LA MIRADA INCÓMODA

“¿Qué es la tradición sino una comedia perfectamente representada, pero insoportable que, porque se ha hecho incomprensible, congela en el aire nuestra risa, nos congela?”: Thomas Bernhard.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Cuando se visita París se piensa que la ciudad que se ve es muy antigua, pero la verdad es que el trazo actual se realizó a partir de 1851, por el Barón de Haussmann, una medida tomada por Napoleón III luego de la gran revuelta de 1848.

Así ocurrió estos días con el mayor despliegue de artificios para acompañar los restos de la Reina Isabel en Inglaterra, uno de los países más “desarrollados”, pero como ha observado Ian Gilmour, “las sociedades modernas todavía necesitan del mito y el ritual. El monarca y su familia lo proporciona”.

Por ello es que a finales del siglo XIX y principio del XX se produjo un segundo renacimiento del ritual y la tradición inventados en la Alemania Guillermina y en la Tercera República Francesa, que proporciona pistas sugerentes en relación con el ceremonial británico contemporáneo.

Para descubrir el significado del ritual real durante el período moderno, hay que relacionarlo con el específico contexto social, político, económico y cultural en el cuál se lleva a cabo. 

Desde el siglo XIX, hay cuatro fases del desarrollo del ceremonial de la monarquía británica; el primero se extendió desde los años 20’ a los 70’ del siglo XIX, que era un período ritual muy precario, organizado de una forma inepta y representaba una sociedad provinciana y preindustrial.

El segundo período comienza en 1877, cuando la Reina Victoria se convierte en Emperatriz de la India y se prolonga hasta la primera guerra mundial; es la época donde nacen las exposiciones “universales” para mostrar el mundo conquistado y, además, es la época del apogeo de “las tradiciones inventadas”, que se hicieron con mejor gusto para mostrar y acentuar su desarrollo entre las grandes naciones.

La tercera época dura desde el fin de la primera guerra en 1918 hasta la Coronación de Isabel II en 1953, la primera en ser televisada, donde los organizadores se sintieron triunfadores ante la caída de las monarquías con que competían: Alemania, Rusia y Austria, y ello los lleva a mejorar estos rituales y sus tradiciones.

EL IMPERIO BRITÁNICO

La cuarta época comienza en 1953, el Imperio Británico hegemónico había caído muy atrás, ante el empuje de Estados Unidos, y con ello cambia la sociedad y sus imaginarios, de la sociedad del trabajo a la del consumo y del nuevo ocio, la televisión y los grandes cines y eso obliga a los organizadores a magnos cambios en los guiones para mantener la atracción, como ha ocurrido en este caso del 2022, con las exequias de la Reina Isabel II.

Pero detrás de las tradiciones y el ornato había cosas ocultas, el ocaso del poder absoluto cada vez más limitado por las Cámaras, así llegamos a 1879 cuando en la Cámara de los Comunes, los Diputados debatían la moción de Dunning, según la cual “la influencia de la Corona había aumentado y tiene que disminuirse”.

La imagen de la familia real británica desde el comienzo del siglo XIX a los 70’, era de indiferencia y hostilidad, más en la India, la mayor colonia del Imperio Británico.

En esa época, cercana la coronación imperial de Victoria, Lord Lytton era gobernador central de la India y se opuso a las políticas de guardar granos para regular el mercado, y en 1876 mientras comenzaban a sentirse los embates de la sequía, el gobernador organizaba la Asamblea Imperial de Delhi, para proclamar Emperatriz de la India a la Reina Victoria.

Lytton organizó un espectáculo que cumplió con dos requisitos que exigía Lord Salisbury, Secretario de Estado de la India: suficientemente ostentoso como para impresionar a los orientales y que fuera un espectáculo tan brillante que ocultara la desnudez de la “espada de la que realmente dependemos”.

Fue un banquete para 68,000 oficiales, sátrapas y marajás que duró una semana y se estimó que fue el banquete más caro del mundo y mientras se desarrollaba mueren aproximadamente 100,000 indios de hambre. La hambruna siguió en 1877 y 1878 dejando millones de muertos y otro grupo mayor de subalimentados, que poco podrían durar con vida.

La corrupción de los marajás y de los oficiales británicos que acaparaban y vendían a altos precios la comida de subsistencia, corriendo a la gente o matándola de hambre como fue el Valle de Cachemira que quedó vacío. En las provincias del noroeste y en Oudh y los distritos adyacentes de Punjab entre 1878-79 murieron de hambruna 1.2 millones de indios.

