TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Había una vez, hace algunos años en el Noreste de México, una sociedad tranquila y sencilla donde la vida transcurría con parsimonia. Donde jamás se pensó que la historia nos enfrentaría a la violencia como parte de una cotidianeidad.

Un cuadro que de igual manera se percibía en muchos rincones del país. Sin dejar de mencionar hechos que marcaron el paso al nuevo siglo y dejaron huella como Tlatelolco en el 68 o el surgimiento del zapatismo y el asesinato de Colosio en el 94, nuestras sociedades no habían vivido la violencia de la manera en que hoy día la estamos padeciendo.

Todavía veo con nostalgia cuando la capital tamaulipeca, mi ciudad natal, era considerada una de las ciudades más seguras de México en los años 60 y 70.

Había una vez cuando patinar en el Paseo Méndez, jugar básquet bol en el Estadio Municipal o regresar a pie de la escuela a la casa no era una actividad peligrosa para un infante. Con toda seguridad se podía desplazar desde el Mercado hasta la Alameda o cruzar media ciudad desde la Carrera Torres hasta El Pedregal a cualquier hora y sin el menor riesgo.

Éramos una sociedad donde caminábamos con libertad una vez cumplidos los 12 años para acudir a clases de pintura o guitarra a la Casa del Arte o practicar un deporte en las canchas del Marte R. Gómez.

Desde la Casa del Obrero donde comprábamos los zapatos escolares hasta la Papelería Victoria para cartulinas, cuadernos y lápices de colores, la ciudad nos pertenecía. El cuadrante en el que nos desplazábamos era amplio y lo manejábamos como si fuera un tablero de damas chinas o ajedrez que se fue descomponiendo al paso de los años sin percatarnos que eso derivaría en una zona del terror.

Cómo olvidar una fuerte declaración del entonces presidente Calderón en una entrevista que le hicieron en España cuando dijo que Ciudad Mante y después, creo corrigió diciendo “Tamaulipas está fuera de control”. Una estremecedora voz de alerta que pocos parecieron darle mayor importancia. Por miedo, amenazas o impotencia allí quedó enterrada esa declaración que cada día fue tomando tintes más terroríficos.

Nuestra privilegiada ubicación entre la frontera texana y el golfo de México nos convirtió en el corredor natural de tráfico y trasiego de todo tipo de estupefacientes. No vale la pena recordar los dramáticos episodios que se han vivido en nuestro estado y que desgraciadamente también se ha replicado en muy buena parte del territorio nacional. Dejamos de ser constructores de nuestro propio destino.

En unos años el narcotráfico, la violencia, el hampa nos cambió el rostro. México se convirtió en un país donde ocurren más de 2,800 asesinatos por mes y más de 300 de ellos son feminicidios. Hasta la iglesia llegó a prohibir servicios religiosos después de las 5 pm por el peligro que implicaba transitar después de esa hora.

Una tristeza que nuestra querida capital tamaulipeca, modelo de tranquilidad, había pasado a ser una ciudad de miedo. Asaltos, robos, secuestros y balaceras eran parte de la vida diaria.

En los chats entre amigos y vecinos se avisaban “no transiten por el 17 porque hay una balacera”. Pero ahora, ese mensaje no se refería a ningún extraño. Se había dado un tremendo golpe a la sociedad victorense con el horrible asesinato de Luisa Elena Lavín Montemayor. Nuestra querida Lenny.  Educadora jubilada, modelo de mujer con un noble corazón, dedicada al cuidado de las personas de la tercera edad, a las obras de caridad para sectores vulnerables como su obra en el comedor para indigentes “La mesa del Señor”, madre de dos queridos hijos, amorosa abuela, amiga de muchos y muy apreciada en todos los círculos de Ciudad Victoria, apareció asesinada brutalmente la noche del 30 de diciembre en su propia casa. La sociedad se ha quedado pasmada. Por qué hemos enmudecido. Su vida no mereció tener ese final, pero si puede ser el principio de algo que nos haga reaccionar. El Ya no Basta no ha funcionado.

Habíamos sido tranquilos ahora hemos pasado a ser silentes y eso no es digno de quienes nacimos en la región altiva y heroica que dormita a la margen del río, ni tampoco lo que a Lenny le hubiera gustado.

This div height required for enabling the sticky sidebar