia profesional.

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