¿América es Occidente?

LA MIRADA INCÓMODA

“…en la guerra de lo que se trata ante todo es del robo”: Voltaire.

Por Alfredo César Dachary - cesaralfredo552@gmail.com

El fin de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, el Tratado de Versalles, fue sin duda alguna la semilla que generó el gran odio y resentimiento a Francia e Inglaterra del ex imperio alemán, que no perdió la guerra en términos técnicos, pero fue humillada en términos diplomáticos, a fin de dar por finalizado una serie de conflictos de los últimos tres siglos entre estas tres potencias colonialistas europeas.

El Imperio Romano sobrevivió luego de consolidarse y sostenerse, de cobrar a los vencidos tributos en cereales y esclavos. España en América fue menos diplomática y organizó grandes saqueos para juntar el oro que tenían los aztecas en un extremo y los incas al centro sur de América, como dos ejemplos históricos, de tratar a los vencidos con la muerte y la esclavitud de por vida.

Francia, que se ha caracterizado por las grandes masacres en los países que había ocupado como colonizador, luego de dejar semi destruida a la primera nación de América que se liberó del yugo colonial, Haití, ya que el naciente Estados Unidos no fue una revolución de base social como la francesa sino una toma del poder de la burguesía emergente donde la estructura de dominación y esclavitud siguió vigente hasta 1970, cuando se logró el reconocimiento de los derechos civiles a la población afroamericana.

Francia reconoció la Independencia de Haití en 1825 a cambio de indemnización de 150 millones de francos oro por la liberación de los esclavos y España firma el Tratado de reconocimiento de la Independencia de Venezuela de 1845, que incorporó cláusulas que restituían sus bienes a los derrotados realistas y hoy exigen democracia a través de la nueva alianza colonial: la Unión Europea.

Al finalizar la guerra Franco Prusiana, el Tratado de Sedán obligó a los franceses a ceder las provincias de Alsacia y Lorena y cancelar 5,000 millones de francos oro, éste fue uno de los motivos que generó, entre otros, a la Primera Guerra Mundial, que culminó con la obligación para los alemanes de pagar 132,000 millardos de marcos oro. Tras la Segunda Guerra Mundial, debieron cancelar 20,000 millones de dólares.

En el Tratado de Paz de París de 1973, retirada deshonrosa de Estados Unidos, Vietnam se vio obligado por el viejo mundo colonial, hoy modernizado en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, a aceptar cancelar la aplastante deuda pública del extinto gobierno de Vietnam del Sur, forma inmoral de querer borrar millones de vietnamitas muertos por los bombardeos a ciudades civiles.

Las guerras más injustas y feroces fueron las coloniales que están en la base de la construcción del sistema capitalista mundial, que tiene la capacidad de justificarlas, pero no asumirlas hasta el día de hoy, donde su conducta internacional parece estar basada en el olvido y la carencia moral.

Diariamente se matan palestinos desarmados en la franja de Gaza, se bombardean pueblos enteros con masacre de menores en Yemen, se les quita los restos de libertad al Sahara Occidental, la República Saharaui, se arman y generan conflictos internos en Sudán, diariamente se masacran cientos de personas por su religión por parte de la dictadura de Myanmar, pero la prensa transformada en el único vocero del sistema saca los muertos de la guerra de Rusia - Ucrania, que no tiene ninguna justificación efectiva, y el resto se olvida, una forma de represión a partir del manejo de la información simplificada y manipulada.

Este conflicto injustificable, pero entendible que no implica justificación, termina de partir el mundo que el colonialismo construyó entre occidente y oriente, una falsa dicotomía porque todo oriente fue colonizado, como todo el continente africano, el australiano y más del 60% de América, incluido todo el Caribe.

Por ello hoy, y a consecuencia de un acto violento que genera Estados Unidos en América, que es hacer aliado de la OTAN a Colombia, para más adelante poder justificar una invasión a Venezuela y como premio a la masacre diaria de dirigentes sociales, algo que Estados Unidos trata de ocultar para poder seguir insistiendo en la democracia, la libertad y la justicia, tres principios que hace décadas el neoliberalismo enterró.

¿Qué somos los latinoamericanos?, para Europa que piensa colonialmente somos occidentales; pero los pueblos originales que están siendo masacrados en Colombia, Brasil, los mapuches en Chile, en Perú y Paraguay, no se sienten occidentales.

