Aprender historia

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

Estoy seguro de que los historiadores que lean esto me querrán crucificar, pero son pocos los que tienen el privilegio del tiempo y de la academia para estudiar con detalle nuestro pasado. Y conocer lo que nos precedió, es parte fundamental de las herramientas necesarias para enfrentar el futuro. Además, es profundamente divertido.

Siempre he sostenido que pocas cosas hay tan entretenidas como sentarse a leer un buena novela, y si es vehículo de mayor aprendizaje, mejor. En mi infancia, estudiar historia era tedioso y aburrido. Aprender de memoria quienes se enfrentaron en las guerras púnicas, sin conocer las causas y las consecuencias, no sirve de nada. Recitar de corrido los nombres de todos los presidentes de México, desde Guadalupe Victoria, hasta AMLO, no tiene mucho sentido, si no conoce el contexto y consecuencias de cada administración. Es demasiado. Por eso hay especialistas que se dedican a estudiar sólo el Virreinato, o sólo la Revolución.

A nivel educativo, las cosas, creo, no han cambiado mucho. Pero hay formas de hacer viva a la historia, y su estudio, lejos de ser opresiva obligación, se convierte en placer y diversión.

La existencia de los neandertales, como antepasados de los humanos, era un dato más del salón de clases, hasta que leí “El Clan de la Caverna del Oso” de Jean M. Auel. En la novela, se describe como una niña homo sapiens abandonada, crece y se adapta a una comunidad de neandertales. Súbitamente, en mi imaginación nació un contexto y una curiosidad intensa por saber más del tema. En ese tipo de novelas, además, se abordan detalles de la vida diaria de las comunidades, que solo los especialistas en sus áreas conocen, pero que identifican a los personajes con el lector. Hoy soy más rico porque ese libro abrió la puerta para conocer un mundo distinto, pero no tan alejado del mío.

La Segunda Guerra Mundial. Leí las más de 600 páginas de la biografía de Winston Churchill, escrita por William Manchester y Paul Reid. Es un libro escrupulosamente investigado, y tal vez por ello mismo, especialmente denso. Sí, es un documento histórico invaluable, pero les aseguro que las novelas “Vientos de Guerra” y “Guerra y Recuerdos” de Herman Wouk, atrapan al lector, describen la historia de una familia estadunidense en el contexto de la guerra, y hacen infinitamente más interesante y entretenido ese triste episodio de la humanidad. Esos libros de Wouk, me llevaron a documentos más serios, como el de Manchester, porque despertaron mi apetito por el conocimiento.

Hay muchos otros ejemplos. Alejandro Pérez Lugín escribió en 1921 su inmortal “Currito de la Cruz”. Esta obra, parte de la corriente del costumbrismo español, cuenta la historia de un joven torero, y describe a la perfección la vida en España a principios del siglo XX.

Quien quiera interesarse sobre la vida en el Renacimiento, solo tiene que buscar la obra de Samuel Shellabarger, y encontrará el renacimiento en Italia, en “Príncipe de los Zorros”, en España, con “Capitán de Castilla” y en Inglaterra, con “El Conde Vanidad”. También tiene uno sobre Francia titulado “El Caballero Bayard”. Desde que los leí, y lo hice de niño, y los he releído varias veces desde entonces, entiendo mejor cómo han cambiado las cosas, pero también cómo siguen igual. Las costumbres tan distintas por las condiciones de vida, y las circunstancias, pero las acciones de los personajes respondiendo a las mismas pasiones humanas de siempre.

Ahora mismo, estoy leyendo “La Noche y la Mañana”, de Ken Follet. Tal vez tuvo, querido lector, la fortuna de leer “Los Pilares de la Tierra”, del mismo autor, en que describe la difícil época de la transición del medievalismo al renacimiento. Esta obra va un poco más atrás, y se desarrolla en pleno feudalismo inglés, aún sujeto a invasiones y barbarismo vikingo. (¿”Barbarismo” según quién?) ¿Sabía, por ejemplo, que un hombre era considerado pulcro y aseado si se bañaba una vez al año?

Y está, por supuesto, “El Padrino”, de Mario Puzo. Puzo logra documentar un segmento del sueño americano con el que no contaban. Increíblemente, nos convence de que, si bien los métodos son distintos, la familia Corleone es como otra cualquiera, sujeta a presiones sociales reconocibles, e influenciada por las mismas pasiones que todos.

¿La Revolución Mexicana? Ahí están Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán. ¿Política mexicana en tiempos del PRI? El maestro Luis Spota nos ilustra con su obra. ¿Nixon y la caída de un presidente en el país más poderoso del mundo? Woodward y Bernstein nos cuentan cómo fue. ¿La Guerra Civil en Estados Unidos? Margaret Mitchell nos la cuenta en “Lo que el Viento se Llevó”.

Último comentario: no se dejen llevar por la tentación de hacer lo fácil. Siempre, siempre, será mejor leer el libro. Si lo hace antes de ver la película, disfrutará el cine aún más.

¡Hasta el lunes, Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.