LA MIRADA INCÓMODA

“Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con los hechos lo traicionan”: Benito Juárez.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Una de las tantas mentiras que se han impuesto a la población es que las guerras duran un tiempo determinado, como si las causas hubiesen acabado, una manera de dar vuelta la hoja sin haber comprendido que en la siguiente hay un argumento que es la continuación de la guerra anterior.

La 2ª. Guerra Mundial no concluye con la caída del nazismo alemán como japonés, sino que cierra un capítulo por el cual, más del 60% de los actuales países, comienzan a luchar por su independencia, desde largas guerras como la de Argel a guerras de defensa de la soberanía como Vietnam, que hoy nadie se acuerda cuando Estados Unidos sembraba en los pueblos del sureste asiático con bombas de racimo y las tristemente Napalm, que dejaron miles de muertos y más heridos y lisiados.

Menos se acuerdan que, la “cuna de la democracia” Francia, mató un millón de personas en la lucha por su independencia, eran argelinos.

En la actualidad, la situación es diferente, en el caso de las guerras vigentes, como Rusia – Ucrania los que huyen de las bombas son blancos, rubios y europeos, y los que lo llevaron a esta situación en el 2014 fue Estados Unidos que promovió el golpe de Estado a un gobierno electo legalmente y luego comenzó el ardid de armar la guerra, para justificar la decadencia, al armar a toda Europa.

Inglaterra necesitó de dos guerras mundiales, que las ganó gracias a que se le sumó Estados Unidos y, por ello, estuvo en el bando ganador, pero pese a todo tomó esos acontecimientos para definir la caída de su hegemonía y traspaso de sus bases importantes a Estados Unidos, principal acreedor en esta guerra que entró al final y fue el que más ganó.

Esta vez Estados Unidos aprendió la lección, los muertos no pueden ser más estadounidenses porque eso es muy difícil de aceptar, pero la guerra si es necesaria porque el “miedo” sirvió en la primera guerra fría y ahora más porque el enemigo es de su tamaño o más y además cientos de nuevas naciones intentan armar su historia y su vida ante la decadencia de la hegemonía mundial, que solo ofrece armas y guerras, sin poner los muertos.

Cuando Wallerstein definió al capitalismo como un gran sistema mundial, éste ya estaba operando y su principal función ya estaba integrada en un modelo de control social que se inició en los periódicos, la radio, luego la televisión, el cine, el internet y lo que viene. Éste es el poder real, controlar el pensamiento de la sociedad a partir de la dicotomía entre malos y buenos, democráticos y antidemocráticos, libertarios o anti libertarios, etc.

Es interesante el guión porque se escribió muchos años antes, cuando la emergente burguesía encontró en la “democracia” el justificativo de su control social, económico e ideológico, algo que sobrevive fortificado hasta hoy, y así cerró el círculo del control del emergente sistema y lo mantiene, aunque éste tenga hoy graves problemas que pueden derivar en una amenaza que estuvo sobre nosotros toda la primera guerra fría: “el exterminio nuclear”.

Pero no nos engañemos, las guerras son continuas, intermitentes, con épocas de auge como la que libra occidente (OTAN) contra Siria o concluidas en un conflicto incontrolable, la caída de Gadafi en Libia con apoyo de los aliados tradicionales, los países que iniciaron el colonialismo, siguieron con el esclavismo y luego con el capitalismo y no aceptan la pérdida de poder, no solo frente a China y sus países aliados sino en los países que se van independizando y con dificultades van armando a su territorio, alterado y destruido por décadas o siglos de colonialismo, desde Haití a Mali.

GUERRAS VISIBLES

Las guerras que son visibles hoy: Rusia – Ucrania (OTAN); Etiopía, un enfrentamiento que se extiende y otro que se puede incendiar Etiopía – Egipto por el Nilo; Yemen con muchos miles de muertos y más de dos millones de niños sin alimentos; Israel – Palestina; Myanmar se inició el golpe de Estado en febrero de 2021, la represión por parte del ejército del país a minorías musulmanas con miles de desaparecidos.

La guerra de Yemen desapareció de los titulares en 2021, pero sigue siendo devastadora y podría empeorar; Haití es un país desbastado y sin control en una guerra civil; Mali, Somalia y varios frentes más además de Afganistán, un conflicto aparentemente frenado, pero potencialmente explosivo.  

