Dominó 

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

m.jorge.berry@gmail.com

La primera mención en la historia de lo que hoy conocemos como “Dominó” se produjo en China, hace poco menos de mil años. Zhou Min, en su obra “Antiguos hechos de Wulin” menciona a los “pupai”, para referirse a las fichas de un juego. Se presume que el origen del dominó tiene que ver con los dados, puesto que el diseño del valor de las fichas es idéntico al de un dado.

Pasaron 600 años para que una versión distinta del dominó, mucho más cercana a lo que ahora jugamos, apareciera en Italia, y de ahí se expandiera a toda Europa, desde donde se exportó al nuevo mundo. El dominó se juega en muchos países, y hay distintas versiones. Las más populares son el dominó cubano, que se juega con 55 fichas y nueve puntos, y el tradicional, que es el que se practica en México, y cuyo formato se reservó para ser aplicado en el primer campeonato mundial de dominó, que se realizó en Las Vegas. Las demás variantes son mínimas.

Siempre he sido un enamorado del dominó. Lo jugaban en casa de mis abuelos allá por los años ´50, y lo aprendí a temprana edad. Puede llegar a ser un a juego obsesivo, pero jugado a buen nivel, resulta ser un magnífico ejercicio mental, porque requiere de concentración y atención total. Jugué y adquirí invaluable experiencia, en las mesas del Club Asturiano de México, que por entonces quedaba en la calle de Puebla, en la colonia Roma de CDMX. Jugar bien, cuesta. Ya que generalmente hay apuesta de por medio, uno tiene que educarse rápidamente, o quedar expuesto no solo a la pérdida pecuniaria, sino también a las burlas de los rivales ante equivocaciones obvias en el juego.

En mis tiempos de rockero, siempre había tiempo para organizar por lo menos una jugada a la semana, acabando los ensayos. Ya en Televisa, también se organizaban mesas, ya fueran en el “Círculo Cubano” de Río Churubusco, o en la Casa del Chamorro en Vertiz. Más tarde, entró a la rotación “La Rambla”, una cantina a una cuadra de Televisa sobre Av. Cuauhtémoc, que se volvió sede de innumerables jugadas.

Fue por ello que, a mi salida de Televisa, pensé que volverme empresario era buena idea, y, además de los noticieros de radio que aún hacía, decidí organizar la Gran Copa México de Dominó. Puse avisos en todos los locales domineros ofreciendo un millón de pesos al ganador.

Empecé a reclutar locales para que participaran en las eliminatorias. Convencí al inolvidable restaurante “Los Guajolotes” de Insurgentes Sur, que me dejara usar su segundo piso para rondas eliminatorias, a cambio de llevarles a un buen número de comensales. La fórmula funcionó con varios más.

Hablé también con ESPN para venderles derechos de televisión. Nunca se había televisado el dominó, y por esas fechas, 2005 más o menos, eran muy populares las partidas de pokar en la tele, y pensé que se podría hacer lo mismo con el dominó.

Le invertí bastante dinero. Comenzaron las eliminatorias, y me empecé a preocupar. Aunque no era cara la inscripción, la afluencia de jugadores que esperaba no se produjo. Seguí promoviendo intensamente por todos los medios, pero no prendía la idea. ¿Cómo era posible que con tanta gente que juega dominó, no se interesaran por un premio tan grande?

Las eliminatorias sirvieron de poco. Quería tener cuarenta mesas jugando las finales, que serían televisadas, pero no me alcanzaron los jugadores. Fracaso total. Tuve que reunir a los jugadores que quedaban, para informarles que no teníamos la capacidad de sostener el premio de un millón. Todos entendieron, el premio se bajó a la mitad, y ya ni me acuerdo quién ganó.

Sí recuerdo, en cambio, la amabilidad y comprensión de la comunidad dominera. Además, tuve el privilegio de conocer y competir contra fantásticos jugadores, de esos que lo dejan a uno rebasado. Pero eso sí, me curé de espantos. Acabé convencido de que la promoción de eventos, no es lo mío.

En el año y cinco meses que vivo por estos benditos rumbos, he encontrado a muchos amantes del dominó. Incluso, creo que uno de ellos, Raúl Ayuso, o compitió, o por lo menos recuerda ese torneo. Raúl, de mero Mérida, pero ya avecindado por acá, es otro apasionado de la ficha, junto con mi hermano, otro Raúl. Todos los demás del grupo también, y les ofrezco una disculpa por no mencionar a cada uno por nombre, pero ya no tengo espacio.

Los dejo, para los que juegan, con una pregunta. ¿Cuál es la ficha más fea del dominó? Spoiler: la mula de cuatros. Quién sabe por qué.

¡Hasta el viernes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.