OPINIÓN

Por Jorge Berry – m.jorge.berry@gmail.com

La semana pasada le estalló el país en las manos al presidente Andrés Manuel López Obrador. Es la consecuencia de cuatro años de opacidad, mentiras, encubrimientos y estrategias fallidas. Las falsedades siempre acaban por derrumbarse, y se llevan con ellas todos los castillos de naipes con los que engañó a la nación.

Ya los fanáticos defensores del presidente, ya sea por simple acto de fe, o porque les pagan, o porque tienen intereses personales de por medio, están en pleno pánico. La columna vertebral sobre la que López Obrador construyó su imagen, la llamada “honestidad valiente”, está en llamas. Dadas las recientes revelaciones, es imposible ya defender su postulado básico. Atrás quedaron los tiempos en los que AMLO se indignaba cuando lo acusaban de mentir, “Eso sí calienta”, decía.

La realidad ya lo alcanzó. El alud comenzó con la publicación del informe sobre los 43 de Ayotzinapa. La periodista de Reforma Penniley Ramírez consiguió una copia sin tachones (lo que llaman ahora “intestar”) del reporte de la Comisión de la Verdad sobre Ayotzinapa, que no estaba destinada para hacerse pública, pero se filtró. Las revelaciones son aterradoras. Todos sospechaban que estaban involucradas autoridades municipales, grupos criminales y elementos de las fuerzas armadas, pero el documento lo confirma, y entra en detalles de la inhumana operación que mató a los estudiantes, quienes, dicho sea de paso, tampoco eran unas blancas palomitas.

Lo grave para el régimen, es que la tragedia fue usada como arma política que explotó Morena para lavarse las manos de cualquier responsabilidad, puesto que José Luis Abarca era el presidente municipal de Morena del lugar donde ocurrió todo. Pero además, lo usaron como bandera para golpear al entonces presidente Peña Nieto, y luego como promesa de campaña de López Obrador, quien prometió solucionar el caso. Pero lo descubierto, pretendió ocultarlo. No pudo.

Al día siguiente, Carlos Loret en su Latinus, nos informó sobre el hackeo a los sistemas de informática de las fuerzas armadas. Un grupo autollamado Guacamaya, hackeó a las fuerzas armadas de Chile, y otros tres países, entre ellos México. Loret tiene copia de correos, llamadas, mensajes, estrategias y temas sumamente delicados para la seguridad nacional.

Estados Unidos ya protestó, porque mantenían bajo vigilancia al embajador Ken Salazar. Pero eso fue lo de menos. Nos enteramos también de la precaria salud del presidente, tema sobre el que mintió una, y otra, y otra vez. El hombre está físicamente mal. No se informó de la salud mental del presidente, pero es obvio que no es óptima.

Se revelaron también datos del Culiacanazo, y la forma como el cártel de Sinaloa dobló al gobierno mexicano, así como enormes deficiencias en la operación de nuestras aduanas. Son ya tantas las responsabilidades de las fuerzas armadas, que no les alcanza el personal para operar todo.

Se conocieron intercambios de mensajes entre los secretarios de defensa y de marina, que hacen dudar seriamente de la coordinación entre ambas dependencias. Tampoco parece haber mucho orden en la cadena de mando bajo la que opera la Guardia Nacional. La radiografía que da a conocer el hackeo es, por decir lo menos, alarmante. Pero no inesperada, y falta mucho aún por revelar.

Tema aparte es la responsabilidad del general secretario de la defensa, bajo cuyo mando ocurrió el hackeo. El presidente, en su mañanera del viernes, reconoció el hackeo, y confirmó que toda la información contenida en las revelaciones es cierta. No podía hacer otra cosa. Apenas días antes le habían dado las llaves de CDMX al delincuente cibernético Julian Assange por hacer exactamente lo mismo.

Y no acabó ahí. El viernes se anunció la publicación del libro “El Rey del Ca$h”, escrito por Elena Chávez, quien fue, durante muchos años, la pareja sentimental de César Yañez, hoy subsecretario de gobernación, pero antes, durante años, el jefe de prensa de López Obrador, y su más fiel escudero. Traté a César durante mucho tiempo, y le sigo guardando afecto, pero no he leído el libro, que promete revelaciones sobre la manera como AMLO fondeó su carrera política durante más de 20 años.

Ya sabemos el cochinero de Pío López Obrador y otros financiamientos oscuros, pero vaya ud. a saber que información se dará a conocer. Nada bueno para AMLO, porque Adán Augusto, el secretario de gobernación, anda desesperado tratando de persuadir a Grijablo, editora del libro, de detener la publicación. Penguin Books es la dueña de Grijalbo, y no se dejará intimidar.

Esto apenas empieza. Abróchense el cinturón.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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