EDITORIAL VALLARTA OPINA

La suspensión de actividades de bares, antros y centros nocturnos durante este mes de agosto encendió los “focos rojos” para muchas empresas de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas, no solo por el impacto económico negativo que ha tenido, sino también por la afectación que en el renglón de las fuentes de empleo pudiera tener.

Una situación también complicada enfrenta el sector restaurantero de esta región, en donde los integrantes de las respectivas Mesas de Salud de Jalisco y Nayarit decidieron restringir el aforo de comensales, en un intento por bajar el riesgo de contagios de Covid-19.

Es cierto que en otros sectores y entre la población hubo mucho relajamiento de los protocolos y las medidas sanitarias de prevención contra el coronavirus, pero es ano es ninguna excusa.

La irresponsabilidad de muchos –habitantes y negocios- fue la clave para llegar al momento en el que nos encontramos frente a la escalada de contagios de coronavirus, que durante el pasado mes de julio reportó números jamás vistos en esta región.

A esta alturas de la pandemia y sus consecuencias tan nefastas podría resultar inútil y hasta ocioso buscar culpables, aunque sí es necesario que cada quien –habitantes, negocios y empresarios- hagan un alto serio para pensar en la irresponsabilidad en la que pudo incurrir cada quien.

Nos consta que hubo bares, antros, centros nocturnos y hasta restaurantes que no respetaron los aforos permitidos. También, por supuesto, hubo reuniones, fiestas y eventos que sobrepasaron las recomendaciones de aforo hechas por las Secretarías de Salud federal y estatal. Todos somos, de alguna manera, responsables de los momentos que estamos viviendo.

Quizá por eso es frustrante y hasta enervante escuchar las quejas de quienes resultaron afectados de manera directa con las medidas restrictivas impuestas por el gobierno estatal. Por supuesto que va a haber pérdidas económicas, pérdida de empleos y graves afectaciones a la industria turística. Era de esperarse y es lamentable.

Sin embargo, debemos insistir que negocios y habitantes incurrieron en abusos. Los primeros por permitir que los aforos autorizados se rebasaran y los segundos por ingresar a antros, bares, centros nocturnos y restaurantes cuando ya estaban al límite su capacidad. Entonces, que nadie se diga engañado ni sorprendido. Aquí, la responsabilidad es de todos y todos debemos cargar con las repercusiones.

¿Qué sigue? La lógica y el sentido común dirían que lo que sigue es cuidarse, extremar precauciones al salir a la calle, seguir todos los protocolos y medidas sanitarias, evitar aglomeraciones o grandes concentraciones de personas como las que se ven en centros comerciales y supermercados. Eso nos dirían la lógica y el sentido común, aunque a veces parece todo lo contario.

Esperamos que estas medidas sean, de verdad, el paliativo para enderezar el camino y reaccionar con mayor responsabilidad ante la pandemia del coronavirus, porque visto está que en cualquier instante se sale de control, trayendo consigo nefastas consecuencias, no solo en lo económico, turístico, laboral y social, sino en la salud de quienes resultan infectados y cuyos testimonios son desgarradores cuando reconocen que el virus es terrible para muchos enfermos que no ven la hora para morir o recuperarse.

Es inútil tapar el pozo después del niño ahogado, porque al final será abierto otro pozo. Ojalá que con las medidas que se aplican actualmente empresas, negocios, clientes y habitantes en general entienda que respetar las reglas es fundamental para sobrevivir a esta pandemia que no tiene ni para cuándo terminar.

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