Crisis ambiental y el ocaso del ecologismo político

LA MIRADA INCÓMODA

“El calentamiento global no es una predicción, está pasando”: James Hansen.

Por Alfredo César Dachary - cesaralfredo552@gmail.com

La crisis de Estados Unidos, el fin de los años de oro a comienzo de los 70, llevó al Estado a negociar lo posible y aplicar lo inaceptable. El default por deuda de ese país, que significó el retiro del respaldo oro al dólar, se definió sin consulta externa y acuerdo interno.

Aceptar la presión de la Organización de Países Exportadores de petróleo (OPEP), Estados Unidos se lo permitió porque al final sacaría una tajada mejor, el precio del petróleo pagado en dólares, sin respaldo oro, a cambio de instalar bases y flotas en el Golfo Pérsico, para proteger la extracción y transporte del crudo y sus derivados.

Los estudiantes universitarios que lucharon para no ir a una guerra, ya que no ponía en juego la soberanía de Estados Unidos, también salieron contentos con las negociaciones de París, que llevaría pronto a una retirada “deshonrosa”, pero menos dolorosa y vergonzosa como sería una rendición.

Luther King, pese a su asesinato en 1968, logró post morten, el reconocimiento de los derechos de la población afroamericana, y así cerrar un apartheid que está vigente desde “el final de la esclavitud” en Estados Unidos, que se autodenominaba la primera democracia del mundo.

Los 60’ fueron años de lucha, muchos temas que el “sueño americano” no podía cumplir salieron a la luz, desde la equidad de género a la igualdad de ciudadanos, y muchos más quedaban en la negociación, como fue el problema  ambiental, que se arregló de manera “formal” con los resultados que podemos constatar, crearon el “Día de la tierra” y así se reconocieron los luchadores, en un ecologismo tibio, incapaz de enfrentar los grandes retos del sistema, como lo vemos en los informes sobre el cambio climático global, testimonio histórico de medio siglo de fracasos en todos los órdenes sociales, económicos y políticos, aunque “en democracia”, aunque sea como derecho a votar.

Los ecologistas como los socialdemócratas en Europa derivaron a lo que hoy se define como progresismo, luchas parciales, pero no determinantes ante la gran amenaza existente, por ello, se fueron diluyendo y hoy son en América Latina y el Caribe, prácticamente una minoría, sin grandes avances ni planteamientos globales, ya que están en crisis como todos los partidos tradicionales.

La crisis ecológica en las sociedades capitalistas occidentales encierra una paradoja que añade desconcierto político a un mundo post-pandémico de por sí tendiente al desconcierto, aunque actúan como actores conscientes de la gravedad de la crisis y sus consecuencias, sin lograr nada concreto y, por ende, sin resultados efectivos.

La crisis ecológica con la crisis climática como ejes centrales son más visibles que nunca en los canales de comunicación mayoritarios y masivos del mundo y moldea todo tipo de prácticas de distinción en términos de consumo y estilos de vida, que logran convencer al ciudadano de los planteamientos estratégicos de estos actores de carácter mundial, aunque no es más que una salida falsa a la grave situación que vivimos, incluida la opción tecnológica.

Lo mismo está ocurriendo en los organismos internacionales y otras organizaciones que se derivan de los grandes centros de poder, incluido muchas ONG, ya que todos ponen la crisis ecológica como primera prioridad en sus agendas, pero excluyen evaluar las consecuencias de estos cambios en la meta central del sistema acumulación - productividad, problema que no permite acuerdos entre los organismos internacionales y las ONG, los gobiernos y la sociedad.

Todos los gobiernos nacionales, regionales y locales del Occidente capitalista hablan el lenguaje de la crisis climática, tal y como quedó fijado en la Cumbre de Kioto, pero en cada reunión internacional se logran escabullir de esa responsabilidad, porque las “condiciones de conflicto mundial”, les afectaría y la competencia por la hegemonía es la prioridad primera de las grandes potencias en competición, Estados Unidos, China, Rusia y los nuevos actores, como los BRICS.

Por ello es que, en la cima de la pirámide del poder hegemónico, las grandes casas de finanzas de Wall Street, adornan sus discursos corporativos con una capa de verde bien visible, que cada vez es menos creíble y ello va en detrimento de soluciones de alto nivel, ya que todos ellos están asociados al Cambio Climático Global, la pobreza y, en general, el deterioro de la vida en todo el planeta con un 60% de pobreza global.

Con un competidor inesperado como es la guerra de Ucrania y su utilización atlantista como eje de una nueva guerra fría, se puede decir que la crisis ecológica y su solución capitalista son el eje sobre el que pivota la reestructuración de un capitalismo occidental que no termina de remontar el vuelo desde hace más de cuarenta años y que está en crisis visible, alternando períodos de estancamiento con momentos recesivos desde hace ya más de una década.

Así es como la teoría que atribuye el calentamiento climático a la actividad humana va a convertirse en el eje del enfrentamiento entre Occidente y Oriente, este último liderado por China, India y Rusia, y si bien nadie duda que la temperatura aumenta en ciertas partes del mundo, la realidad es que no hay, por ahora, ninguna explicación alternativa para ese fenómeno.

