El jueves 

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) - m.jorge.berry@gmail.com

Ayer jueves amanecí de malas. Mi hermana, mi hermano y yo decidimos ir hasta la Clínica de Salud del centro de Vallarta, para que nos aplicaran el segundo refuerzo de la vacuna Pfizer contra el COVID-19.

Los contratiempos iniciaron pronto. Me di cuenta de que mi teléfono celular estaba totalmente descargado, así que tuve que irme sin teléfono. Se quedó cargando. Con mi hermano al volante, emprendimos el camino.

La primera parada fue en el OfficeMax que está antes del Sheraton, porque teníamos que sacar las credenciales de las dos primeras vacunas. Mi hermana, cargada con los documentos, entró a hacer el trámite. Esto tardó una media hora, y reanudamos el camino. Tratando de seguir las instrucciones del Waze, mi hermano circulaba por el centro, cuando recibimos una señal de alto por una de las oficiales de la policía de tránsito.

“Buenos días, oficial”, dijo mi hermano al bajar la ventanilla. “Ha incurrido Ud. en dos infracciones graves. No trae el cinturón de seguridad, y venía hablando por teléfono. Esto está prohibido, y las multas son considerables.”

Mi hermano se bajó del vehículo, y le explicó que venía viendo las indicaciones del Waze para llegar al Centro de Salud. La oficial, siempre con impecable educación, le pidió a mi hermano unos segundos para llamar a su supervisora. Llega la supervisora, y lo primero que nos sorprendió fue su juventud y belleza.

Le relató mi hermano las circunstancias del problema, aceptando las faltas que cometió. Ella, con gracia, preguntó si los tres éramos adultos mayores. Cuando le confirmó mi hermano la observación, la oficial se apiadó de nosotros, y perdonó la multa. Eso sí, mi hermano recibió un sermón sobre la necesidad de acatar las disposiciones de tránsito, porque existen para salvar vidas, y para que se mantenga un orden en la circulación vehicular. Luego, nos dio las indicaciones para llegar al Centro de Salud. Las correctas, por cierto.

El famoso Waze, esa invención del demonio de la vida moderna, nos estaba llevando mal. Añoro los tiempos en que uno estaba obligado a conocer su ciudad. Había que caminar y circular por las calles para saber cómo llegar al destino. Eso se acabó con el Waze. Ahora, la gente acierta a encontrar la dirección a la que va, pero no sabe ni cómo llegó. Así nunca se llega a conocer una ciudad.

El caso es que finalmente llegamos al Centro de Salud XXX. Descendimos de la camioneta, y antes de entrar, mi hermana voltea, y dice, “No traigo los documentos. Seguro se me cayeron en el OfficeMax”.

Pues ni modo. De vuelta al OfficeMax, donde, milagrosamente, aparecieron los documentos que había recogido el joven que atendió a mi hermana. Trató de avisarnos a mi celular, pero como se estaba cargando, pues no lo vimos.

Ok. De regreso al Centro de Salud, ahora sí con todos los papeles. Nos atendió una doctora muy amable, y nos dijo que había que esperar, porque necesitaba tener 6 pacientes listos para el refuerzo, para abrir la ampolleta, y no desperdiciar dosis.

A estas alturas, ya casi eran las 12 del mediodía. Esperamos apenas unos 10 minutos, y pasamos a recibir la inoculación. Tal como las 3 anteriores, ninguno de los tres presentó reacciones, por lo que a eso de las 12:20 salimos del Centro de Salud, y emprendimos el regreso hasta Nuevo Vallarta.

Desde que llegamos a la altura de la Isla, notamos un tránsito realmente pesado, y solo se fue poniendo peor. El avance a vuelta de rueda, me recordó mis tiempos de chilango, estacionado en el viaducto, presa de embotellamientos gigantescos. Sé que el tránsito a veces se pone difícil en la Av. Medina Ascencio, pero ¿tanto?

Empezaron a sonar sirenas detrás de nosotros, e iniciaron las maniobras de mi hermano para dejar pasar a una ambulancia. A los pocos minutos, otra. Un corto lapso después, otra sirena, pero esta vez era una pick-up de la Marina, con marinos armados hasta los dientes. Mientras, seguía el avance a paso de hormiga.

Un poco antes de la salida de Vidanta, estaba un grupo de marinos de pie a un lado de la avenida. “Hola, oficial. ¿Pues qué pasó?”, le pregunté bajando la ventanilla. “Un choque”, fue la fría respuesta.

Para esto, ya llevábamos más de una hora de camino. Me pareció extraña la respuesta, porque normalmente, un accidente no causa un embotellamiento de estas dimensiones. Pero como no tenía mi celular, no podía llamar a consultar mis fuentes y revisar si había cobertura de algo inusual.

Finalmente, después de dos horas de camino, llegamos de vuelta a casa. Lo primero que hice fue correr al celular, que estaba explotando con mensajes acerca de una balacera que se produjo después de que 4 sujetos asaltaron un banco en la Marina Vallarta, y se dieron a la fuga hacia Bahía de Banderas. Provocaron 4 choques, con más de 10 vehículos involucrados. Y lo peor, cuando las autoridades intentaron detenerlos, hirieron a dos policías de Vallarta. Ojalá que para cuando Ud. lea esto, ya estén detenidos.

¿Y a usted, querido lector, cómo le fue el jueves?

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.