OPINION

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Resulta que pasan los años y Donald Trump sigue siendo noticia de primera plana alrededor del mundo. De locura en locura, de escándalo en escándalo, para sorpresa de propios y extraños, Trump logró su propósito de ocupar la presidencia del país más poderoso del mundo. Desde que se declaró candidato en 2016, sus propuestas, su campaña, sus acciones, y luego sus decisiones desde la Casa Blanca, han provocado toda clase de problemas, vergüenzas, cambios dañinos y hasta tragedias, para Estados Unidos como país, así como para el sistema político y para la sociedad.

Pero, como decía la Tía Nenita (que tenía un dicho para cada ocasión), “todo lo malo que hagas, lo pagas en esta vida”, y sí, el hombre está empezando a pagar. Por segunda vez en poco más de dos meses, Donald Trump, ex-presidente de Estados Unidos, fue arrestado y luego fichado, esta vez en Miami. El caso que lo llevó ahí es mucho más serio que el primero, que ocurrió en Manhattan, y que se trata de problemas de sus empresas.

En Nueva York, fue un fiscal local quien presentó los cargos. Ahora, los cargos son federales. Se trata de los documentos clasificados de seguridad nacional que Trump extrajo de la Casa Blanca, y el caso lo lleva Jack Smith, fiscal especial nombrado por el Departamento de Justicia. El documento contiene 37 diferentes delitos presuntamente cometidos por Trump, entre ellos el de espionaje y también obstrucción. De ser encontrado culpable por un jurado, significa una sentencia de muchos años en la cárcel.

En ambos casos, Trump hizo un llamado a sus seguidores para que protestaran su arresto, muy similar a como los convocó el 6 de enero de 2021, previo a la toma de posesión de Biden, para que asaltaran la sede del Congreso en Washington, alegando que la elección no fue legal. Quizá para sorpresa de muchos, pero sobre todo para Trump mismo, estas dos últimas veces, apenas un puñado de sus seguidores se presentaron, tanto en Nueva York el mes pasado, como el martes en Miami.

¿Será esto alguna señal de que el poder de convocatoria de Trump va en caída libre? Es difícil responder. Sigue con una abrumadora delantera en la elección primaria de su partido, pero cada vez hay más voces republicanas que no lo quieren de candidato.

Trump es un necio. No necesita estos problemas a sus 76 años de edad. Hasta los republicanos piensan que el documento que presentó Jack Smith es prácticamente irrefutable. Trump tuvo la oportunidad de llegar a un acuerdo con la fiscalía, como hace 60 años hizo el vicepresidente de Richard Nixon, Spiro Agnew. Él fue acusado de fraude, y, antes de enfrentar un juicio, accedió a renunciar a la vicepresidencia, y comprometerse a nunca volver a la vida pública.

Trump pudo haber hecho lo mismo, y vivir sus años dorados jugando golf, y sin una sola preocupación. Pero no. La verdad es que le gusta la bronca.

¿Se acuerdan cuando comenzó este caso de los documentos con el cateo de la casa de Trump en Mar-a-Lago? Empezó el litigio, y la defensa de Trump le pidió a la juez Aileen Cannon que no permitiera al Departamento de Justicia revisar el contenido de las cajas de papeles recuperadas. La juez, increíblemente, lo aprobó. El asunto fue llevado ante el 11º Circuito de Apelaciones, que le dio reversa a la decisión de Cannon, y además le puso una regañada épica a la juez. Su decisión claramente favorecía a Trump, y contravenía la ley. Por supuesto, no hay que olvidar que Cannon fue una juez nombrada por Trump.

Pues no me lo va a creer, pero ahora, este caso realmente histórico, fue asignado a la misma juez Aileen Cannon (¡!). Hay muchas voces que piden que la juez se excuse de participar en el juicio, porque consideran imposible que actuara con imparcialidad, dada su vergonzosa experiencia en el caso. Pero aún si no se excusa, cualquier decisión que tome en los litigios previos al juicio puede ser causa de apelación al 11º Circuito, y ahí sí, si vuelve a equivocarse, la pueden remover. Sin embargo, de empezar el juicio con ella al frente, ya no la podrán quitar, y tendría, incluso, la facultad de determinar la inocencia de Trump, sin mandarlo al jurado.

Entre Trump y la juez Cannon, además, pueden dinamitar el cauce del juicio, tratando de ganar tiempo. La única salida del problema que se ve para Trump, es que el juicio se extienda hasta después de la elección en noviembre de 2024, y que la gane. De esa manera, simplemente se cerraría el caso, porque el presidente no puede ser sujeto de un juicio federal.

Quedaría, por supuesto, su vulnerabilidad ante los procesos estatales en Nueva York y Georgia. Claro que si logra ganar la elección, será extremadamente difícil que los estados puedan llevarlo a cuentas.

Desde ahora, empieza a subir la presión para que el juicio sea televisado. Normalmente, la corte federal tiene prohibidas las cámaras y grabadoras en sus juicios. Pero será de tal magnitud la presión pública, que es muy posible que haya una excepción.

Todo lo que estamos viendo en Estados Unidos, no es otra cosa que un pueblo llamando a cuentas a un gobernante. Es exactamente como debe de funcionar una democracia con instituciones sólidas y fuertes. Un presidente es electo para gobernar y servir, procurando lo mejor para la mayoría de la población, pero no para actuar como dueño de un país y deshacer lo que está funcionando bien, para beneficiar a unos cuantos, como hizo Trump con el partido republicano, la Suprema Corte, o los impuestos.

Seguramente habrá varios gobernantes en el mundo que en este momento se estén preparando para poner sus barbas a remojar.

¡Qué tiempos los que nos ha tocado vivir!

¡Hasta el lunes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con 50 años de experiencia profesional.

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