Alimentos: la vida secuestrada

LA MIRADA INCÓMODA

“El alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías”: Eduardo Galeano.

Por Alfredo César Dachary - cesaralfredo552@gmail.com

Cuando se decretó la pandemia y el Covid-19 tomó el centro de las noticias y la información en general, pocos hablaron de la sindemia, concepto desarrollado por antropólogos y médicos, que proporciona un marco teórico para prevenir y tratar las co-morbilidades, ya que se refiere a problemas de salud sinérgicos que afectan la salud de una población en sus contextos sociales y económicos.

Excluida de las primeras planas, la pandemia se transformó en una especie de lotería que afectaba como los sorteos al azar, lo cual diferentes estudios demuestran lo contrario, no solo en los países emergentes o pobres, sino en altamente desarrollados, donde los inmigrantes “ilegales” y demás marginados sociales, desde los sin techo a los sin trabajo, carecen de todo respaldo en una sociedad individualista y marcada por las diferencias económicas.

Casualmente, un tema central en un mundo de contrastes, donde la gran producción de alimentos se diversifica acorde a las posibilidades de cada mercado, generando nuevas epidemias como es el caso de la obesidad, derivado de una alimentación “chatarra”, de fácil consumo, bajo precio y pésimas calidades alimenticias.

Coincidentemente, en este difícil 2021, se va a realizar la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios en la ciudad de Nueva York, donde coinciden la mayoría de las grandes instituciones internacionales, creadas para ratificar el modelo hegemónico desde la mitad del siglo pasado.

El grupo ETC, Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración, es una organización sin fines de lucro que se dedica a la conservación y promoción de la diversidad cultural y ecológica y los derechos humanos, y ha seguido de cerca estas reuniones bajo la orientación social que la guía y ha generado un estudio que nos permite estar vigilantes ante las nuevas maniobras de los promotores de la nueva sociedad tecnocéntrica, dirigida por financistas y científicos que promueven este modelo que pretende heredar al capitalismo industrial.

En un informe del 2009 del grupo ETC se afirmaba algo que comienza consolidarse como una tétrica realidad, el 96% de toda la investigación agrícola y sobre alimentos ocurre en los países industrializados y el 80 % de esa investigación se ocupa del procesamiento y distribución de alimentos.

En la segunda mitad del siglo XX, con el inicio de la mal llamada “revolución verde”, la cadena alimentaria industrial se ha consolidado de tal forma que cada eslabón de la semilla a la cocina lo domina un puñado de multinacionales que trabajan con una lista de bienes de consumo cada vez más restringida, que tiene a la humanidad en peligro de desnutrición o sobrepeso, este último ya es considerado una verdadera epidemia por la OMS.

En 2016, el 39% de las personas adultas de 18 o más años tenían sobrepeso, y el 13% eran obesas, y en el mismo año había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso u obesidad.

En el mismo documento se preveía que para el 2050, o antes, “estaremos cultivando los alimentos bajo condiciones climáticas nunca vistas y aprendiendo que el clima “normal” es una ilusión. Nosotros no sabemos de dónde viene nuestra comida y no sabemos de dónde la obtienen quienes sufren hambre hoy en día. No tenemos la menor idea de quién nos alimentará en 2050”.

Ante esta grave y extrema situación, la futura Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, que debería darse conjuntamente con la del Cambio Climático Global, por los planteamientos que le anteceden no intenta resolver los problemas de la alimentación, sino promover un discurso que apuntale la cadena alimentaria industrial a expensas de otros sistemas alimentarios.

Los defensores de la Cumbre argumentan que el “sistema alimentario” está roto, que el crecimiento de la población y el cambio climático amenazan la alimentación de todo el mundo y que sólo los nuevos desarrollos tecnológicos pueden salvarnos.

Este mismo discurso, es el que se viene aplicando para el cambio climático global, la aplicación de respuestas de alta tecnología, cuyos efectos colaterales, no se saben hasta donde pueden llegar como la respuesta de los grandes grupos de inversores y corporaciones mundiales, que no pretende bajo ninguna circunstancia frenar el proceso de consumo masivo a costa del sacrificio del planeta que habitamos, o sea, a costa de nosotros.

Es una narrativa cuidadosamente construida por quienes se benefician de ella, y, a través de ésta, se profundiza la dependencia de la tecnología respecto de la sociedad, que va camino a transformarse en una nueva sociedad donde el peso del sistema productivo esté en manos de diferentes sistemas tecnológicos.

