Por Eugenio Ortiz Carreño/Bahía de Banderas

Afirmar que Bucerías cambia su perfil todos los días no es exagerado. Basta recorrer un día los aproximadamente tres o cuatro kilómetros que abarca el pueblo, desde el fraccionamiento Flamingos, hasta la recta que da a lo que fue el arroyo el Tizate, para constatarlo.

No bien se pasa el semáforo del conocido crucero del hotel Decameron, los edificios de más de dos plantas se van multiplicando y quien observe hacia la izquierda podrá ver auténticos rascacielos que miran al mar, y que generan preocupación en algunos lugareños porque según dicen, esos edificios provocan cambios en las corrientes del viento y hasta pequeños microclimas.

Tal vez tengan razón, pero es difícil constatarlo, a menos que se viva en la zona y en el recorrido este panorama no cambia, porque en Bucerías centro los edificios se multiplican, incluso y nuevas grúas telescópicas aparecen de nuevas construcciones sobre lo que se conoce como la Zona Romántica, específicamente en la calle Lázaro Cárdenas, que ha adquirido un mayor dinamismo.

Pero al seguir adelante, pasando la tradicional pagoda, que identifica a la familia Esparza Montelongo, fundadores del pueblo de buzos, se pueden ver nuevas torres y de ahí para adelante, en la zona conocida como Playas de Huanacaxtle el panorama es constante, de edificios de ocho a diez plantas y no se diga en el rincón conocido como El Tizate, donde se han plantado importantes desarrollos inmobiliarios que hacen compañía al tradicional hotel Los Picos.

Por eso es válido insistir en que Bucerías cambia todos los días. Y no se diga hacia la zona habitacional popular, por las colonias populares, pasando el arroyo El Indio, hacia arriba, donde se han levantado cientos de construcciones habitacionales o para la renta. Cada día Bucerías adquiere el aspecto de una gran joya urbana de Bahía de Banderas.

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