La teoría según la cual el calentamiento climático ya sería visible en todo el planeta y tendría la actividad humana como causa fue popularizada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), una comisión de las Naciones Unidas, el cual es un grupo intergubernamental cuyas conclusiones no son solo el resultado de un trabajo científico sino también de un debate político, dada la gravedad y alcances de los hechos.

El GIEC fue creado en 1988 por iniciativa de la entonces Jefa del gobierno británico Margaret Thatcher, para respaldar su lucha contra los sindicatos de mineros, por ello no sorprendente que el GIEC llegara a la conclusión de que el carbón era malo para el medioambiente, mientras que la energía nuclear era un desarrollo positivo, lo cual no es una conclusión científica sino una posición política, que un cuarto de siglo después se busque reactivar la energía atómica, ¿coincidencias o coyunturas?

Otra medida de difícil credibilidad y menos equidad es la creación de “derechos” de emisión de gases de efecto invernadero no fue una iniciativa intergubernamental sino una idea de la Joyce Foundation puesta en práctica por la Climate Exchange Ltd., donde cada Estado redacta su propia legislación al respecto, se le otorga cierta cantidad de derechos de emisión, que el Estado reparte entre las empresas como mejor le parece. Las empresas que no utilizan todos sus “derechos de emisión” pueden revender la parte no utilizada en una bolsa especializada, cuya sede está en Chicago.

Los estatutos de esa bolsa fueron redactados por un jurista de la Joyce Foundation, donde Barack Obama, un desconocido que acabaría convirtiéndose en Presidente de Estados Unidos, fue uno de sus promotores y defensores.

Como la historia revela las intenciones, no es casual que el llamado a los inversionistas para el lanzamiento de esa bolsa fue organizado por Al Gore – el futuro vicepresidente de Estados Unidos– y por David Blood, ex director de Goldman Sachs.

Hay una teoría científica alternativa que explica el calentamiento climático, la cual está lejos de ser nueva ya que fue enunciada por el geofísico croata Milutin Milankovic durante el breve intermedio de paz entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, donde explicaba que la órbita de la Tierra varía en función de 3 ciclos naturales: su excentricidad, su inclinación axial (oblicuidad) y la precesión de los equinoccios. Cada una de esas variaciones sigue un ciclo, entre 20,000 y 100,000 años, perfectamente calculable. Esas tres variaciones combinadas influyen sobre la exposición de la Tierra a los rayos solares y, naturalmente, influyen sobre el clima.

La teoría de Milankovic se vio confirmada, en 1976, por el estudio de muestras de hielo, los llamados “testigos de hielo”, obtenidas en la Antártida mediante perforaciones del sustrato a diferentes profundidades, sin embargo, la teoría de Milankovic no explica todo.

La Academia de Ciencias de Rusia acaba de anunciar una tercera teoría, igualmente basada en la observación de la naturaleza. Según esta tercera teoría, «la principal causa de las catástrofes climáticas locales es la emisión creciente de hidrógeno natural ocasionada por las fuerzas gravitacionales alternas de la Luna y del Sol, que provocan huecos en la capa de ozono. La elevación de las temperaturas resultante y la mezcla de ozono y de hidrógeno son las principales causas de los incendios en bosques y estepas».

La Academia de Ciencias de Rusia no se limita a cuestionar el dogma del GIEC. También pone en tela de juicio el dispositivo que supuestamente debería reducir el hueco de la capa de ozono, o sea, la Convención de Viena y el Protocolo de Montreal «cuya aplicación ha arrasado sub-industrias enteras de la industria química sin reducir el hueco de la capa de ozono, que no ha cesado de aumentar».

La teoría de la Academia de Ciencias de Rusia se basa en la idea de que el calentamiento climático no se manifiesta de la misma manera en las diferentes regiones del mundo. De hecho, en contradicción con el famoso cliché del calentamiento climático, se acaba de comprobar que el Pacífico está enfriándose.

Los trabajos de la Academia de Ciencias de Rusia serán presentados en la 28ª. Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Dubai (COP28), que comenzará a finales de noviembre a diciembre del 2023, donde será fundamental quien la dirija para que se presenten otras opciones, que Occidente por sus intereses no permite se ventilen.

Ya ha comenzado una batalla política cuyo verdadero objetivo es silenciar a los científicos y a los países organizadores, los Emiratos Árabes con temas de derechos humanos, algo también muy manoseado y que no es Occidente el ejemplo a seguir y menos la autoridad moral que llame al diálogo.

Esa batalla es la designación de la persona encargada de presidir la Conferencia, quien tendrá la posibilidad de permitir que los “inoportunos” digan lo que quieren decir o de evitar que hablen.

En síntesis, este breve recorrido pone en evidencia que hay otros intereses mayores tras el CCG, que se operan desde los centros de poder que aún controla Estados Unidos, y ello es otro motivo por el cual será difícil que se lleguen a acuerdos en Dubai 2023.