La hiperhistoria: ¿una nueva dimensión cultural?

LA MIRADA INCÓMODA

Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”: Aldous Huxley.

Por Alfredo César Dachary - cesaralfredo552@gmail.com

De la invención de la escritura, que muchos se la adjudican a los sumerios, en el año 3500 a.C. a la invención de la imprenta por Johann Gutenberg en 1450, junto con la de la litografía aproximadamente en 1796 por Aloys Senefelder, fue un largo camino para una democratización del conocimiento en Occidente. Aunque debemos recordar que, en China, entre el 1041 y 1048, Bi Sheng inventó un sistema de imprenta de tipos móviles a base de piezas de porcelana que realizaba impresiones sobre papel de arroz.

El renacimiento italiano sumado a la reforma protestante, que reorientó la práctica religiosa católica, logra acelerar el desarrollo del capitalismo moderno y esto hizo posible que la Europa occidental emergiera como la futura cultura mundo, obra del colonialismo en plena expansión más allá de sus áreas dominadas.

Esto cambió la vida familiar y la política, difundió el conocimiento como nunca antes, hizo del alfabetismo universal un objetivo formal, volvió posible el surgimiento de las ciencias modernas y dio nuevas facetas a la vida social e intelectual que acelera el proceso iniciado de pérdida de poder de la religión “ante la ciencia”.

En 1543, se edita el libro de Nicolas Copérnico, canónigo de la catedral de Frombork, que logró desplazar a la tierra del centro del universo, considerada para muchos como la primera gran revolución científica.

La segunda gran revolución fue la darwinista del centro del reino biológico y la historia natural, como también en la sociología, la economía y la política, donde reinó en el campo de la difusión de “las ideas cruciales”.

La tercera es la revolución marciana, en la que Karl Marx realizó un estudio en profundo del sistema capitalista, su reproducción, sus problemas y debilidades y en base a ello planteó un modelo alternativo.

La cuarta es la revolución freudiana del centro de nuestras vidas mentales, acelerando el proceso de desplazamiento de lo religioso en los humanos que antes tenía como centro el alma.

Hoy, la informática y las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) están causando una nueva revolución, cambiando radicalmente una vez más nuestra concepción de quiénes somos y cuestionando nuestra «centralidad excepcional» y una vez más ya no estamos en el centro del universo.

No somos entes autónomos, sino agentes de información interconectados que compartimos con otros agentes y con pequeños artefactos un entorno global hecho, en última instancia, de información. Ahora que ha cambiado nuestra visión de nosotros mismos y de nuestro mundo, que está pasando con las TIC ¿nos van a empoderar o nos van a constreñir?

HIPERHISTORIA

Hoy hay más personas vivas que nunca en la historia de la evolución humana, y una parte de la misma tiene una amplia esperanza de vida, derivado de una buena calidad de vida, pero no es toda la población, estas amplias revoluciones abarcan todo el planeta, pero en distintos grados, desde mínimo, aunque de gran incidencia en esas sociedades de bajo desarrollo a amplios en las más tecnificadas y se lo debemos a nuestras tecnologías, al menos en la medida en que las desarrollamos y usamos de una manera inteligente, pacífica y sostenible, ya que gran parte de los grandes adelantos se transformaron en la base de grandes explotaciones desde la mega máquina en la antigüedad a la revolución industrial de fines del siglo XVIII.

Tomamos conciencia de esta profunda deuda tecnológica cuando revisamos la historia humana cuyo resultado son avances y costos, cada vez más fuertes; hoy en teoría se terminó la esclavitud, pero más de la población mundial vive en el otro mundo, donde la pobreza determina el destino.

De ahí para recordarnos la invención y el desarrollo de las TIC, es lo que marca la diferencia entre lo que fuimos y lo que somos, pero sin olvidar que aún no llegan estos cambios a toda la población, y hay gente todavía viviendo en eras ya superadas, perdidos en lo profundo de las selvas o dispersos en el mar en un millón de islas en el mundo, ocupadas una minoría.

Durante este período relativamente corto, las TIC proporcionaron la infraestructura para registrar y transmitir lo que ha hecho posible el perfeccionamiento de otras tecnologías, con la consecuencia directa de aumentar nuestra dependencia en más y más capas de tecnologías. Así las TIC maduraron en los escasos siglos transcurridos entre Gutenberg y Turing, y hoy están experimentando una profunda transformación que rige la cuarta y quinta revolución industrial.

Si partimos de la prehistoria, que fue el período previo a los testimonios escritos, la historia funciona como adverbios: nos hablan de cómo vive la gente, no de dónde o cuándo, y desde esta perspectiva, las sociedades humanas habrían tenido tres edades definidas por sus modos de vida.

