TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Comala, el centro de la historia de Pedro Páramo, la obra cumbre del célebre mexicano Juan Rulfo, parece estar tomando un lugar protagónico hoy día en el mundo.

El pueblo enterrado por la avaricia de un hombre, la distopia de lo que no debe ser un lugar donde la muerte se ha apoderado de la vida y donde el calor es insufrible, empieza a tomar visos de realidad en este verano donde las altas temperaturas parecen ser el común denominador en casi todo el planeta.

Una ola de calor sin precedente afecta gran parte del Oeste de Europa con temperaturas sofocantes arriba de los 40 grados Centígrados, además del preocupante derretimiento de glaciares en Italia e incendios forestales en España, Portugal, Grecia y Francia con un número indeterminado de muertos y el probable cierre del Río Rhin a la navegación por falta de agua, son ya signos de alarma que deben poner sobre aviso la urgencia de disminuir las emisiones de contaminantes en el mundo.

Australia, Estados Unidos y México entre otros muchos países tampoco han escapado a estas olas de temperaturas infernales y la India ya recibió buena parte de estos llamados domos de calor que se forman cuando en un área de alta presión atmosférica el aire caliente es empujado hacia abajo y queda atrapado en un solo lugar, lo que hace que las temperaturas se disparen en todo un continente.

Entre causas como aires provocados en el Sahara, a corrientes de aire atrapado entre los mares, la verdad es que la situación es verdaderamente alarmante. 

Una amiga de Cd. Victoria, abuela de Reni, la subcampeona nacional de tiro de arco juvenil nos comentaba que cuando se llevaron a cabo las olimpiadas nacionales en Sonora el pasado mes de junio, después del primer día de competencias programadas a las 8 am tuvieron que modificar el horario porque casi todos los competidores cayeron fulminados ante el calor. La competencia se llevaría a cabo en la madrugada para que los niños y jóvenes pudieran soportar las altas temperaturas.

Pero en estos tiempos tan aciagos con el mundo de cabeza, temperaturas insoportables, virus que se instalan como parte de nuestra cotidianeidad, y problemas con la fuerza laboral, siempre hay gente que se enfrenta a las peores condiciones para defender su preocupación por el entorno y fomentar el uso de medios de transporte menos contaminantes.

Ayer, mientras caminaba rumbo a mi negocio, me encontré un grupo de ciclistas que no parecían turistas comunes. Serían a lo mucho unos 15 y buscaban un lugar donde dejar sus bicicletas para comer. El grupo de ciclistas venían desde Tijuana.

Brevemente les pregunté el motivo de realizar este viaje. Para promover la solidaridad entre las personas y fomentar el uso de la bicicleta. Éramos más, me dijo uno de ellos, pero muchos ya no pudieron con el desierto de Sonora. Ha sido la etapa más dura, fue extenuante y muchos llegaron casi a la deshidratación extrema.

Todos vestían atuendos deportivos de licra en negro, su equipaje era muy escaso, y la mayoría eran adultos de los 35 a los 50 años entre los que había algunas mujeres. No se veían cansados ni derrotados. Traían hambre y ya no quise quitarles más tiempo. Les deseé mucha suerte y los felicité por su entusiasmo y buena fe.

Salieron el 15 de julio de Tijuana y tenían pensado llegar a principios de septiembre a Tapachula. Me sorprendió su hazaña, porque vaya que con estos calores que nos dejan exiguos de tan solo estar frente al sol unos cuantos minutos, y la inseguridad que nos asola por doquier, haya personas con tal determinación que ni los Comala del camino, ni las temperaturas extremas los desaniman para lograr sus objetivos.

Sólo desean dejar un mensaje claro para todos: Fomentar el uso de la bicicleta.

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