Impuesto negro

OPINIÓN

Por Brasil Acosta Peña (*)

Platicando sobre la situación de México en una charla con un empresario, llegábamos a una conclusión común en torno al incremento vertiginoso de la violencia manifiesta en los asaltos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, en el control del comercio forzando tanto a los productores como a los distribuidores a comprar o vender a los grupos delincuenciales, en el famoso cobro de piso, etc.

En tal plática, salieron a relucir varias historias que sirven de ejemplo de lo que está pasando en el país: un compañero viajaba en la carretera México-Puebla justo pasando la primera caseta que está en Ixtapaluca-Chalco. Intencionadamente, en la carretera había objetos punzantes que poncharon la llanta de su carro. Como es lógico, se orilló y al poco rato, varios individuos armados, saliendo de un costado de la carretera, se acercaron y le robaron sus pertenencias: teléfono, computadora, dinero, lo poco que traía. No conformes con tener sometido al compañero, con quitarle sus pertenencias, le golpearon ejerciendo violencia innecesaria. Resultado: ¿cuánto cuesta este asalto premeditado?, la computadora, el teléfono celular, los pocos dineros que traía consigo, la reparación del vehículo, la atención médica y los efectos sicológicos que puedan afectarlo.

Otros ejemplos que salieron a relucir fueron dos casos en el Arco Norte: en el primero, resulta que una banda delincuencial cerró los dos carriles en un sentido de la carretera, atravesando vehículos y luego, con armas en mano, pasaron vehículo por vehículo de la larga fila que se forma, quitándole a la gente sus pertenencias. En algunos casos, rompen cristales, maltratan a quienes ofrecen alguna resistencia y, después del susto, a los asaltados solo les queda hacer el recuento de lo que se perdió en términos económicos. Segundo, regresando hacia Nayarit, los humildes y entusiastas deportistas que vinieron a competir a Tecomatlán en la Espartaqueada Deportiva, escucharon un ruido estruendoso bajo el autobús, en medio de la oscuridad, pues pasaban las 8 de la noche. Atracadores habían echado una piedra que obligó al chofer a detener el vehículo para revisar si se había averiado el autobús. En eso estaban cuando llegaron en un vehículo los delincuentes armados, quienes bajaron a los deportistas, los esculcaron, les quitaron sus pertenencias (teléfonos, dinero, joyas, computadoras, etc.) y lastimaron a un maestro encargado de los jóvenes. En la radio escuché que hay cinco puntos a lo largo del Arco Norte donde roban con impunidad, que, además, han perfeccionado los métodos para obligar a los conductores a detenerse para robarles, por ejemplo, echan en la carretera naranjas en cuyo interior introducen objetos punzocortantes capaces de ponchar llantas. La gente no les da importancia a las naranjas, las pisan, logrando la ponchadura de las llantas y, finalmente, se ven forzados a orillarse para finalmente ser asaltados, como los bandidos de Río Frío en el siglo XIX.

Otro caso reciente sucede en Michoacán. Comentábamos que a los productores de aguacate y limón, los han obligado, vía extorsión o cobro de piso, a que paguen una cantidad que incrementa los costos de los productos y, en poco tiempo, incrementó el precio del kilogramo de limón de 35 a 60 pesos, es decir, se observó un aumento súbito del 71%. Estas acciones del crimen elevan los precios y ¿quién paga el incremento? Los productores, los distribuidores y, finalmente, los consumidores finales, el pueblo.

Otro ejemplo es el de Chimalhuacán. En los mercados públicos, cuyos locatarios tienen puestos muy modestos y van al día, se han quejado del incremento indiscriminado e impune de las extorsiones o del cobro de piso, y la autoridad local no hace nada. Llegan grupos de delincuentes y les piden paguen una determinada cuota. Si se niegan, les golpean y, en casos extremos, ante la amenaza de muerte, prefieren rendirse y pagar. El resultado: un pago mensual y el incremento de los precios de los productos finales al consumidor que debe pagar ese excedente, o, en su defecto, el cierre de los negocios.

Un ejemplo más que se expuso fue el de los “montachoques” quienes, intencionadamente, hacen que les choquen levemente el coche y con ello obligan a detenerse al chofer y ya abajo, para ver qué pasó el chofer, le sacan la pistola, lo amagan y le roban, bien sus pertenencias menores (celular, dinero, computadora, etc.), o bien les quitan el coche.

Recientemente, tras finalizar un evento de clausura de una escuela, invitaron a una cena en agradecimiento a unos conocidos muy cercanos en la plaza llamada Puerta Texcoco. Al terminar la cena, resulta que fueron por su vehículo, para llevarse la desagradable sorpresa de que ya no estaba. Se los robaron. ¿Es el único auto que se roban? Para muchos, el carro se está pagando con sus ahorros, con muchos esfuerzos y de un momento a otro lo pierden. Se trata de una expropiación forzada, en algunos casos, como el aquí relatado, sin violencia.

Pero a ello hay que agregarle las historias que publican todos los días en las noticias: quienes se suben al transporte público a quitarle a la gente sus pertenencias y hasta se atreven a gritarles: “ya se la saben”. Pero, también hay que agregar el incremento de robo a la gente que sale del banco con dinero en efectivo o a los usuarios de los cajeros automáticos. Un caso representativo fue el de un extranjero que, saliendo de una casa de cambio en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), fue perseguido por el Viaducto de la CDMX, se acercaron a su vehículo, le dispararon, le quitaron el dinero y se marcharon. No solo perdió su dinero, sino que murió.

Analizando la situación y el incremento de la violencia en nuestro país, expuse en la reunión a que nos referimos, que estas extorsiones, robos, cobros de piso, etc., no son otra cosa que un impuesto, adicional al IVA, al ISR, al IEPS, al impuesto predial, etc., a lo que el empresario dijo: sí, se trata de un impuesto, pero es un “impuesto negro”. Efectivamente, se trata un impuesto negro y este impuesto adicional que tiene que pagar el pueblo de México, es resultado de la fallida política de los “abrazos” de Morena; que hace que los abrazos del gobierno a los delincuentes, se conviertan en “balazos para el pueblo”, para las clases medias y altas; que esos “abrazos” se conviertan en extorsiones, robos a casa habitación, etc.

Esta es la condición de nuestro país, concluimos, y en lugar de que este gobierno garantice la seguridad, se siente un ambiente de mayor inseguridad; además, en lugar de realizar una reforma fiscal para que paguen más impuestos las grandes empresas, se le cobran más impuestos al pueblo, a las clases bajas y medias de la sociedad, mediante el impuesto negro. Esta es la realidad del pueblo de México.

¿Hay manera de remediar el tema? Sí, ya estamos hartos de tanta violencia e inseguridad, entonces, debemos organizarnos y luchar por el poder político de México para hacer de esta patria una patria más justa y mejor.

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(*) diputado federal Antorchista.