OPINIÓN

“Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante”: George Orwell.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

SEGUNDA PARTE

Pocas semanas atrás abordamos el “datismo”, como una religión nueva o alternativa a las tradicionales, como una alternativa más a los cambios en la sociedad que plantea la revolución científica que se inició en el Valle del Silicio en Occidente y en Oriente en centros similares, que están en lucha por imponerse como requisito para compartir o asumir la hegemonía global del sistema.

Sin embargo, la pregunta sobre las nuevas religiones va más allá de éstas, porque el datismo es una rama del control general del humano, la sociedad y los recursos existentes y no un fenómeno aislado de carácter espiritual.

En las últimas décadas se plantean nuevas religiones, incluido la cientología, que pueden ser funcionales al sistema, pero no representan la esencia de transformaciones que ha sido definida como la economía de los datos o economía de la vida, ya que ésta es operada desde el sistema capitalista como parte de la construcción de una nueva realidad.

Este potencial aumento de ofertas religiosas coincide con la idea ya trabajada anteriormente de que la religión y la ciencia son grandes ordenadores sociales y, por ello, en este momento de crisis profunda del modelo, estas nuevas respuestas intentan plantear nuevas alternativas, y que mejor que una que nace de los elementos que le dan vida a esta nueva forma de sociedad, la digital, y que son los datos generados por el hombre.

El funeral del Papa Emérito responde en algo las dudas, ya que son protocolos de siglos atrás los que se aplican, enmarcados en una micro sociedad milenaria, que sobrevive en pocos kilómetros, en medio de edificios y aún mantiene poder a nivel mundial, donde la tradición se confunde con el orden y la verdad con la fe, como un todo indisoluble, en el cual está sentado la fortaleza y el poder.

Los datistas plantean como la “gran revelación” que, con los datos liberados, la capacidad de mezclar y crear nuevas combinaciones los llevaría a que éstos desencadenen el progreso del sujeto.

Un ejemplo, si una persona desbloquea su ubicación en su celular, puede recibir información sobre el tránsito vehicular en tiempo real; si libera información sobre lo que le gustaría comer, en el mapa aparecerán miles de restaurantes o cafés de su preferencia, es esto ¿libertad o saturación de opciones de consumo?, se ha simplificado tanto el humano que lo han regresado al hombre consumidor.

La calidad de vida mejora debido a empresas que usan estos datos para facilitar nuestra vida, como es el caso de Google Maps, quienes actualizan la información en sus servidores para redirigir a los conductores a calles menos congestionadas o ayudarlos a evitar accidentes. Lo cual nos lleva nuevamente al mismo callejón, ¿mejora la comunicación o transporte para poder auto explotarnos más o para ser mejores?

Miles de personas confían en estos algoritmos, por eso les brindan sus datos personales y siguen las indicaciones que ven en el GPS, creen en la calidad de éstos, pero son tan efímeros como la coyuntura en la que emergen, salvo que se lo quiera considerar como “el ángel de la guarda” del conductor; antes era San Cristóbal….

Hoy el ser humano está alterado por el exceso de información y por vivir en tiempo real una profunda transformación, que en algunos casos lo lleva a pensar en Dios y la religión, lo cual se profundiza, cuando la biotecnología, la nanotecnología y la inteligencia artificial están a punto de crear el homo deus inmortal, lo cual comenzó con las semillas, pasó a los animales, como “Dolly”, y hoy está en el hombre.

Esta situación se da en medio de la emergencia de nuevas asociaciones religiosas, instituciones y centros de investigación reconfigurando las ideas religiosas, forjando nuevas deidades o nociones en torno a Dios a partir de los avances de la ciencia y la tecnología.

Hay quienes definen este fenómeno, que no es casual que tenga como epicentro a Estados Unidos, con una sociedad en crisis luego de los “años de oro” que siguieron a la segunda postguerra, enmarcado en una caída en la credibilidad de una hegemonía que va camino al natural ocaso tras siete décadas de reinado.

El fenómeno de emergencia de nuevas religiones tiene varios frentes muy diferentes, que enmarcados en las grandes transformaciones tecnológicas se lo define generalmente como “las tecno religiones”, y para las grandes mayorías manipuladas por los multimedios, se crean nuevos santos en el deporte, en la música, en el cine y muchos más que terminan el proceso de alienación iniciado por la saturación de información mayoritariamente falsa.

