Por Jorge Berry

Literalmente, nací con la televisión. El 21 de marzo de 1951 inició trasmisiones XEW Canal 2 en México, al tiempo que yo veía la primera luz en un hospital de CDMX. Nunca olvidaré aquellos viejos y maravillosos programas con los que crecí. “El Llanero Solitario”, “La Ley del Revólver”, con el Marshall Dillon y Kitty, “Rin-tin-tin”, y su inseparable Rusty. Luego, producciones mexicanas que impactaron mi niñez, como el adorado Enrique Alonso y su “Cachirulo” en Teatro Fantástico los domingos a las 7 de la noche.

Seguía asiduamente los consejos de Rogelio Moreno y del tío Gamboín, Ramiro Gamboa, en el Club Quintito de canal 5, y cantaba “Las rejas de Chapultepec” con el tío Herminio.

Ya para los 60s, lo que más recuerdo es seguir paso a paso y durante días todo lo relacionado con el asesinato de John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos en noviembre de 1963. Tres años después, instalaron una pequeña televisión en mi salón de secundaria para ver los partidos de México en el Mundial de Inglaterra. Grabado en mi memoria, el clamor de don Fernando Marcos gritándole a Enrique Borja “¡No la falles, no la falles!”. Quien me hubiera dicho entonces que años después, tendría el privilegio de trabajar y disfrutar la enorme sabiduría y cultura de don Fernando.

La televisión siempre ha tenido sus críticos. “La caja idiota” le llamaban. Era el miedo natural a lo nuevo. La televisión ha sido acusada de causar actitudes violentas en los niños, tal como ahora se acusa a los videojuegos. Basta echar un rápido repaso a nuestra historia como especie, para saber que la violencia ha estado con

nosotros desde los primeros tiempos. La edad media no tenía televisión ni videojuegos, pero los humanos se mataban unos a otros con un salvajismo que preferimos no recordar.

Yo pienso distinto. Creo que la televisión es de lo mejor que le ha pasado a la humanidad. Si bien su razón de ser es llevar entretenimiento barato a los hogares del mundo, es imposible medir el impacto que ha tenido en la vida de todos al llevarnos a conocer otros mundos, otras culturas, otras realidades. La televisión, en pocos años, volvió al mundo un lugar más pequeño, más digerible y más plural. Ahora, el Internet ha seguido esos pasos. Nos beneficia a todos.

La televisión ha cambiado. Se fueron los años de oro, en donde solo importaba el Canal 2. Tuve la fortuna de ser de los últimos periodistas que tuvo acceso a un auditorio nacional masivo, cuando conduje “Primero Noticias” de 2000 a 2002. Ahora, con la multiplicación de plataformas, el auditorio está fragmentado. Nunca se volverá a llegar a las audiencias del siglo pasado.

En esencia, y aún con la evolución tecnológica, la televisión sigue llenando un espacio vital en la vida de prácticamente, toda la humanidad. Hasta en Corea de Norte hay televisión.

Y aquí es donde todas estas nuevas plataformas tienen mucho que aportar. Netflix es una joya. Al dar espacio a producciones de todo el mundo, permite al espectador vivir en carne propia otras culturas. ¿España? “La cocinera de Castamar” nos muestra una España del siglo XI, y la “Casa del dinero” nos sumerge en la España actual.

¿Gran Bretaña? Hay maravillas. “Peaky Blinders” narra los años en Inglaterra entre las dos guerras mundiales. Para no hablar de “Downton Abbey”, una de las mejores producción de la historia. Esa no es de Netflix, pero da igual.

Regreso a Netflix porque recientemente me he enganchado con series coreanas. Son una maravilla. “La extraordinaria abogada Woo” es una magnífica serie sudcoreana sobre una abogada autista. No conocía el fino sentido del humor de los coreanos, pero esta es una serie que difícilmente permite despegarse del televisor.

Otra serie producida en Corea del Sur, que se llama “Aterrisaje forzoso”, cuenta la historia de una heredera surcoreana, muy rica, que en un viaje en planeador, sufre una caída, y acaba en Corea del Norte. No creo que a Pyongyang le parezca muy simpática, pero nos permite ver la abismal diferencia en el desarrollo de ambas, una bajo un régimen democrático, y la otra bajo una dictadura. Y todo, mientras nos hace reír a carcajadas.

Bendita sea la televisión.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

Creo que la televisión es de lo mejor que le ha pasado a la humanidad. Si bien su razón de ser es llevar entretenimiento barato a los hogares del mundo, es imposible medir el impacto que ha tenido en la vida de todos al llevarnos a conocer otros mundos

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