OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

El presidente Andrés Manuel López Obrador cumplió con el capricho por el que será juzgado: “inauguró” el aeropuerto Felipe Ángeles en Sta. Lucía. El entrecomillado se debe a que, como tantas cosas de la 4T, todo es forma sin fondo.

Un aeropuerto con apenas ocho vuelos al día, que no cumple con los estándares internacionales, y en el que solo se realizan operaciones con aerolíneas que, o son obligadas, como las nacionales, o fortalecen regímenes populistas. Me pregunto cuántos pasajeros lleva el vuelo a Caracas.

Es verdad, como consignó el presidente en su mañanera del lunes, que en 2019 subí un tuit afirmando que Santa Lucía nunca operaría. Para lo que prometió el presidente que sería el aeropuerto, no me equivoqué. El Felipe Ángeles está plagado de problemas, y sostendrán esta carísima ocurrencia lo que dure el sexenio. Después, volverá a ser base militar.

Y es que no solo es el aeropuerto en sí. Tomar un Uber desde Sta. Fe en CDMX hasta la terminal aérea, cuesta más que el mismo boleto de avión. No hay vías de acceso. Rebasó lo presupuestado, y acabamos pagando por dos aeropuertos, de los que solo opera el “patito”. El Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) de Texcoco se pagó y no se hizo. Nunca siquiera presentó el gobierno acusación alguna de la “corrupción” que ocasionó la suspensión de esa obra, que tendrá que retomarse en el futuro.

No sé si fue sarcasmo presidencial el llamarme su “amigo” y enviarme un abrazo. Me conoce bien, pero yo a él ya no. Me cambiaron al Andrés Manuel que admiraba y con quien tuve muchos intercambios de ideas y conversaciones interesantes, y lo convirtieron en un líder populista que ha caído en lo que más temía: solapar la corrupción rampante en su administración, mientras lo niega todas las mañanas.

En fin, si su abrazo fue sincero, recordando viejos tiempos, es bienvenido. Pero no se me olvidan los niños con cáncer sin medicinas, mientras su hijo José Ramón y el resto de sus familiares corruptos se dan la gran vida. Eso no se vale.

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El primer evento del calendario Fórmula Uno, el Gran Premio de Bahrein, fue un desastre para Sergio “Checo” Pérez. Iba en tercer lugar, ya en la última vuelta, cuando tronó su motor. Son gajes del oficio. Pero me imagino lo que sintió cuando vio las declaraciones de su padre, Marco Antonio Pérez Garibay, presentándose como pre-candidato a la presidencia de la república en 2024. Hágame usted el favor.

El señor es actualmente diputado federal por Morena, de la primera circunscripción de Jalisco. Es, por supuesto, pluri. Su carrera política no tiene mayor trascendencia, ni historia. Pero como en Morena todo se puede, Marco Antonio piensa que la fama del hijo la puede convertir en votos para llegar a la presidencia. Para más señas, Pérez senior, piensa que la reforma eléctrica presentada por el presidente es la gran cosa. Madre mía.

Ahora, no es el único. También la impresentable empresaria 4tera Patricia Armendáriz, actualmente legisladora, recientemente participante del Shark Tank, y fotógrafa de ocasión, siente que también tiene los méritos para pelear la sucesión. Y los que faltan.

Ya en alguna ocasión, el ínclito ex-futbolista Cuauhtémoc Blanco expresó su deseo de competir por la presidencia, y no dudo que en su corazoncito albergue esa ilusión. Digo, si con el aparato de Morena detrás pudo engañar a los morelenses que lo hicieron gobernador sin un ápice de experiencia ni capacidad administrativa, pues, ¿por qué no? ¡Vámonos a la grande!

El problema para estos pseudocandidatos, más los que se acumulen, (espero en breve el destape de Juanito) es que a la hora buena, no podrán competir con los pesados. Ahí en la cúpula, la lucha se está incrementando. Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de CDMX, está cayendo víctima de la enfermedad del poder.

Lo que hizo con Sandra Cuevas, alcaldesa de Cuauhtémoc, va más allá de la competencia política. Sheinbaum avaló un proceso penal en contra de la alcaldesa, basada en un incidente menor con unos policías, y desató lo que solo puede verse como persecución política. El fondo real es la furia que le produjo a Sheinbaum perder la CDMX en las intermedias, y Cuevas fue parte de esa derrota.

La más reciente declaración de Sheinbaum sobre el aeropuerto, raya en lo ridículo. Dijo que ver el documental que hizo el propagandista oficial Epigmenio Ibarra sobre Sta. Lucía la “movió hasta las lágrimas”. Por favor. Este tema de la lucha por la sucesión seguirá generando noticia.

Pero el lío que se le está poniendo muy feo al presidente, es el pleito entre Julio Scherer, Alejandro Gertz y Olga Sánchez Cordero. En la próxima columna le entramos.

¡Hasta el viernes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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