Por Eugenio Ortiz Carreño/Bahía de Banderas

San Francisco, mejor conocido como San Pancho, Nayarit, es uno de los pueblos más atractivos para el turismo extranjero, con una interesante historia por haber sido un lugar donde políticos del pasado proyectaron la creación de un centro de producción frutícola y abastecer la naciente zona turística.

Hoy el pueblo es polo de atracción de aventureros y mercaderes callejeros que se apoderan de lugares públicos, sobre todo vialidades de las que el pueblo está escaso, pues solo cuenta con una calle de acceso. Los recién llegados siguen el mal ejemplo de restauranteros que también invaden banquetas y hasta el arroyo de la calle para acomodar mesas para sus clientes.

Lo que más preocupa a los pobladores residentes es que esos espacios son concesionados por los mismos que debieran ser los encargados de limpiar y desalojar las calles, es decir los inspectores del actual Ayuntamiento. Son ellos los que concesionan y otorgan permisos de palabra para que se instalen los nuevos comercios en las banquetas.

El problema, argumentan vecinos, es que en el pueblo se cuenta con espacios adecuados para ejercer la actividad comercial, ya sea de artesanías o de alimentos. También cuenta con una plaza y jardín bastante amplios, pero ahí nadie se quiere poner, e invaden la calle principal llamada del Tercer Mundo, por su antecedente histórico.

Como resultado de esta invasión, la calle Tercer Mundo, que es el acceso principal al pueblo, se ve cada día más reducida para la circulación vehicular, debido a que los restauranteros hacen uso de sus influencias para poner mesas hasta en el arroyo, sin importarles que bloquean el acceso al mar y al centro del pueblo.

A esto se agrega que elementos de tránsito municipal constantemente están haciendo recorridos y en cada oportunidad aplican folios a todos los automovilistas mal estacionados, o parados en lugares indebidos, pero es que el pueblo carece de calles aptas para circular y además carece de estacionamientos.

Dada la problemática del pueblo, los turistas que quieran visitar el pueblo, conocer su playa y disfrutar de sus pocos espacios disponibles, tienen que dejar sus autos a orillas de la carretera, o en la gasolinera de la entrada o incluso más allá, porque simplemente no hay espacio, porque la calle de acceso, es también de salida.

La problemática se agrava porque todas las viejas viviendas unifamiliares de los habitantes de San Pancho, que incluso fueron construidas por el gobierno federal, se han convertido en edificios de departamentos, violando toda reglamentación habida y por haber, municipal o estatal. Así, el pueblo de San Pancho pierde su encanto poco a poco, al convertirse en un núcleo urbano similar a Sayulita, con un serio problema de gentrificación.

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