Éstos son un frente del mundo bélico que vivimos, ya que hay otros que son “inexistentes” para la sociedad y más para los Estados, y son los que se denominan    guerras invisibles.

En la próxima Cumbre del Convenio sobre la Diversidad Biológica es probable que los líderes mundiales acuerden un plan para convertir el 30% de la tierra en “Áreas Protegidas” para el año 2030, ya que las grandes Organizaciones no Gubernamentales (ONG) de conservación argumentan que esto mitigará el cambio climático, reducirá la pérdida de la vida silvestre, mejorará la biodiversidad y salvará nuestro medio ambiente.

Sin embargo, para un sector no controlado por las grandes ONG ambientalistas, éstas se equivocan y generarán lo contrario, aumentarán el sufrimiento humano y acelerarán, por tanto, la destrucción de los espacios que dicen proteger, porque crecerá el rechazo entre la población local a estas zonas protegidas, ya que las áreas protegidas no resolverán la crisis climática.

Si el 30% de la Tierra está “protegida” no serán los que causan la crisis climática de manera abrumadora, principalmente los indígenas y otros habitantes locales del Sur Global, que juegan un papel menor o nulo en la destrucción medioambiental.

Por ello es que el expulsarlos de sus tierras para crear áreas protegidas no ayudará al clima: los pueblos indígenas son los mejores guardianes del mundo natural y una parte esencial de la diversidad humana que es clave para proteger la biodiversidad.

ÁREAS PROTEGIDAS

Las Áreas Protegidas son un lugar donde la población local, que durante generaciones ha llamado a esa tierra su hogar, ya no puede vivir o utilizar el entorno natural para alimentar a sus familias, recoger plantas medicinales o visitar sus lugares sagrados, que fue el modelo estadounidense de creación de los primeros parques nacionales del mundo, en el siglo XIX, en tierras robadas a los nativos norteamericanos después de que el ejército acabara con la mayoría de estas poblaciones.

Ante todos estos antecedentes vividos en América y, sin ver los que se dieron en África, el duplicar las áreas protegidas para cubrir el 30% del planeta asegurará que estos problemas se agraven mucho más, ya que las regiones más biodiversas son aquellas en las que todavía viven los pueblos indígenas, éstas serán las primeras zonas a las que pondrá en su foco la industria de la conservación.

Será la mayor apropiación de tierras en la historia del mundo (toda ella en nombre de la conservación de la naturaleza) y acercará a cientos de millones de personas a la miseria por falta de tierra. La creación de áreas protegidas rara vez se ha hecho con el consentimiento de las comunidades indígenas o respetando sus derechos humanos. No hay ninguna señal de que vaya a ser diferente en el futuro. Es probable que la creación de más áreas protegidas se traduzca en una mayor militarización y en más abusos de los derechos humanos.

No es casual el incremento de las bases militares de Estados Unidos en África y América, zonas en las que hay grandes recursos que el sistema necesita para poder competir con el alternativo modelo chino y, por ello, plantea esta expropiación forzada en medio de un clima de guerra para frenar la reacción local.

El concepto de “conservación de fortaleza” consistente en que la población local debe ser expulsada de sus tierras para proteger la “naturaleza”, algo que fue funcional al colonialismo, ya que expulsaba y luego repoblaba áreas de control con sus inmigrantes, que viene a ser la segunda colonización masiva.

Estas teorías dominantes en el conservacionismo norteamericano son perjudiciales para el medioambiente y están basadas en ideas racistas y eco fascistas que llevan a jerarquizar el valor de las personas entre las que valen más y cuáles menos y estas últimas disfuncionales al sistema pueden ser expulsadas y empobrecidas, o atacadas y asesinadas, como ha ocurrido y sigue ocurriendo en África.

La industria de la conservación pretende obtener 140 mil millones de dólares cada año para financiar su apropiación de tierras, por ello es que debe ser priorizada la lucha contra esta gran mentira verde para poder respetar los derechos de los pueblos indígenas, que desde hace cinco siglos se vienen pisoteando en nombre de la racionalidad económica, el conservadurismo, el ecologismo y, ahora, las nuevas tecnologías para enfrentar los efectos del cambio climático.

Si realmente se quiere frenar la pérdida de la biodiversidad, el método más barato y eficaz pasa por devolver la mayor cantidad posible de tierras indígenas, ya que el 80% de la biodiversidad del planeta se encuentra en ellas.

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