Pero el discurso en torno a una nueva fe sobre el poder omnipotente de la tecnología y la inteligencia artificial, como la cúspide de la revolución tecnológica, lleva a muchos ciudadanos a creer que ésta logrará el “milagro” de conseguir extirpar la finitud, el sufrimiento y todo el mal que hay en la condición humana, construyendo el paraíso en la tierra, como lo afirma Francesc Torralba, director de la cátedra Ethos de la Universitat Ramón Llull (URL).

Esto explica que “es una utopía que está emergiendo con fuerza en los países más desarrollados, empezando por Estados Unidos y Japón y que combina intelectuales y científicos de renombre con instituciones financiadas por las grandes corporaciones tecnológicas privadas desde Google a Tesla o las públicas como la Nasa, de modo que están logrando una irradiación ideológica muy relevante y sumando a personas ilusionadas con ese paraíso”.

Anthony Levandowski, ex ingeniero de Google y de Uber, ha fundado una nueva religión, Way of the Future, que define como una iglesia centrada en alabar los robots y la inteligencia artificial (IA) en su papel de futura especie dominante del planeta, adelantándose unas pocas décadas al logro de la Inteligencia artificial de mayor nivel que permitiría la “singularidad tecnológica” que es la cumbre de la IA, la explosión de inteligencia resultante dará lugar a máquinas cada vez más autónomas y precisas que podrán generar grandes beneficios a la humanidad a través de sistemas de salud más eficientes.

 En los documentos fundacionales se establece que esta iglesia enfocará sus actividades a “la realización, aceptación y adoración de una deidad basada en IA y desarrollada a través de hardware y software”. Su idea es promover la investigación sobre IA al tiempo que se “evangeliza” para ayudar a entender la inevitable ascensión de la deidad-máquina sobre la inteligencia humana.

Otro movimiento importante de esta época es la Fundación Movimiento Terasem que promueven la idea de que “Dios es tecnológico”. Se trata de una fundación privada creada por la empresaria Martine Rothblatt, cuya doctrina es que la muerte es opcional porque se puede crear un “análogo consciente” de una persona combinando un archivo de su mente – emociones, experiencias, sentimientos, características espirituales… –  con futuros softwares de conciencia que podrán descargarse en un cuerpo biológico – criogenizado o en uno nanotecnológico para proporcionarle experiencias de vida comparables a las de un humano nacido de modo convencional.

Julian Savulescu, experto en ética práctica de la Universidad de Oxford, es el representante de lo que algunos denominan la bioética desafiante, en la que sostiene que el hombre se encamina hacia el rol de Dios porque el potencial de crear vida artificialmente es real, y defiende aplicar todos los avances científicos posibles con una ética desligada de presupuestos religiosos y metafísicos. Entre sus tesis destaca el Principio de beneficencia procreativa, la “obligación moral” de mejorar genéticamente a los hijos tanto en temas de salud como de capacidades cognitivas y afectivas.

El movimiento trans humanista es una filosofía que confía en el poder transformador de la tecnología para resolver el sufrimiento de las personas. Agrupa diversas corrientes, muchas de las cuales son una verdadera ideología moral que trata de dar respuestas a cuestiones existenciales desde un punto de vista religioso. Existen asociaciones trans humanistas cristianas – como la del pastor Christopher Benek o la iglesia virtual de Giulio Prisco – que defienden que las nuevas formas de vida como los robots o incluso los extraterrestres también necesitan salvación porque serán capaces de pecar, así que apuestan por evangelizarlos. Benek propone comenzar por asesorar a quienes han de desarrollar la tecnología para que la hagan virtuosa. Los trans humanistas cristianos también abogan por usar la ciencia “para renovar la creación de Dios, incluida la humanidad”.

Alexander Bard, músico, actor y socio tecnólogo sueco, cree que en un mundo regido por la ciencia y la tecnología las religiones tradicionales han expirado, pero se necesita un nuevo credo. Y propone el sinteísmo, una religión que en lugar de creer en un Dios creador del universo y de los seres vivos apuesta porque sean las personas las encargadas de crear a Dios. Bard asegura que si en el cristianismo el Espíritu Santo es la manifestación de Dios cuando los fieles están juntos, internet –con miles de millones de personas conectadas–, es el Espíritu Santo de la sociedad digital, la comunidad de la nueva religión.

Lo que llama la atención es la variedad de movimientos que están emergiendo en el primer mundo, posiblemente fruto de la convivencia con las nuevas tecnologías y el vacío interior que deriva de una sociedad individualista como la que tenemos. Lo cual ratifica algo que inicialmente hemos planteado, que hay necesidades de ordenar la sociedad, ya sea a partir de Dios o nuevos dioses como la tecnología, y es aquí donde se encuentra la religión con las nuevas tecnologías.

This div height required for enabling the sticky sidebar