OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

m.jorge.berry@gmail.com

La reina Isabel II de Inglaterra murió en uno de sus sitios preferidos. El castillo de Balmoral en Escocia le recordaba su intenso romance con los caballos, que le duró toda la vida. Los montaba, los criaba y seguía de cerca el desempeño de su cuadra, al punto de hacer un largo viaje por los Estados Unidos para ver de cerca las novedades en la crianza de caballos que se daba en Kentucky. Recibió no pocas críticas por ello.

Isabel II ascendió al trono a la muerte de su padre, el rey Jorge VI, en 1952. Apenas en febrero, cumplió 70 años en el trono, siendo su reinado el más largo en la historia real británica. Trabajó con 15 Primeros Ministros, desde Churchill, hasta Boris Johnson, y apenas hace dos días recibió y confirmó a la conservadora Liz Truss, la nueva líder del gobierno británico.

Isabel II fue una reina seria y discreta. Contaba con el respeto de sus súbditos y con su cariño, aunque manchado por el episodio de la Princesa Diana. La primera prioridad de la reina siempre fue cuidar la institución de la corona, conservándola como símbolo de unidad. Ello la llevó a tener conflictos familiares con quienes no se ajustaban a su visión. Tuvo dificultades con su hermana, la princesa Margarita, cuya conducta a veces disipada, irritaba a Isabel.

Pero su más grave conflicto fue con la incapacidad de su hijo, el príncipe Carlos, y ahora rey, de llevar una relación saludable con su esposa, la princesa Diana, que llevaron a la familia a pasar de un escándalo a otro. Tampoco le hacían gracia las aventuras extra-maritales de la pareja, que finalmente los llevó al divorcio. A la trágica muerte de Diana, su reacción fue fría y distante, aunque mantuvo siempre buenas relaciones con sus nietos.

Ese mismo hijo, es ahora ya el rey Carlos III.

Si algo saben hacer bien los británicos, son las bodas y funerales de la realeza. Cubrí los funerales de la princesa Diana en Londres, y si esa ceremonia fue impresionante, lo que viene con el deceso de la reina Isabel lo será más. Habrá actos en Escocia, donde murió, y luego será llevada a Londres, donde estará en el Palacio de Buckingham para las honras fúnebres.

La ceremonia final será en la abadía de Westminster, de donde viajarán sus restos al palacio de Windsor. Ahí será sepultada junto a su padre y a su esposo, el príncipe Felipe de Edinburgo.

El nuevo rey está por cumplir 74 años. Tiene frente a sí la monumental tarea de mantener la vigencia de la monarquía. Como describí líneas arriba, Carlos no ha sido ajeno al escándalo. Su actual esposa, Camilla, duquesa de Cornwall, sostuvo un largo romance con Carlos, y fue una de las causas principales de su divorcio de Diana. Finalmente, en 2005, Carlos contrajo matrimonio con ella.

La muerte de la reina Isabel II ocurre en un momento difícil para el país. Apenas entró en funciones la nueva primera ministra, y se encontrará con un rey recién ascendido. Los enemigos de la corona buscarán, sin duda, aprovechar el momento para acabar con una institución obsoleta y cara, pero no parecen tener mucho eco esas voces. El ciudadano normal está cómodo con su monarquía, que si bien cuesta mucho, también arroja grandes ganancias como atractivo turístico, al tiempo que proyecta una imagen de estabilidad nacional.

Por estos rumbos vallartenses, se recuerda con cariño a la reina Isabel II. Visitó Vallarta en 1983, junto con su esposo el príncipe Felipe. Visitó un asilo de ancianos en El Pitillal, y asistió a una verbena popular. Al despedirse, se pronunció “encantada” con Puerto Vallarta.

Descanse en paz, Isabel II.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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