TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Se cerró el ciclo olímpico Tokyo 2020 después de 17 trepidantes días de gloria, combate, esfuerzo, tenacidad, perseverancia y hasta decepción, pero para muchos, preparación para lo que sigue.

A lo largo de esta justa deportiva pude apreciar que no hay mayor felicidad para un deportista que la gloria olímpica ni mayor esperanza que ver cómo las nacionalidades, los colores, las razas convivieron y compartieron con una alegría inusitada triunfos y derrotas.

La arenga del medallista olímpico de plata en la maratón acarreando literalmente con su aliento al belga para que consiguiera la medalla de bronce. Emotivo el abrazo entre el italiano y el qatarí que deciden compartir la gloría olímpica en salto de altura evitando llegar a un desempate que forzosamente daría a uno el oro y a otro la plata.

Tras la gloria de muchos deportistas hay interesantes historias conmovedoras. Refugiados que pudieron desarrollar sus cualidades deportivas cuando les dieron oportunidad lejos de sus tierras de origen.

Holanda obtuvo diversas preseas gracias a deportistas a los que les abrieron las puertas. Sifan Hassan, una de las más laureadas por sus triunfos áureos en 10 mil y cinco mil metros y bronce en 1500 metros planos, representa a Los Países Bajos, pero nació en Etiopía de donde emigró a los 15 años.

El segundo lugar de la maratón nació en Somalia, pero representa también a Los Países Bajos y el bronce también de origen somalí representó a Bélgica.

El primer lugar fue para Eliud Kipchoge otro africano que haciendo buen nombre a Kenia reconocida por sus atletas de fondo recibió con humildad su segundo oro olímpico a los 36 años.

Gran parte de los deportes de conjunto de Francia, Bélgica y Holanda tienen en sus filas jugadores de origen africano y a diferencia de lo que pasó con el mundial de futbol 2018 donde la selección fue cuestionada por algunos racistas que llegaron a comentar que quien había ganado era África y no Francia.

Hoy día ante la presencia multirracial de equipos y naciones el mundo pareció estar mucho más hermanado. Desde la inauguración Japón un país que por siglos ponderó la pureza racial de su gente, mandó un mensaje de fraternidad interracial.

Encargó a Naomi Osaka, la estrella de tenis japonesa de padre afroamericano de Haití y madre japonesa, encender el pebetero olímpico, el momento más significativo de la inauguración de Tokyo 2020.

Pareciera que en tiempos de pandemia los humanos empezamos a ponderar cosas mucho más importantes que el color de piel de unos y otros. Atrás quedarán los gritos discriminatorios por diferencia racial o étnica. Nadie recordó los fanatismos religiosos de los extremistas islámicos, ni se sintió odio ni resentimiento hacia el que resultara triunfador.

Muchos segundos y terceros lugares reverenciaron al ganador, reconocieron su trabajo y supremacía, los levantaron en hombros, otros consolaron a los que habían vencido en la misma contienda como los mexicanos después de obtener el bronce en futbol ante la selección nipona.

Apreciamos mucha camaradería incluso cuando significaba quedar fuera de la contienda como el caso del americano Isaiah Jewett chocó con Nijel Amos de Bostuana en la semifinal masculina de 800 metros y los dos quedaron eliminados.

Juntos caminaron hasta la meta sabiendo que sus olímpicos por los que habían trabajado 5 años habían terminado en un instante por un infortunado tropiezo. No había culpables. Los dos se enredaron y los dos perdieron la competencia.

También fueron muy vistosas la diversidad de banderas que se izaron a lo largo de estos 17 días. Si bien Estados Unidos, China, Japón, Gran Bretaña y el Comité olímpico de Rusia encabezaron la lista del medallero, no fueron aplastantes sus triunfos.

En Atletismo vimos infinidad de naciones incursionar en la lista de ganadores como Italia en Altura, 100 metros planos y 4 por 100 en varones en marcha de 20 kilómetros también rama varonil.

La venezolana Yulimar Rojas ganar en salto triple, el griego ganar salto de longitud y a los polacos tanto en ramas varonil y femenil apoderarse de las preseas en lanzamiento de martillo.

En la clausura imperó el colorido de las banderas, de la iluminación en rojos, morados, azules y aquas al igual que el vestido de la cantante canadiense de origen japones que con un vestido que parecía una acuarela, entonó una emotiva canción. Los juegos pirotécnicos tomaron parte importante de la clausura para dar paso a la nueva sede y mucho llamó la atención el entusiasmo con el que Paris se hace presente para anunciar sus olímpicos 2024.

Anne Hidalgo la presidenta de Paris, nacida por cierto en España, recibió la medalla olímpica de manos del presidente del comité e izaron la bandera gala.

Acto seguido, no fue como es usual. Presentar un video en el estadio donde se clausuran las olimpiadas. Francia quiso mandar un mensaje de apertura, alegría y entusiasmo con un video que acontecía en pleno centro de Paris frente a la Torre Eiffel donde la gente, el público entre muchos de los medallistas y la calle se hicieron presentes como lo anunciara Macron.

Estos Olímpicos también tendrán presencia en la calle.   Hay que hacer partícipe a todos, no sólo a los que acuden al estadio o los escenarios donde se desarrollan las diferentes justas.

En síntesis, para muchos tanto la clausura y la apertura de Tokyo 2020 no tuvieron la emoción que en otras ocasiones, pero el desarrollo de los juegos fue excepcional.

Circunstancias muy diferentes enmarcaron estos juegos, que a pesar de todo pudieron realizarse con éxito, para beneplácito tanto de los deportistas, los organizadores y los espectadores. Lo más relevante de esta época de pandemia, es que durante estas olimpiadas pareciera que se mandaron jubilar muchos prejuicios. Destacó lo más relevante del ser humano: Su esencia. Ojalá que así sea.

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