El primero es un número no especificado de pueblos no contactadas en la región amazónica, algunas sociedades continúan viviendo en la prehistoria, sin TIC o al menos sin testimonios escritos y si éstas desaparecen, se habrá cerrado el primer capítulo del libro de nuestra evolución, sin olvidar que cada cultura tiene una lengua y la pérdida de ésta es una condena a desaparecer de esa cultura y las nuevas tecnologías ayudan a reducir las lenguas para poder ampliar su influencia.

Hoy la inmensa mayoría de los individuos siguen viviendo históricamente, en sociedades que dependen de las TIC para registrar y transmitir datos de todo tipo, pero éstas aún no han ocupado el lugar de otras tecnologías, sobre todo las relativas a la energía, en términos de importancia vital frente al gran reto que debemos enfrentar del cambio climático global.

Hay quienes viven ya en la hiperhistoria, en sociedades o entornos en los que las TIC y sus prestaciones de procesamiento de datos son la condición necesaria para el mantenimiento y desarrollo del bienestar social, la salud personal y el florecimiento intelectual, pero aún hay una gran parte de la población mundial que aparentemente está pasando la barrera hacia la hiperhistoria, pero es muy débil ya que se limita a los celulares, la tecnología de máxima expansión en el planeta junto al internet y las redes sociales que viven dentro de este mundo.

Un ciberataque a los sistemas de información solo supone una amenaza fatal para una sociedad que vive hiperhistóricamente, ya que sólo los que viven de los datos pueden morir a causa de ellos, a un ritmo mayor que el de la cotidianidad en estos grandes centros poblados, como lo ocurrido en las grandes urbes, New York y su zona conurbada amplia, cuando se cortó la luz por varias horas el saldo rojo o de otras formas de violencia se habían disparado.

El capitalismo de la vigilancia es como la vida diaria, requiere de la energía y en este caso es la eléctrica, por ello de las ciudades inteligentes en adelante, la caída del suministro eléctrico genera grandes tragedias y pérdidas muy grandes.

El valor añadido llega cuando pasamos de relacionarnos con las TIC a depender de ellas, porque ya no podemos desenchufar nuestro mundo de las TIC sin apagarlo totalmente, algo impensable para el ciudadano medio de las grandes urbes que vive al ritmo de las TIC, que lo informan, lo guían y lo llevan a un consumo mayor que sus necesidades.

La salida de la era histórica representa uno de los pasos más importantes en la historia de la humanidad y como todo producto científico puede aplicarse para mejorar la sociedad o, todo lo contrario. Ésta es una característica central, las TIC y la revolución tecnológica no son una lucha ideológica, pero el éxito de un país si las transforma en un ariete contra sus enemigos.

La carrera por la inteligencia artificial y demás avances tecnológicos se da en todos los países ya que el entrar a la hiperhistoria es una meta necesaria para poder transformar su población y pasar, como ya se ha dado a través de la pandemia del Covid 19, de la sociedad analógica a la digital.

Desde luego, abre un amplísimo horizonte de oportunidades, aunque también de retos y dificultades, todos esencialmente dependientes de los poderes de registro, tramitación y proceso de las TIC.

La bioquímica sintética, la neurociencia, el internet de las cosas, las exploraciones planetarias no tripuladas, las tecnologías verdes, los nuevos tratamientos médicos, los medios sociales, los juegos digitales, aplicaciones agrícolas y financieras, el desarrollo económico y de la industria energética, nuestras actividades de descubrimiento, invención, diseño, control, educación, trabajo, relaciones sociales, ocio, atención médica, seguridad, negocios, etcétera, no solo no serían factibles, resultarían impensables en un contexto histórico puramente mecánico.

La Hiperhistoria y la aparición de los sistemas multiagente y el diseño de una infraética hoy en día están en la naturaleza de todas estas acciones, por consiguiente, estamos presenciando la definición de un escenario macroscópico en el que la Hiperhistoria y la re-ontologización de la infoesfera en la que vivimos están poniendo distancia muy rápidamente entre las generaciones futuras y la nuestra.

Esto no quiere decir, por supuesto, que no exista una continuidad, hacia atrás y hacia delante. Hacia atrás porque con frecuencia, cuanto más profunda es una transformación, más hondas raíces tienen sus causas.

Esto se debe a que muchas fuerzas diferentes llevan mucho tiempo creando la presión necesaria para que puedan producirse cambios radicales de forma repentina y “aparentemente inesperada” y la rama del paso: la vida exponencial árbol no la rompe el último copo de nieve, ya que la historia es la que engendra la hiperhistoria.

El problema es que el sistema controla el crecimiento en base a sus necesidades y no las de toda la sociedad, por ello el éxito de las nuevas tecnologías no está en discusión, sino la socialización de sus resultados, algo muy difícil de lograr en este sistema dominante.