Después de dos años de pandemia, católicos celebraron de nuevo el Viernes Santo

Por Rafael Delgado Gutiérrez/Tepic

Después de dos años del confinamiento por la pandemia del COVID-19 y de prohibición sobre las celebraciones religiosas, como es tradicional en Tepic jóvenes de la Iglesia Católica escenificaron el calvario y crucifixión de Jesucristo, que partió desde el templo de la Cruz de Zacate, hacia la emblemática Catedral que se ubica en el centro histórico de esta ciudad que lució, con calles semivacías y poco movimiento de vehículos.

En esta ocasión y a pesar que muchas familias aprovechan para irse a las playas, a algunos otros sitios de descanso o de recreación, como son los balnearios, la procesión de Jesucristo fue acompañada de más de un centenar de feligreses - hombres y mujeres-, que concluyeron con este pasaje de la Biblia y sus muestras de fe, con una misa que ofició el Obispo de la Diócesis de Tepic, Luis Artemio Flores Calzada. 

Llegado al lugar denominado Calvario, le crucificaron ahí a él y a dos malhechores. Uno a la derecha y el otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Luego, la primer palabra de Jesús es, para sus enemigos. Jesús muere perdonando a los sumos sacerdotes que lo condenaron, a Pilatos, a los soldados que se mofaron, que los escupieron, que los coronaron de espinas y que lo crucificaron. A Judas que lo traicionó, a Pedro que lo negó y también a nosotros queridos hermanos, refirió.

Recuerden que nos dijo: Oren por sus enemigos, no maldigan y en el Padre Nuestro decimos, perdónalos, como también nosotros perdonamos, anotó el jerarca de la Iglesia Católica.

Este día, en los templos católicos, las imágenes, el crucifijo, se cubren con tela morada, en señal de la ausencia de Jesús. La finalidad es dar a la liturgia la sobriedad característica del recogimiento al que llama la muerte de Jesús, y reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

En el Sábado de Gloria se suele recordar el dolor, la valentía y la esperanza de la Virgen María, quien consuela a los apóstoles de Jesús para quienes todo ha acabado, aunque María les recuerda lo que dijo su hijo: “Al tercer día resucitaré”.