En realidad, esta cumbre busca que se expanda la producción industrial de alimentos controlada por las corporaciones, es avalada por el Secretario General de Naciones Unidas, y está diseñada para crear un momento político específico en el que se pueda avanzar en esa narrativa, un escenario en el que las corporaciones y los filántropos que las apoyan puedan presentarse como héroes, con soluciones “que cambien el juego” y que “acaben con el hambre y la malnutrición”.

Una vez más se están haciendo promesas milagrosas sobre los beneficios de conceptos intencionadamente vagos como la “agricultura de precisión”, la “frontera digital”, la “producción favorable para la naturaleza”, la “agricultura climáticamente inteligente”, la “economía azul”, la “eliminación de riesgos” y el “re direccionamiento” de las formas de subsistencia agrícola y rural.

Todos estos conceptos se parecen a la modernidad, ocultan una cara muy oscura que es la colonialidad, hoy dominación, manipulación y alienación del sujeto por las nuevas tecnologías que logran de sus datos diarios conocer fortalezas y debilidades, para manipular al humano.

En este caso específico, atrás de estas nuevas tecnologías se oculta el vaciamiento del mundo rural y, con ello, la expulsión de los campesinos; antes fueron las grandes ONG conservacionistas para la creación de los parques nacionales, hoy son los pools de siembra de fondos de inversión que producen extensivamente, lo que les genera mayores beneficios a ellos y no a los millones de seres que requieren alimentos.

El propósito de esta Cumbre, que no producirá directamente políticas ni acuerdos globales, es establecer los parámetros y trayectorias que los gobiernos elegirán priorizar, promover y financiar en el futuro y qué y a quiénes rechazarán.

Los argumentos que sustentan la Cumbre ignoran por completo problemas elementales del mundo real en el que vivimos y por ello ocultan el impacto que el imperialismo, el colonialismo y el racismo y más recientemente la globalización neoliberal han tenido y siguen teniendo en las culturas alimentarias locales e indígenas de todo el mundo.

Ellos ocultan a la sociedad de que son campesinos y campesinas quienes alimentan al 70% de la población mundial y, a la vez, pretenden ignorar el conocido impacto que el sistema de producción de alimentos industrializados y homogenizados tiene en la salud de las personas, entre ellos, la comida chatarra que ha generado una generación de obesos y la que viene puede ser peor.

Este mismo enfoque mecanicista es el que impulsa el proceso de deforestación masiva para promover la cría de bovinos, lo cual hoy está en los principales impactos del cambio climático, ya que, entre sus metas está reducir al mínimo la gran selva amazónica.

Por ello, este nuevo génesis, medio siglo después de la fracasada Revolución verde, pretende una vez más vender una salida mágica a un problema de racionalización y reducción del consumo para frenar en el corto y mediano tiempo a las múltiples crisis climáticas y ecológicas.

Por ello es que, al examinar cuidadosamente los documentos de síntesis de la Cumbre, vemos que sus conclusiones parten de que no tienen ninguna intención de cambiar el sistema económico que es la raíz de las crisis actuales y, es más, su intención es afianzarlo y expandirlo, con consecuencias irreversibles, para los sobrevivientes.

La digitalización de la agricultura, como hoy lo hacen de la vida social y cultural, que la Cumbre promueve, podría borrar en pocas generaciones conocimientos únicos sobre la producción de alimentos que tienen campesinas, campesinos y pueblos indígenas, eliminando así su posibilidad de soberanía alimentaria, independencia y capacidad de acción.

La consecuencia de esto es el vaciamiento del campo agrícola, lo que agravaría la migración del campo a la ciudad y los problemas asociados de urbanización irracional que han construido los inmigrados y los pobres en las grandes megalópolis.

La colonización de los océanos, discutida en la Cumbre como la “economía azul”, también representa un problema para los ecosistemas marinos de todo el mundo y para miles de comunidades que sobreviven de la pesca no industrial; ésta es la otra parte de la fabricación de alimentos “mecanizando” a las especies para obtener mayor rendimiento y generando un producto de pésima calidad alimenticia.

Por todo esto es que ETC Group plantea claramente que se necesita una Cumbre diferente, que no busque secuestrar los sistemas alimentarios mundiales ni tecnologizar la vida, una Cumbre que cuestionará el impacto del sistema alimentario industrial en la alimentación, la salud, el clima y la biodiversidad, y tendría como núcleo y fundamento los intereses y la participación significativa de comunidades y pueblos campesinos, agricultores familiares, pastores, pescadores, pueblos indígenas y agricultores urbanos, que son quienes alimentan a la inmensa mayoría de la población del planeta. Sus resultados tendrían que dar forma a las deliberaciones del Comité, algo imposible para quienes viven de una asimetría inmoral como una situación natural de la época del medioevo.