Chicago, cuya alcaldesa quiso recortar los fondos policiales, registró 797 muertes violentas 

Agencias/Chicago 

El segundo año de pandemia trajo a Estados Unidos una ola de criminalidad como se recuerdan pocas. Chicago, la gran capital del medio oeste norteamericano cerró 2021 con 797 homicidios, un récord absoluto desde 1996, la mayor cifra del país. Pero esa ciudad no es la única. Suben las muertes violentas en Washington, la capital, y en casi todas las grandes metrópolis del país, algo que ha llevado a no pocos demócratas a distanciarse de las peticiones de recortar los departamentos de policía después de la protesta racial de 2020 por la muerte de George Floyd. 

Ya en los años 80 a Chicago se la conoció como «La Beirut de los lagos», por su ubicación geográfica y sus escandalosos índices de criminalidad. En 2020, la alcaldesa, la demócrata Lori Lightfoot, propuso un recorte de los fondos dedicados al departamento de policía de 80 millones de dólares para el ejercicio de 2021. Para finales de ese año, cambió de tercio y estaba pidiendo al FBI y otros departamentos policiales del gobierno federal que le mandara refuerzos ante la gravísima ola de criminalidad. 

En Chicago, de 2,7 millones de habitantes, no solo han muerto violentamente esas 797 personas, sino que además ha habido 3.561 tiroteos en las calles. Supera con creces los índices de criminalidad de Nueva York o Los Ángeles, ambas con una población mucho más numerosa. Washington, la capital, con una población de apenas 692.000 personas, registró 227 homicidios, un 15% más que en 2020. No se registraban estos números en 16 años. 

El FBI publicó en septiembre un informe en el que concluye que con la pandemia, el índice de homicidios ha aumentado un 30% en todo EU. Por estados, el Distrito de Columbia, capital federal, supera con 24,4 homicidios por 100,000 habitantes a todos los demás, y va seguido de Misisipí, con 20,5, y Luisiana, con 19,9.  

En California, el gran bastión de los demócratas en EU, la criminalidad se ha disparado en todas las grandes ciudades, desde San Diego al sur a San Fancisco en el norte. En Los Ángeles ha habido casi 400 muertos en todo 2021, según cifras de la policía que aún no son definitivas. Eso supone que desde 2019 se ha doblado el número de muertes violentas en esa metrópolis de 3.9 millones de habitantes. 

La situación es tan preocupante que la Casa Blanca ha aprobado tres grandes paquetes de medidas ejecutivas para combatir la violencia con armas de fuego y ha incluido una partida de 5,000 millones de dólares en su programa de gasto social para reducir el número de víctimas, que suelen ser de raza negra o hispanos. Una de las principales preocupaciones del presidente Biden es la proliferación de «pistolas fantasma», es decir, armas que no son registradas, que en ocasiones se pueden ensamblar en casa, o que pueden ser creadas o modificadas con impresoras 3D. 

Según Jen Psaki, la portavoz de Biden, la postura de la Casa Blanca es que la facilidad en la adquisición y tenencia de armas es un factor decisivo en el aumento de la criminalidad y las muertes violentas. «Creemos que un factor central en la violencia es el uso de armas. Lo estamos viendo estadísticamente en muchas áreas. Pero también cree que debemos asegurarnos de que los gobiernos estatales y locales tienen los recursos policiales que necesitan», asegura. 

Tras la muerte de George Floyd varios demócratas de izquierda, comandados por la diputada Alexandria Ocasio-Cortez y sus compañeras de bancada, difundieron el lema de «recortar la policía», es decir, privarla de fondos para impedir abusos de agentes contra las minorías raciales. Fue un lema de la protesta racial de 2020. 

Pronto, los alcaldes y gobernadores más moderados marcaron distancias, igual que hizo Biden en campaña y después, al llegar a la Casa Blanca. En noviembre, hubo un referendo en Mineápolis, la ciudad en la que murió Floyd, sobre recortar y reinventar su cuerpo policial, pero ganó el «no». En 2021, hubo allí 95 muertos, una cifra récord desde 1995. 

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