En América Latina, una definición a rever porque de latino no tenemos nada más que la herencia colonial expresada en el mestizaje y la actual presentada por las grandes transnacionales bancarias, telefónicas, aéreas, turísticas y muchas más, que siguen acumulando por la explotación asimétrica, que se inicia hace cinco siglos y ha ido adecuándose a los nuevos tiempos, sin alterar los principios que la generaron. La lengua es el elemento más poderoso del colonialismo y en esta etapa hay un doble movimiento, el cambiarlo por una segunda lengua que es el inglés, por un lado, política fomentada desde el poder y, por el otro, la recuperación de las lenguas y dialectos originales, que es un proceso lento y cambia de acuerdo a los países.

Paraguay es el mejor ejemplo de integración lingüística, la población habla español y guaraní y lo adecua a cada circunstancia. En el Caribe se dio el mayor mestizaje lingüístico y ese es el que convive con el lenguaje colonial usado en la administración, educación, justicia y otros.

En Sudamérica, hay al sur de la misma, una línea divisoria entre los países que se reconocen como occidentales o descendientes de europeos como Uruguay, Argentina y Chile, aunque la rebelión mapuche les hizo recordar lo contrario y el resto tiene aún una gran base de pueblos originarios, mestizos y lo que es fuerte, la primera minoría son los afrodescendientes que llegan a ser más de 150 millones y cada vez son más visibles.

El colonialismo, teoría que desarrolla la iglesia para su consolidación y expansión en un territorio muchas veces mayor que la pequeña Europa atlántica, fue condenado desde el punto de vista ético por religiosos como Bartolomé de las Casas; desautorizado por iusnaturalistas como Francisco de Vitoria, como el mayor crimen de la historia de la humanidad que parecía haber ocurrido sin que normas de Derecho Positivo lo tipificaran, sancionaran y posibilitaran su reparación.

Cinco siglos después, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, viene un profundo cambio que culmina con la promulgación de leyes y de sentencias innovadoras en este campo jurídico que se dan en los juicios de Núremberg y donde se decidió que leyes relativas a crímenes de lesa humanidad se podían aplicar retroactivamente, vale decir, a hechos ocurridos antes de la promulgación de ellas. 

La discusión jurídica no era en vano, se trataba de un cambio en la hegemonía del sistema luego del ocaso del Imperio Británico, algo que predijo la reina Victoria ya anciana, al plantear el modelo de ceremonias que se harían para despedirla, y uno de ellos le dijo que parecía el entierro del Imperio, a lo cual la reina le respondió si recién se daba cuenta de este profundo cambio, que duró varias décadas y concluyó en forma definitiva al final de la Segunda Guerra Mundial.

Los aliados tenían en mente un tribunal que reconociera la preparación de una guerra agresiva, la violación de soberanía y la perpetración de lo que sería conocido en 1945 como “crímenes contra la humanidad”, como delitos internacionalmente reconocidos, pero éstos no habían sido antes definidos como delitos por la ley internacional, lo que colocó a los aliados en la dudosa posición legal de ejecutar una justicia retrospectiva, es decir, castigar acciones que no eran consideradas como crímenes cuando fueron cometidos.

También estaba en duda el caso de Japón, cuyos juicios no estuvieron al alcance de sus atrocidades, quizás por miedo al proceso de alianza con los países emergentes y siendo Japón el primer país periférico que logró una revolución industrial y, con ello, armar un ejército y armada para derrotar a un reino occidental, el ruso en 1905 y por ello se transformó en líder de muchos grupos anticoloniales.

El Estatuto de la Corte Penal Internacional vigente desde el 1 de julio de 2002, dispone que ésta “…tendrá competencia respecto de los siguientes crímenes: a) El crimen de genocidio; b) Los crímenes de lesa humanidad; c) Los crímenes de guerra; d) El crimen de agresión…”. Difícil sintetizar más sucintamente el prontuario de delitos imperiales contra el género humano. Dicho Estatuto además en su artículo 29, sobre imprescriptibilidad, dispone que “Los crímenes de la competencia de la Corte no prescribirán”. Vale decir, que la responsabilidad por ellos no desaparece con el paso del tiempo.

En la segunda parte del siglo XX, las guerras han cambiado el mapa mundial y las atrocidades han competido con el nazismo, como las masacres de civiles en Vietnam, el uso del Napalm y miles de toneladas de bombas que han dejado millones de afectados solo comparable a las dos bombas atómicas tiradas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Occidente está quedando sin argumentos para tratar de sostener el “mundo ideal” que creó para poder imponer su voluntad sobre millones de pobres, primero fue el exterminio, luego el esclavismo, al final hoy, el hambre y sus consecuencias. De allí que la pregunta si América “Latina” y el Caribe son occidentales, más que una opción es la búsqueda de una salida para reconstruir la historia de cinco siglos de exterminio y esclavitud, que hoy están presentes en la gran pobreza que hay en este subcontinente.