Falta más cultura vial y sobra ignorancia cívica en Vallarta

EDITORIAL

Durante los últimos años hemos observado cómo se ha transformado la conducta de los automovilistas en calles y avenidas de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas y, lamentablemente, no ha sido para bien.

Quienes circulamos a diario por las arterías viales de la región hemos podido notar cómo predominan la intolerancia y agresividad física y verbal en la mayoría de los conductores.

Hay quien asegura que manejar un automóvil o motocicleta saca lo mejor y lo peor de nosotros al conducir y, quizá, tenga toda la razón.

Y es que por momentos somos atentos y corteses, damos el paso a peatones y automovilistas, respetamos pasos peatonales, límites de velocidad y luces de semáforos, guardamos distancia entre automóviles y encendemos direccionales.

Sin embargo, existen otros tantos momentos en los que somos irritables, intolerantes con quien quiere ganar el paso, agresivos con quienes están adelante o nos rebasan, tocamos el claxon como si con ello le fueran a salir alas al de enfrente, volteamos a verlos malhumorados y hasta ponemos cara de malos.

En suma, que al conducir nos transformamos por completo en solo unos segundos, pasamos de superhéroes a villanos muy rápido; primero somos como Superman y hasta nos sentimos la mamá de los pollitos, pero después nos convertimos en Hulk y hacemos corajes, rabietas y manoteos, somos la agresividad en pleno; bueno, hasta mentadas hay.

En estas condiciones a los conductores se les hace fácil reclamar y es ahí en donde vienen los problemas con los demás, porque en más de las veces no hay razón.

Un reciente artículo publicado por especialistas en la categoría de inteligencia-emocional señala tres fases del conductor mientras maneja. Las dos primeras tienen que ver con el conocimiento y funcionamiento del automóvil y con el conocimiento y reconocimiento de las calles y avenidas.

La tercera, que es la que nos interesa, es la fase expresiva, “en la que el conductor utiliza la forma de conducir como expresión de sus características de personalidad, actitudes y motivaciones. El estilo de conducción varía con la edad, el género y la experiencia, pero algunos guiones básicos pueden persistir a lo largo de toda su experiencia en la conducción”.

Y Agrega: “Los conductores, en ocasiones, sufrimos alteraciones emocionales que suelen dar lugar a lo que se conoce como ‘conducción emocionalmente alterada’ y que puede llevarnos a realizar una conducción agresiva, cuyas características son: impaciencia y enojo con otros usuarios de la vía o con las condiciones imperantes en el tráfico; tratar de ganar tiempo a costa de otros; desconsideración obvia por los demás; se provocará una percepción de peligrosidad por otros usuarios de la vía y esto los irritará o enfadará, forzará a otros a llevar a cabo una acción evasiva”.

Si bien existe esta explicación psicológica-emocional-conductual para los síntomas del conductor al manejar, nosotros creemos que también tiene mucho que ver con la falta cultura vial y el exceso de ignorancia cívica.

Hemos visto esta falta cultura vial entre muchos automovilistas de la región, quienes desconocen el reglamento de tránsito y el significado de las flechas y láminas viales.

Al manejar por una avenida atravesada por calles estos automovilistas no saben quién tiene la preferencia de circulación, no distinguen entre una vuelta con preferencia o una con precaución, invaden constantemente el paso peatonal y se pasan los altos al filo de las luces amarilla y roja. Es impresionante su descuido y, por supuesto, da miedo encontrarse con ellos. Lo peor del caso es que creen que hacen bien las cosas.

En cuanto al exceso de ignorancia cívica, baste decir que desconocen las reglas mínimas de urbanidad, de cortesía y educación, porque si se comportaran como buenos ciudadanos y aplicaran aquello de “el respeto al derecho ajenos es la paz” nos ahorraríamos muchas mentadas y otros insultos como el que rima con conejo.

Lo deseable sería que quienes manejan sean un poco más educados, tolerantes y conscientes de que sus prisas no son las prisas de los demás, de que si les urge llegar a su casa porque se les quemas los frijoles el resto de los conductores no tienen la culpa.

Es difícil entender y actuar en consecuencia, pero tampoco es como si fuera una misión imposible. ¿O sí?