La distinción entre trabajo intelectual y trabajo manual en el “capitalismo cognitivo”

OPINIÓN

¿Hasta qué punto y en qué sentido puede sostenerse la distinción entre trabajo intelectual y trabajo manual dentro de las actuales tendencias que marcan una “puesta en valor del conocimiento”?

En definitiva, las diferentes formas de trabajo examinadas son todas ellas paradigmas, cada una a su manera, de los modos de empleo de la fuerza de trabajo en el capitalismo cognitivo. Todas ellas son concurrentes y absolutamente modernas. En cada una de ellas también reconocibles formas diferenciadas entre sí, hasta el punto de que la distinción efectuada por nosotros no pretende ser exhaustiva más allá de querer anudarlas de manera independiente. Sin embargo, sí se pretende destacar el valor del trabajo intelectual en un mundo mayormente de capitalismo cognitivo.

Dado que las actuales dinámicas de la producción muestran una tendencia hacia la inmaterialidad, resulta difícil sostener esta distinción si se la piensa en relación con el trabajo físico, el metaverso es un ejemplo. Pero si la comprendemos como la división entre diseñadores y ejecutores, quizás debamos afirmar su permanencia. Y ello nos ubicaría frente a un nuevo campo problemático, pues nos veríamos obligados a suponer un trabajador intelectual que ya no opera desde la exterioridad de la producción, diseñando el sistema productivo, sino que está incorporado directamente a ella.

De este modo se habilitaría la posibilidad de pensar la figura de un trabajador que permanece en posesión de un capital (su intelecto) que ya no tiene las características de una fuerza bruta de trabajo abstracta absolutamente equiparable e intercambiable por otra, sino que conserva cierto grado de especificidad aun cuando ese capital se constituya como tal en las relaciones sociales de producción.

En la sociedad primitiva, el trabajo intelectual y manual constituían una unidad directa pues prevalecía la fuerza física. Dado el bajo nivel de las herramientas productivas, su desarrollo sólo podía efectuarse sobre la base de la división del trabajo, la agricultura era la actividad económica de mayor concentración de mano de obra.

Al surgir la propiedad privada, las clases y el Estado, el trabajo intelectual se convierte en privilegio de la clase dominante, debido a lo cual se establece la contrariedad entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Esta contrariedad tiene carácter distinto en las diferentes formaciones socio-económicas.

En la sociedad feudal, la contrariedad entre el trabajo intelectual y el trabajo manual coincide en lo fundamental con la existente entre las clases sociales y se disimula con la división estamental. El campesinado, como estamento inferior, está condenado al trabajo manual, mientras que el trabajo intelectual es patrimonio de los “estamentos nobles” la aristocracia y el clero.

En el contexto de la revolución científico-técnica son cada vez más nutridos los sectores de la intelectualidad que empiezan a participar en el proceso directo de producción, desempeñando de hecho las funciones de obreros “de cuello blanco”.

Al mismo tiempo, la aparición de nuevas tecnologías complejas requiere que se forme un obrero nuevo, que conjugue en su actividad el trabajo intelectual y manual. Sin embargo, bajo el capitalismo no puede ser superada la contrariedad entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Esta contrariedad se elimina sobre la base de la supresión de la propiedad privada y de las clases explotadoras y la formación de una intelectualidad nueva, aunque en la sociedad socialista siguen existiendo todavía diferencias sustanciales entre los trabajadores en cuanto al carácter del trabajo y el nivel de desarrollo técnico y cultural.

La pandemia ayudó a la transformación digital en las empresas y con ello en la forma de consumir. Por ello, los nativos digitales y todo aquel que maneje la tecnología, hoy en día, asegura una fuente de ingresos (repartidor o chofer de plataforma, youtuber, manager y venta en redes sociales), distinta a los trabajos ordinarios como: recepcionista, oficinista, afanador, chofer).

Sin embargo, la inteligencia artificial está desplazando a los citados oficios tradicionales apoyado en la “alimentación de datos” que brindan los usuarios de la tecnología. Ya es una realidad, los comercios sin despachadores de mostrador; vehículos autónomos de entrega a domicilio; asistentes personales virtuales; asesorías profesionales como consultas jurídicas, psicológicas, médicas, brindadas por la inteligencia artificial.

La fuerza de trabajo actual tiene el bono de la digitalización, pero corren el riesgo de dejar de prepararse para la evolución y no quedarse sin trabajo en la próxima década. El reto es seguirse capacitando para no ser reemplazados por la inteligencia artificial sino evolucionar con ella y continuar agregando valor.

(*) Mtro. Fernando Castro Rubio, presidente de AEBBA A.C.