El nuevo capitalismo de la vigilancia

LA MIRADA INCÓMODA

Por Alfredo César Dachary

Si bien el capitalismo se formó a partir del siglo XV, hasta la revolución, la etapa anterior tiene su lado oscuro, desde la conquista a la esclavitud, desde las grandes guerras a brutales represiones a los alzamientos como el caso de Haití, la verdadera primera revolución de América ahogada en sangre por el ejército francés.

La revolución industrial expulsó masivamente del campo a miles de campesinos, los que llegan a la ciudad para trabajar, otros para emigrar y muchos sucumben ante los míseros salarios y las largas jornadas, fue la etapa más negra de esta revolución social, técnica y demográfica.

En el siglo XXI estamos ante una nueva forma de expulsión del humano, pero no del campo sino del mundo de la producción, un proceso que va a implicar grandes choques y conflictos, pero que se disfrazará de distintas maneras, para ser asimilado por los humanos en esta etapa post-moderna y de la post-verdad.

En este mundo con profundas sacudidas, grandes cambios y sus respectivas amenazas, la humanidad se enfrenta a un tema mayor, que ya está impuesto, frente al hombre, que no ha asumido la profundidad y los costos de esta nueva “opresión”.

Shoshana Zuboff, titular emérita de la cátedra Charles Edward Wilson de la Harvard Business School y profesora asociada en el Berkman Center for Internet and Society de la Harvard Law School, presentó en 2020 su tercer trabajo sobre las tecnologías y la sociedad, en este caso el trabajo se titula: La era del capitalismo de vigilancia.

En este texto, que interpretaremos en esta columna, tras una investigación meticulosa llega a conclusiones muy fuertes sobre la pérdida de la democracia y sus amenazas y lo que implica el capitalismo de la vigilancia para una nueva sociedad digital, fundada sobre la esperanza de una mejor sociedad, con mayor libertad y posibilidades, lo cual es lo que no nos ofrece este nuevo modelo, aunque los disfrace de lo opuesto, ya es muy evidente para los analistas, aún no para la mayoría de la sociedad.

Pero ¿qué es el capitalismo de vigilancia?, un modelo que reclama unilateralmente la experiencia humana, entendiéndola como una materia prima gratuita que puede traducir en datos de comportamiento, que sirven para mejorar productos o servicios y el resto es considerado como un “excedente conductual privativo”, de las empresas capitalistas de vigilancia y se usa como insumos de procesos avanzados de producción conocidos como “Inteligencia de máquinas”, que sirven para fabricar productos predictivos que prevén el comportamiento de los sujetos.

Los capitalistas de la vigilancia se han enriquecido ampliamente por la necesidad de ciertas empresas de saber el comportamiento a futuro y descubrieron que los datos conductuales más predictivos se obtienen interviniendo en la marcha misma de las cosas, para empujar, persuadir, afinar y estimular ciertos comportamientos a fin de dirigirlos hacia unos resultados rentables. Los procesos automatizados llevados a cabo por una máquina, no solo conocen nuestra conducta, sino que también moldean nuestro comportamiento en igual medida.

Pero el proceso va más allá, ya que ya no basta con automatizar los flujos de información referidos a nosotros, el objeto ahora es automatizarnos a nosotros mismos, y en esta fase los medios de producción están supeditados a unos cada vez más complejos y exhaustivos “medios de modificación conductual”.

El capitalismo de vigilancia da a luz un nuevo poder que la autora denomina, “Instrumentalismo”. Así el poder instrumentario conoce el comportamiento humano y le da forma orientándolo hacia los fines de los otros.

En este proceso, el capitalismo de vigilancia se saca la máscara, y se muestra como es, y para ello desnuda el formato de red de un ropaje moral y desmiente que estar conectados es algo pro-social o inclusivo de la naturaleza humana. Por ello, hoy la conexión digital es un medio para satisfacer los fines comerciales de otros.

Una coyuntura excepcional fue aprovechada por Google para dar este salto y fue la tragedia del 11 de septiembre del 2001, los atentados contra las Torres Gemelas y otros edificios incluido el Pentágono. Esto obligó al Estado a recurrir a lo que era un terreno no explorado y a eso lo aprovecharon, en defensa de la democracia contra el terrorismo, y así se visibilizaron y consolidaron, al sentar las bases del capitalismo de la vigilancia, para conocer todo de los potenciales terroristas primero y el resto de la gente luego.