El costo de coronar emperadora de la India a la Reina Victoria fue trágico y pese a la falta de información llegó a la metrópolis, sumando enemigos a la corona, no para destituirlos sino para reducir sus poderes ilimitados.

Desde 1850 a 1870, la Reina Victoria fue muy criticada por los diarios de la época, que solo llegan a ser leídos por una parte ínfima de la sociedad, la falta de imágenes hacía que los ceremoniales fueran un misterio para la mayoría de la sociedad totalmente desinformada, ya que estos diarios eran para ricos y cultos, y el amor por la libertad y la economía y el desprecio de la mayoría a la ostentación eran un beso de muerte para el ceremonial y los malos arreglos musicales que terminaban por oscurecer este panorama.

Estos primeros siete decenios del siglo XIX fueron de una gran pobreza musical, por lo que no logra sobrevivir ninguna obra musical de autores ingleses y mucho menos la música del ceremonial, y un ejemplo de ello era que los maestros de música del rey eran hombres sin distinción cuyas funciones se limitaban a dirigir la orquesta real.

Sir George Smart, organista de la capilla real, era quien se encargaba de todos los arreglos para los grandes ceremoniales reales desde el funeral de Jorge IV a la coronación de la Reina Victoria y gozaba de una fama de inepto. La falta de interés por parte del clero los hacia indiferentes y hostiles a las pompas.

En este primer período, el ceremonial no existía para exaltar la corona por encima de lucha política, logrando colocarla en un limbo de impotencia decorativa e integradora, que más tarde iba ocupar por encima de ese poder pintoresco, al que había escalado en otros tiempos.

Los monarcas políticamente activos eran casi siempre impopulares, desplazándose dificultosamente por las calles miserables de Londres, eran más la cabeza de una sociedad que la de la nación.

En la primera etapa de siete décadas del siglo XIX, los grandes ceremoniales reales oscilaron entre la farsa y el fiasco; así durante el funeral de la princesa Carlota en 1817, hija del príncipe regente, los responsables de las pompas estaban borrachos y en 1827 cuando fallece el Duque de York, la capilla de Windsor estaba tan húmeda que la mayoría de los invitados se engripó. En la coronación de Jorge IV fue tal el ambiente de conflictividad que se debió usar luchadores profesionales en el Westminster Hall para que pusieran en paz a la gente, entre ellos, muchos personajes distinguidos; los ejemplos de desorden y desorganización eran una larga lista.

Esta situación, la crisis política interna y el comportamiento poco adecuado de la Reina Victoria, llevó a que Benjamín Disraeli, ex Primer Ministro del Reino Unido, explicara en la Cámara de los Comunes, que estaba incapacitada, física y moralmente para llevar a cabo sus obligaciones.

En el período que va desde los finales de la década de los 70 a 1914, se comenzó a dar un cambio fundamental en la imagen de la monarquía y en paralelo su ritual se convierte en esplendido, público y popular, ante un hecho fundamental, el retiro gradual de la monarquía de la política activa, lo que facilitó esta transición.

OTRAS MONARQUÍAS

En el caso de otras monarquías como Rusia, Alemania y Austria, el ritual seguía siendo de los viejos tiempos para exaltar la influencia de las casas reales, pero en Gran Bretaña, fue exitoso porque se adecuó a una nueva realidad: el debilitamiento de la monarquía, lo que transformaba a las tradiciones en un elemento de fuerza para un sistema donde gobernaría hasta hoy la política a través de sus dos Cámaras tradicionales, logrando que el poder sea sustituido por la popularidad, que veremos en la próxima columna.

Esa diferencia logró mantener la monarquía constitucional y el papel de ésta en temas fundamentales fue muy importante, especialmente en el largo, duro y sangriento proceso de descolonización del gran imperio que había sido logrado también a un gran precio de vidas y pueblos.

Este cambio de posición del monarca y la monarquía, que comenzó en los finales de la Reina Victoria y siguió con Eduardo VII, re balanceó los poderes y sus funciones al posicionarlos por encima de la política (quedan afuera del poder) y se transformaron en figuras patriarcales para toda la nación, algo que vemos claramente con el fallecimiento de la Reina Isabel II y la gran pompa que significó su despedida, transformada en una hábil pieza política para los más difíciles tiempos del ex imperio en relación con las ex colonias y el país ante la crisis que ha generado el Brexit.

En la próxima columna trataremos esta nueva relación y función de una institución obsoleta para la gran mayoría de las democracias, que aquí jugo un papel excepcional.

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