Las marchas

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

Parte importante de la decisión familiar de dejar CDMX y mudarnos a la zona de Vallarta, fue el hastío y la impotencia que generaban las interminables y frecuentes manifestaciones y plantones que ahogan a diario a la capital. Pero nada, resulta que ya me aplicaron la “ley del plantón”, y el lunes los transportistas “subrogados”, (así se dicen ellos) decidieron parar Vallarta, y bloquearon la Av. Medina Ascencio. De repente, me sentí de vuelta en la capital.

El asunto trajo las consecuencias ya conocidas: retrasos de dos y tres horas, en trayectos que deben tomar 15 minutos, enojo de los automovilistas que en un caso, provocaron la embestida de un vehículo contra los manifestantes, pero que afortunadamente solo produjo golpes; aunque, claro, con sus inseparables compañeras, la rabia, la impotencia y la desesperación.

Entiendo, además, que los transportistas no tienen argumentos jurídicos válidos para justificar su protesta, y tal vez por eso decidieron radicalizar sus métodos.

La fórmula no es nueva, ni novedosa. Para justificar una acción como la que vimos el lunes, tendría que haber una injusticia flagrante de por medio, y una negativa al diálogo para dar con una solución a la querella. Esas condiciones no están dadas, y el bloqueo a la principal arteria de comunicación vial de Vallarta es un acto delictivo que habría que sancionar vigorosamente.

Me pongo en los zapatos de algunos de los miles de turistas que nos visitan en los cruceros; les dan seis horas para conocer la ciudad, comprar algún recuerdo, tal vez probar la cocina local, y de vuelta a su gigantesca ciudad flotante. Pero resulta que los pescó la protesta, y se quedaron atrapados en el taxi 3 horas, con el inminente peligro de perder la salida del yate. Esos turistas no vuelven.

Y, por supuesto, está el costo a la economía local. ¿Cuántos negocios dejaron de hacerse, cuántas compras se cancelaron, cuántas citas se perdieron? Todo ello, cuesta, y quienes cargan con las pérdidas, son los ciudadanos, no las autoridades a quienes pretenden afectar.

No sé si fue por la cercanía del cambio de gobierno municipal, pero no hubo una reacción adecuada ante la emergencia. La policía se la pasó, como el chinito, “nomás milando”, como decía la abuela. Ahora que hoy, como dice el profe Michel, “abro el changarro”, debe establecerse una política coherente y clara, con sus protocolos correspondientes, para que la policía pueda, en caso necesario, usar la fuerza para reabrir vialidades. Así ocurre en Londres, París o Miami. Solo CDMX permite vandalismo puro en sus manifestaciones, bajo el dudoso concepto de que el gobierno no es “represor”. Tal vez no lo es, pero la policía capitalina ha perdido, por esta, y muchas otras causas, el respeto de los ciudadanos.

Una manifestación, o peor aún, un plantón, dan una imagen de caos y desgobierno. Gran parte del atractivo de Vallarta y Bahía de Banderas reside en la confianza de que la zona es segura. Esa imagen es la que genera el turismo, sostén de la economía local. Es una joya que tenemos que cuidar. No olviden que, en lo que resta del sexenio obradorista, difícilmente veremos un centavo de inversión federal para impulsar el turismo. Por ello, debemos trazar metas alcanzables. Si no podemos fortalecer la imagen de nuestra zona con la inversión publicitaria de antes, sí podemos hacer hasta lo imposible para no deteriorarla. Entre todos.

Espero que el profe Michel tome en serio esta situación, y difunda, en breve, los protocolos a seguir para la próxima. Y habrá otra, porque mientras no se entienda que el gobierno aplicará la ley, no se cansarán de romperla. Ya me conozco la fórmula. La padecí durante años. Ni siquiera recuerdo el número de veces que los estudios de Televisa en CDMX fueron cercados por diversas protestas, y no permitían que nadie entrara o saliera del edificio. Insistían en tener acceso a la televisión para difundir sus agravios. Televisa nunca accedió. Hubo plantones, especialmente de los sindicatos magisteriales, que duraron días. Pero Emilio Azcárraga Milmo sabía que cediendo una vez, los tendríamos de vuelta “ad nauseam”. Nunca se les dio voz. No son maneras, oigan.

Las marchas son un derecho constitucional, y se pueden hacer bien. Tuvieron que ser las mujeres, quienes el martes, se unieron al Día la Acción Global por el Acceso a un Aborto Legal, Seguro y Gratuito, para enseñarnos cómo. Empezaron su marcha en el Parque de las Mujeres, y se fueron hasta el malecón, pero al pasar por la Av. Medina Ascencio, usaron los carriles laterales, para permitir que continuara el flujo vehicular.

Se los dice un chilango refugiado: las manifestaciones como la del lunes de los transportistas, hacen a una ciudad punto menos que inhabitable. No lo permitamos.

¡Hasta el lunes, Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.