Este modelo ha penetrado en la mayoría de los negocios que se hacen por Internet al extremo de que hoy, cuando contratamos ciertos servicios, hemos logrado lo impensable: “pagamos por ser dominados”.

Así los post-productos y servicios del Capitalismo de la Vigilancia no son objeto de intercambio de valor, ya que no se produce reciprocidad entre productor y consumidor, son señuelos que atraen al usuario a operaciones extractivas donde los rebanan y empaquetan nuestras experiencias personales. Esto nos recuerda que “cuando el producto es gratis, el producto eres tú”.

Los verdaderos clientes del Capitalismo de Vigilancia son las empresas que analizan nuestro comportamiento futuro, y éste es un pacto Fáustico del siglo XXI que tiene dos consecuencias: la primera es que resulta casi imposible sustraernos de esta situación, al ser navegantes de la red y la segunda es que nos están transformando la vida como la hemos conocido.

El uso de la red y demás instrumentos aumenta el riesgo de generar más datos para esta industria, pero el hombre seguro de sí piensa de manera simple de que “no tengo nada que ocultar”, error de concepción, porque todos los datos valen y a veces los menos significativos pueden arrojar resultados más interesantes.

Los Capitalistas de la Vigilancia saben todo de nosotros y sus actividades están diseñadas para que no puedan ser conocidos por nosotros, ya que nos ven eso creemos, pero nos conocen eso sabemos, cuando planificamos un viaje, y no hay forma de escapar.

Y aquí radica lo más trágico e injusto de esta situación, ya que predicen nuestro futuro para beneficio de otros, no para el nuestro, nos manipulan en la política, en la economía, en la sociedad, en el trabajo, somos los nuevos autómatas del capitalismo post-industrial.

Por ello es que el Capitalismo de la Vigilancia es una fuerza sin escrúpulo, impulsada por imperativos económicos, que ignoran las normas sociales y los derechos básicos, por ello han cambiado el rumbo de la historia; la civilización industrial creció a costa de la naturaleza y la civilización informacional modelada por el Capitalismo de la Vigilancia se hace a costa de la naturaleza y nos amenaza con costarnos la humanidad misma.

Hoy en el antropoceno, el legado industrial que no solo son las máquinas sino también es de nuestra forma intensiva de consumo que nos llena de consternaciones y temores, es el Cambio Climático Global, el nuevo legado que nos generará.

Es fácil confundir el Capitalismo de la Vigilancia con las tecnologías que este capitalismo emplea, pero no nos engañemos, el Capitalismo de la Vigilancia no es una tecnología, es una lógica que impregna la tecnología y que la pone en acción. Esta es una forma de mercado, que resulta inimaginable fuera del ambiente digital, pero que no es lo mismo que lo digital.

El Capitalismo de la Vigilancia es una lógica en acción y no una tecnología, es un tema crucial porque los Capitalistas de la Vigilancia quieren hacernos creer que sus prácticas son expresiones inevitables de las tecnologías que emplean.

En el 2009, el público se enteró que los historiales de búsqueda eran guardados por Google, operado por el Capitalismo de la Vigilancia y para estar al servicio de la inteligencia y policía del gobierno, y así se aplicaba el lema de la Feria Mundial de Chicago: “la ciencia descubre, la industria aplica y el hombre se amolda”.

La tecnología no es y jamás podrá ser una cosa en sí misma, aislada de la economía y la sociedad que la aloja y para la cual funciona, lo que significa que la inevitabilidad tecnológica no existe y las tecnologías siempre son medios económicos, no unos fines en sí mismos, como es el caso emblemático del Valle del Silicio.

El Capitalismo de la Vigilancia no es un producto casual del exceso de celo de unos tecnólogos, sino un capitalismo sin escrúpulos, que aprendió a explotar con astucia sus propias y particulares condiciones históricas para garantizar el éxito y defenderlo y, a la vez, ser la contraparte de un nuevo modelo donde lo humano sale sobrando, pero las ideas de los mismos siguen alimentando el capitalismo más violento que ha generado el sistema, el que se creó a la luz del neoliberalismo.