Por Jorge Berry

Cuando tenía seis años de edad, me tocó mi primer temblor importante. Me quedé a dormir en casa de mi abuela, y como a las 3 de la mañana, empezó la sacudida. Era 1957. Desde la cama, vi a mi abuela aferrarse a una lámpara de pie que estaba a su lado. Aguantamos, pero con un susto mayúsculo. A la mañana siguiente, nos enteramos que el terremoto había derrumbado el Ángel de la Independencia.

Para el 19 de septiembre de 1985, ya vivía en Los Ángeles, California, y si bien no me tocó el temblor, si padecía las consecuencias. Trabajaba en KMEX, canal 34 de televisión, y México estaba incomunicado. No había servicios telefónicos, ni manera de comunicarse con las familias que padecieron el temblor. Solo teníamos la señal de la televisión, y las imágenes eran devastadoras. Edificios derrumbados, falta de energía, el número de víctimas incierto, pero creciendo. La desesperación de no saber el destino de nuestros seres queridos fue un viacrucis. Pero pasó.

Un par de años después, estando en la estación de trenes en Los Ángeles, me tocó otra sacudida mayor. Se cayó una trabe enorme, y la gente entró en pánico. Confieso que no me asusté tanto. Me puse bajo una de las puertas, y me sentía seguro.

Volví a México, y en 2017 se produjo otro temblor, también el 19 de septiembre, con consecuencias mayores. La peor, tal vez, los niños que fueron víctimas en el Colegio Rébsamen, en la delegación Tlalpan de CDMX. La aspirante a la presidencia Claudia Sheinbaum, quien era delegada, nunca podrá negar su responsabilidad en el asunto.

Increíblemente, otra vez el 19 de septiembre, pero ahora en 2022, volvió a temblar fuerte. Pensé que viniendo a vivir en Vallarta, había dejado atrás a los temblores. Pero nada. La sacudida fue fuerte, pero he sentido peores. Tal vez mis experiencias pasadas me han vacunado, pero este temblor me sorprendió en una siesta, me despertó, pero ni siquiera me levanté. Griselda e Iris, quienes nos ayudan en la casa, salieron despavoridas. Luego, me entero que cerraron los restaurantes, y muchos negocios. La verdad, no hubo gran cosa de daños, y cero víctimas. Pero entiendo que por acá, donde nunca tiembla, les haya entrado la paranoia. Y por supuesto, el rumor del tsunami, nunca se cristalizó. Qué bueno que todos estamos bien.

Lo que pasó en el Senado mexicano el miércoles no fue una victoria de la oposición, pero sí una tregua importante. Como seguramente saben, se discutió la iniciativa, ya aprobada por la Cámara de Diputados, que autorizaría a las fuerzas armadas a hacer labores policíacas hasta 2028. Dicho de otra forma, militarizar al país.

El problema es que, en los hechos, ya la Guardia Nacional depende del ejército desde hace tiempo, y la crisis de seguridad que nos azota, no solo no ha mejorado, sino se ha puesto peor. Así que justificar la militarización del país como una medida para combatir al crimen, cae por su propio peso. No sé por qué el presidente López Obrador tiene esa obsesión. Viola, por lo pronto, una de sus promesas de campaña, que era regresar al ejército a sus cuarteles. Dice que cambió de opinión ante la crisis, pero no ha hecho nada para remediarla. Al contrario. No son gratis las críticas que recibe acusándolo de ceder ante el crimen organizado.

Mandar al secretario de gobernación, Adán Augusto, a cabildear o sobornar a los senadores de oposición para tratar de conseguir sus votos, lo hace ver desesperado. Regresar la iniciativa a las comisiones conjuntas del Congreso es una derrota, pero abre la posibilidad de que logren comprar los votos suficientes. Después de la traición del impresentable Alejandro Moreno, líder del PRI, quien cedió para salvar su pellejo, todo es posible.

Cuidado con Ucrania. Putin está contra la pared, y parece dispuesto a recurrir a una respuesta nuclear paras evitar su derrota. Es un peligro real, e inmediato. Saquen sus propias conclusiones de lo que eso significaría para el mundo.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

Increíblemente, otra vez el 19 de septiembre, pero ahora en 2022, volvió a temblar fuerte. Pensé que viniendo a vivir en Vallarta, había dejado atrás a los temblores. Pero nada. La sacudida fue fuerte, pero he sentido peores.

This div height required for enabling the sticky sidebar