Por Juan Carlos Arce/Ciudad de México

Alrededor de 15 millones de turistas en el estado de Quintana Roo, al sureste de México, dejan 200 toneladas de bloqueador en los arrecifes de coral.

El fenómeno no es nuevo. Desde hace al menos una década, se tiene registro de que los corales están quedándose sin color. En parte por el alza en la temperatura de los océanos, y en parte debido a la extensión de las “zonas muertas” en los mares: espacios sin oxígeno suficiente para albergar vida. Un nuevo factor se suma a la lista en el caso del Caribe mexicano: toneladas de bloqueador que inhiben el bienestar y salud de los arrecifes.

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), el hecho de que los corales estén sido despojados de sus colores vibrantes está íntimamente relacionado con la actividad humana desmedida. La emergencia climática global desencadena este fenómeno, al elevar las temperaturas de los ecosistemas marinos hasta límites insostenibles.

Los corales están vivos. Además de mitigar el impacto de las tormentas tropicales, son hogar para otras especies marinas. De manera natural, dependen de algas microscópicas, conocidas como zooxantelas, para subsistir. Esta relación simbiótica se modifica cuando el medioambiente cambia.

Así lo explica la institución: esta descompensación genera que el ecosistema entero sufra, y entre en periodos de estrés prolongado. Al liberarse estas algas microscópicas, consumen la mayor parte del oxígeno disponible en el agua. Así, los corales —y otras especies que necesitan respirar— mueren asfixiados por hiposa. El Caribe mexicano tiene un problema más: al ser uno de los puntos álgidos del turismo nacional, los arrecifes están gravemente contaminados por bloqueador solar.

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