TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

El sábado acudí a mi negocio y no pude abrir la puerta de la oficina de gerencia.  Venía dando muchos problemas desde hacía varios meses, pero la desidia nos ganó y quedó una cerradura que abría de contentillo. Según metieras la llave, quién lo hacía y con qué llave.

Mi padre decía que había que encontrar el secreto a las cosas, pero ni con sus sabios consejos pude acceder a la oficina hasta que el joven de la recepción sacó la llave maestra y pudo abrir.

He tenido malas experiencias con las cerraduras y cerrojos. No sé si mis cerrajeros no son lo mejor del mundo o qué sucede, pero ha sido casi una batalla campal que he perdido. En algunos lados acabé poniendo un candado con cadena para cerrar puertas de herrería porque los cerrojos han perdido su función, se han descompuesto y han dejado a la gente atrapada.

He recorrido medio mundo hospedándome en todo tipo de establecimientos de mejor y menor calidad en hoteles y hospedajes de Airbnb y también he tenido problemas con llaves normales y electrónicas. En mi negocio de hospedaje que tiene llaves tradicionales, con frecuencia los huéspedes ya no pueden abrir y pareciera un ciclo de nunca acabar, mandar hacer nuevas llaves o cambiar las chapas en su totalidad. Con las cajas de seguridad el martirio es peor porque el costo de abrirlas es mayor que el de una simple cerradura atorada.

Increíblemente esa misma noche de sábado acudí a un restaurante de una amiga y la acompañé hasta cerrar el lugar. De no creerse, pero el problema con la puerta de herrería presentó exactamente las mismas condiciones que con las mías. Se venció un sector de la puerta y ya no encajaba la llave al no coincidir un paño de la puerta con el otro. Su otra puerta de vidrio también presentó serios problemas para cerrarla.   Vaya paradoja para un mismo día, pensé.

Para esta columna y con el fin de entender un poco más sobre la diferencia entre cerradura y cerrojo consulté a Mr. Google y casi pierdo la cabeza tratando de descifrar cuál era más segura y mejor porque parece haber diferencias considerables.

Algunas páginas del internet acaban recomendando poner una cerradura y un cerrojo para mayor seguridad. De colofón recomendaría comprar algo de muy buena calidad y contactar a un buen maestro cerrajero. Ante tanta coincidencia sobre el misterio de abrir y cerrar encontré una analogía con la vida diaria. Para abrir y cerrar hay que saber utilizar la herramienta adecuada.

En la cotidianeidad, en el trabajo, en el amor, con la familia y las amistades, se requiere tener la llave precisa que permita continuar accediendo a relaciones sanas, pero también debemos tener la llave precisa para cerrar capítulos, abrir opciones, cerrar historias, abrir la mente, cerrar ciclos y extender las alas hacia nuevos horizontes.

No todas las llaves abren a la primera, a veces hay que introducirlas con suavidad, encontrarles el punto, presionar hacia arriba, girarlas hacia ambos lados, hacer palanca y si no obtenemos lo que se pretende cambiar de cerradura.

Las puertas de la cordura, la objetividad, la razón, la verdad, la honestidad, la tolerancia, la bondad no son tan accesibles.

Entre el bombín, el frontal y los bulones hay muchas dificultades incluido los resbalones, otra de las piezas de una chapa y de los que también somos víctimas una y mil veces en la vida.

Allí en ese espacio entre uno y otro mecanismo acechan muchos de los defectos y pecados que tenemos los humanos. Egoísmo, vanidad, envidia, celos, ira, mentiras, rencor, infamias y pereza.

Definitivamente considero que hay todo un arte y una ciencia que se potencia hasta el infinito el saber cómo y cuándo conjugar el verbo abrir con la llave adecuada y tener también la determinación para aprender a conjugar con sabiduría y precisión el verbo cerrar.

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