OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Me pregunto qué parte del cerebro gobierna la pasión. Y no me refiero a sentimientos amorosos, sino a aquella parte de uno que se angustia y hasta sufre viendo el partido de su equipo favorito. Nunca olvidaré a Don Emilio Azcárraga Milmo, que como parte del cuidado a su salud, dejó de ir a los juegos del América.

“Me pongo muy nervioso”, decía. “No me vaya a dar algo”. Como parte de su rutina de ejercicio, jugaba tenis a la hora de los juegos, para quitarse la tentación de mirar, y eso sí, en cuanto sonaba el silbatazo final, ya le estaban hablando para decirle el marcador.

Claro, no todos son tan intensos, pero es difícil encontrar a una persona que no tenga interés en el algún deporte, así sea el equipo de futbol en el que juega el niño. Hay pocas actividades en la vida capaces de crear una comunidad organizada, y el deporte es una de ellas.

A los 12 años, descubrí en encanto de jugar béisbol. Mis padres me inscribieron en la Liga Maya en CDMX, y lo recuerdo con enorme cariño y agradecimiento. Luego, ya más grandecito, empecé a jugar boliche, y lo mismo. Mis padres me llevaban a los torneos, y todavía conservo recortes de periódico con esos resultados.

Gran parte de la pasión despierta con participar en los deportes, pero se afila al volverse uno espectador. Ejemplos de ello, hay todos los días. No es fácil que una ciudad entera se entregue a un equipo de futbol, pero ocurrió apenas con el Atlas en Guadalajara. Esas lealtades se inician en la infancia. Tendría yo 8 o 9 años, cuando un compañero de escuela, más grande que yo, con quien todos los días compartía camión escolar, me hizo consciente de la existencia del Necaxa. Eran los tiempos de Jorge Morelos en la portería, Guillermo “Chato” Ortiz, el Fu Manchú Reinoso y tantos más. No puedo (ni quiero) explicar el mecanismo mental involucrado, pero seré necaxista hasta que muera. Fui necaxista cuando ni Necaxa había. Sin equipo, acabé como aficionado del Atlético Español, que fue el nuevo nombre que eligieron para el Necaxa los compradores de la franquicia.

Por esos tiempos, empecé a trabajar como cronista deportivo en Televisa. Empezaban a trasmitirse los juegos de futbol americano de la NFL, y recibí la oportunidad de narrar los partidos junto con Fernando Von Rossum y Víctor Serrato. Hacíamos todas narraciones viendo los juegos por televisión, pero cuando llegó el SuperBowl XI, Televisa nos mandó a Los Ángeles a narrar el partido en vivo.

Pasé toda la semana previa reportando para el jefe Jacobo, y ahí conocí mi otra gran pasión en el deporte: los Raiders de Oakland. Fui al entrenamiento de los Raiders, y entrevisté a Ken Stabler, la víbora de cascabel, quien se portó conmigo de maravilla, concediéndome todo el tiempo que quise. Le llamó la atención que viniera de México. Ya en el partido, que fue el primero que vi en persona, los Raiders arrasaron a Minnesota 32-14. Cuatro años después, otra vez al SuperBowl, y otra vez Raiders, ya con Tomás Flores de entrenador y Jim Plunkett como mariscal de campo. Esta vez, aplanamos a Filadelfia 27-10.

Ese mismo año, me fui a Estados Unidos a vivir. Me tocó una época dorada para el deporte mexicano. Fueron los años más productivos en la carrera del gran Toro Fernando Valenzuela, con quien hice una amistad que aún conservo.

Junto conmigo, llegaron a Los Angeles los Raiders, buscando un escenario más rico que lo que tenían en Oakland. Con su inigualable visión, Al Davis, lo primero que hizo, fue contratar una estación de radio hispana para trasmitir sus juegos. Milagrosamente, me ofrecieron el puesto de narrador principal, que conservé durante cinco años. Fui a todos los juegos de los Raiders esos años, tanto en casa como de visita. Viajábamos en un avión fletado, donde íbamos jugadores, entrenadores, dueño, y narradores, tanto en español como en inglés. La temporada de 1983 terminó en otra victoria en el SuperBowl XVIII, donde vencimos a Washington 38-9. Meses después, Al Davis citó a una comida a todo el equipo, y repartió los anillos de SuperBowl, uno de los cuales me fue entregado, y que conservo como un gran tesoro.

Les cuento todo esto para que me acompañen en mi dolor. El viernes comenzó el campeonato mexicano de futbol, y mi Necaxa perdió 4-0. Y al día siguiente, los Raiders fueron eliminados por Cincinnati, y no pudieron avanzar en la post-temporada.

Será para el próximo año.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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