Por Jorge Berry

Buena parte de la oposición a Morena y al presidente Andrés Manuel López Obrador expresa una profunda preocupación porque no aparece en el horizonte un candidato viable para enfrentarlos en 2024. Hasta ahora, quien parece tener más méritos y carisma es Enrique de la Madrid, pero tampoco entusiasma gran cosa. Hay otros tiradores, como Beatriz Paredes o el mismo cerillo Ricardo Anaya o hasta el joven Colosio, pero no prenden. Hay más atención puesta en las “corcholatas”, como se ha bautizado a los aspirantes de Morena a la candidatura presidencial.

Como será predecible, las corcholatas están encerrados en una lucha sin cuartel al interior de su partido que, después de todo, es una consecuencia de la ruptura del PRD instigada por López Obrador. Están acostumbrados, pues, a hacerse garras entre ellos. El viejo sistema de tribus, donde encontraron acomodo los Bejaranos, los Batres, las Padiernas y demás bichos, venden caro su amor para entregar su apoyo al potencial candidato.

Y claro, en Morena, todos tienen sus tropas. Pero lo cierto es que la situación en que se encuentra la búsqueda de un candidato, es sospechosamente parecida a la que padece la oposición. Ninguno prende.

La primera aspirante es Claudia Sheinbaum, actual jefa de gobierno en CDMX. La Sra. despierta el mismo entusiasmo que ir al dentista. Tiene absolutamente cero carisma, es menudita, pésima oradora pero tiene, todavía, el apoyo del jefe de jefes, el meritito presidente. López Obrador la considera la persona que mejor podría continuar su supuesto “cambio de régimen”. El problema es que no parece tener muchas posibilidades de ganar una elección nacional. Ha invertido cientos de millones de pesos en tratar de mejorar su imagen, pero siempre se le atraviesa la canija realidad. Insiste en ignorar su responsabilidad por la línea 12 del metro, y decidió proteger hasta el final a la tal Florencia Serranía, directora del metro en ese momento, para que evadiera las consecuencias de las vidas perdidas por su negligencia. Ese es solo uno de los muchos incidentes que han manchado su gestión. Tiene a los habitantes de CDMX furiosos, por el descarado uso partidario de atribuciones.

El principal obstáculo para su candidatura es el hecho de que perdió las intermedias en CDMX. Después de casi 30 años de dominio en la capital, la combinación de Morena y el PRD perdieron la mayoría de las alcaldías, y eso implica que su principal bastión en una elección nacional no le otorgaría su apoyo. Los otros precandidatos lo saben, y huelen la sangre en el agua.

Antes de empezar la administración, uno hubiera pensado que Marcelo Ebrard, el secretario de relaciones exteriores, podría ser el candidato más digerible para la oposición, puesto que es el menos radical de las tribus. Pero su lamentable actuación al frente de la diplomacia mexicana, es cosa de todos los días, y hasta de burla internacional. Solo en la última semana, causó malestar la selfie que publicó en redes, tomándose una foto en los funerales de la Reina Isabel II de Gran Bretaña. No fue de mal gusto. Fue lo que sigue.

Luego, lo mandaron a Nueva York a la Asamblea General de Naciones Unidas, a presentar el ridículo plan de paz para Ucrania que diseñó (es un decir) el presidente López Obrador. Empezó por subir otra

selfie, tomada bajo la lluvia, y protegido por un paraguas que lo hacía parecer el tío de Mary Poppins. Presentó el plan, se rieron de él y del plan, y luego nuestro canciller tuvo la audacia de sostener una reunión bilateral con Sergei Lavrov, el canciller ruso, cuyo rostro en la ya inevitable selfie que nos mandó Marcelo, muestra su total aburrimiento. Perdió su tiempo.

Luego está Adán Augusto, el secretario de gobernación. Fue una verdadera vergüenza ver como se instaló en un hotel cercano al Senado de la República, y citar a senadores de oposición con objeto de convencerlos o comprarlos o amenazarlos de que apoyaran la militarización de México. No pudo. El Senado rechazó la iniciativa. Si no puede convencer a un puñado de senadores es porque no tenía argumentos, no le alcanzaron las amenazas, y el precio del voto resultó demasiado. Un tipo así, no puede ganar una elección nacional.

La oposición no puede dormirse. Las encuestas aún no lo reflejan, pero hay un gran descontento con el gobierno. Hasta el momento, sus resultados son una desgracia. The Lancet, la más respetada publicación sobre temas de salud en el mundo, puso a México en último lugar de la lucha contra el COVID, con más de 5 mil muertes por cada millón de habitantes, la peor cifra de todos los países. La seguridad sigue siendo un desastre, por más que el oficialismo trate de maquillar cifras, la educación, otro tanto, el crecimiento económico, por los suelos. Nada, pero nada les ha salido bien. Su arrogancia e ineptitud nos tiene hundidos a todos.

Sé que falta mucho, pero ya no tanto. La única opción que tiene México y sus ciudadanos es que en 2024 haya una elección libre y limpia. Si el INE desaparece, también desaparece esa opción. Lo del rechazo a la militarización fue un buen ensayo, pero la prueba de fuego vendrá cuando López Obrador presente y trate de aprobar su reforma electoral, para asumir el control total, y eliminar así la posibilidad de alternancia. No lo permitamos.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

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