OPINIÓN

Por Rafael Camacho

Nuestro país vive, sin duda, una etapa como nunca antes: la de la participación política social, gracias a la pérdida de hegemonía de los partidos políticos antes dominantes y la era de las redes sociales. Nunca antes los mexicanos habíamos estado tan inmersos en temas políticos de los que ahora tenemos más conocimiento, como lo son el resultado de las encuestas, presupuestos, preferencias electorales, corrientes ideológicas polarizadas, relaciones internacionales, actuación de ministros, legitimidad del estado, entre otros.

A pesar de la polarización política que se siente en el ambiente, México ha entrado en una nueva etapa en donde el ciudadano común y corriente puede enterarse de acontecimientos que en años pasados le era imposible acceder.

Esto sucede gracias a las redes sociales, lugar preferido por las nuevas generaciones para refugiarse en sus ratos de ocio.

Y aunque los medios tradicionales de comunicación son importantes, cada vez tienen menos influencia en el pensamiento colectivo.

Un ejemplo de esto es el constante despido de algunas “vacas sagradas” del periodismo de la televisión abierta y otros medios, no teniendo más remedio que refugiarse en el mundo virtual.

Dicen por ahí que es preferible no hablar en grupo de religión, futbol y política para no entrar en una dinámica incómoda de reproches e insultos.

Sin embargo, en esta nueva etapa de participación ciudadana, es recomendable informarse muy bien de los temas a tratar, ya que un buen debate siempre es un buen aprendizaje para ambas partes.

Hay que recordar que aquí es donde se demuestra la educación, preparación y conocimientos del tema, siempre y cuando, exista una mentalidad abierta en las partes involucradas.

Otro aspecto muy relevante es la prudencia, misma que nos debe servir para saber en dónde sí y en dónde no, se deben tocar ciertos temas, so pena de recibir una serie de insultos y descalificaciones de personas con opiniones radicalmente opuestas. Los insultos comienzan cuando se acaban los argumentos.

Hablar de política en México puede resultar incómodo por diversas razones: La corrupción ha sido un problema persistente en la política mexicana, lo que ha llevado a la desconfianza en los políticos y en el sistema en general. Las opiniones políticas en México a menudo están polarizadas, lo que puede generar conflictos entre amigos, familiares y colegas.

La violencia relacionada con la política es una preocupación en algunas regiones del país, lo que hace que hablar de política sea peligroso en ciertos casos. La narco-política es un tema muy antiguo y vigente a la vez, del que pocos se atreven a hablar en público.

México enfrenta desafíos importantes en términos de desigualdad social y económica, lo que puede llevar a discusiones políticas tensas. Nuestro país históricamente ha presentado una tremenda desigualdad principalmente económica, donde la riqueza se concentra en unas cuantas familias. A la par, México tiene un pasado de gobiernos autoritarios, lo que ha dejado una huella en la cultura política y la percepción de la política.

Según Forbes, en promedio 7 de cada 10 mexicanos desconfía de sus instituciones, mientras que las empresas aparecen como las instituciones más fiables. La falta de confianza en las instituciones políticas, como el Congreso o el sistema judicial, puede hacer que la gente sienta que hablar de política es inútil.

Hablar de política en México puede resultar incómodo. Sin embargo, es importante recordar que el diálogo político es esencial para la democracia y el progreso, por lo que es importante encontrar formas constructivas de abordar estos temas, ya que lo queramos o no, todos somos políticos.

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