OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

Se llama Gerardo, pero le dicen “Chili”. Así también llamaban a su abuelo de joven, Don Rodrigo Herrera, (QEPD), y que inculcó en sus nietos el amor por las competencias, y de quien Gerardo heredó rasgos físicos, y hasta el apodo. Don Rodrigo amaba la charrería, y su nieta Monserrat, a sus 14 años, es toda una campeona en la charrería local de Puerto Vallarta. Su hermano, Gerardo Parra, tomó el gusto por el futbol que tiene su padre, Fernando Parra, y empezó desde los 9 años a jugar de forma organizada, pero más de eso después.

Ellos dos, más el hijo mayor, que se llama Fernando, igual que su padre, nacieron de la unión entre Fernando Parra y Griselda Herrera, con quien tengo el privilegio de trabajar. Y no son una familia cualquiera.

Los antepasados de ambos cónyuges fueron de los primeros pobladores de El Pitillal, dueños y fundadores de la legendaria paletería “Villaseñor”, fundada en 1952, hace casi 70 años.

En su infancia, Chili fue un niño inquieto, travieso, pero de buen corazón. Nadie en la familia olvida cuando de chamaco, incendió una piñata antes de una fiesta, o el Día de Muertos que hizo lo mismo con el altar. Una vez encendidas las llamas, corría por su madre,

“Amá, Amá, venga rápido que esto se está quemando”, decía después de la travesura. Y es que esta es una de esas familias mexicanas en la que los hijos aún hablan de “usted” a los padres.

Fue creciendo el Chili. Siempre fue un niño reservado, hasta tímido. “De los que hay que sacarle las palabras con tirabuzón”, según me dice su mamá Griselda. Y era con cada vez más frecuencia que desaparecía del hogar, y regresaba enlodado, cansado, pero feliz. En el mundo del futbol infantil, su fama fue creciendo, y lo invitaban a jugar varios equipos. A todos decía que sí.

Por ahí de los 9 años de edad, lo vio jugar el profesor “Eddy” Flores. El profe imparte física en la escuela local, pero lo que ama, es el futbol. Vio a Chili en “El Regional” de Loma Bonita, donde ganó el título de goleo a las 10 años. El profe Eddy ofreció becar a Chili en “Los Halcones”, escuela y equipo de futbol que manejaba el profe, y se empezó a escribir la historia. El profe Eddy, uno de esos sabios anónimos que abundan en las poblaciones mexicanas, decidió poner a jugar al Chili con equipos de más edad. Chili, a los 12, jugaba con y contra los de 14 y 15, porque “si lo dejo con los de su edad, se va a creer el muy, muy; mejor que aprenda a aguantar vara con los más grandecitos.”, sentenció el profe.

Con los Halcones, Chili Parra empezó a ir a torneos regionales. “Siempre fue con todo pagado”, dice su madre, asegurando que las danzas deportivas de su chamaco nunca han afectado las finanzas familiares. Esos torneos regionales son los semilleros donde los visores de los equipos grandes observan jugadores, y deciden quienes tienen futuro a nivel profesional. La verdad es que son muy pocos los que llegan, con tanto extranjero que permite el futbol mexicano, pero de que hay talento enorme esperando ser descubierto, lo hay.

Después de regresar de Querétaro de un torneo sub-12 donde ganó jugador más valioso, Chili recibió una oferta del Necaxa, que lo invitó a irse a vivir a Aguascalientes, con todo pagado, incluida vivienda en las instalaciones del Club, alimentos, entrenamientos y escolaridad correspondiente a su edad. Hizo una visita, pero no se quiso quedar. Sospecha su mamá que hubo una noviecilla de por medio, pero con lo reservado que es, Chili nunca lo confesará.

Finalmente, en un torneo de la Copa Vallarta, lo vio el visor de Chivas, Jorge Domínguez, e hizo una propuesta seria a la familia para llevarse a Chili a Guadalajara. Luego de una visita, y de conocer todos los detalles, Don Fernando y Griselda decidieron aceptar lo que es una oportunidad de oro para Chili. En Chivas, por lo menos, hay puros mexicanos, así que se abren más oportunidades a las fuerzas básicas. Chili ya está entrenando, y empezará a jugar con el equipo sub-15 de la 5ª división.

En una llamada telefónica, me contó Chili, con su característica sequedad, que su dormitorio está a gusto, la comida nutritiva, (es obvio que les inculcan una alimentación adecuada para un deportista) y la escuela todavía no sabe, porque no han empezado las clases. Apenas lleva allá una semana, y su madre en Vallarta, aún no para de llorar todos los días la ausencia de su pequeño.

Seguro que Chili, cuando lea esto, se sentirá apenado. Pero le quiero asegurar que Vallarta y Bahía de Banderas, y todo México, está para apoyarlo en búsqueda de la gloria. ¡Venga, Chili! Tú puedes.

PD. Muchos compañeros de los Rufianes del golf han sido golpeados con esta nueva cepa maldita del COVID. Mis pensamientos y deseos de una pronta recuperación están con todos ustedes.

¡Hasta el viernes, Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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