Las nuevas guerras del período de la decadencia

LA MIRADA INCÓMODA

“La guerra no es un fenómeno independiente, sino la continuación de la política por diferentes medios”: Carl P. G. von Clausewitz.

Por Alfredo César Dachary - cesaralfredo552@gmail.com

Hace pocos meses el gobierno demócrata de Estados Unidos inició una lucha en varios frentes usando, como ha sido históricamente una constante, a sus “aliados colchón”, para evitar una guerra en su territorio, una estrategia que pone en evidencia la impotencia del gobierno para enfrentar la decadencia que se viene dando desde hace varios años.

La primera estrategia desarrollada fue contra su principal contrincante en la lucha de la hegemonía en el sistema, la cual arrancó de una forma poco “diplomática” con una propuesta que implicaba el desprecio a los aliados europeos al integrar a Gran Bretaña, ya fuera de la Unión Europea, junto a Australia y Japón en una alianza básicamente de fuerzas navales para cercar e imposibilitar el comercio dominado por China, poniendo en evidencia una vez más que la democracia es solo una pantalla, ya que ellos usan solo agresión y luego castigo, como cuando se entrenan animales.

La alianza a la que se ha denominado, por sus siglas en inglés como AUKUS, tiene como único objetivo preciso el de tener cercados a China en plena expansión, y despreciando a Francia y Alemania, que no fueron invitados, e incluso haciendo suspender una mega compra de submarinos en Francia, por una oferta de submarinos nucleares fabricados por Estados Unidos, presumiblemente con mejores facilidades que las que habían ofrecido los franceses, lo cual es una estrategia muy criticada entre “aliados”, además de generarle a Francia un duro golpe en su economía con la anulación de esa venta.

Esta situación duró muy poco y, en el mes de enero 2022 con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Biden abre un segundo frente, con movimiento efectivo de guerra, que si llegaran a estallar desaparecería primero Rusia y Europa, y si sigue se sabe que no habrá ganadores y perdedores.

Cualquier analista con información básica sabe que el posible ataque a Ucrania, es un movimiento imaginario como los que planteaba Trump, que generan tres grandes consecuencias:

  • Los movimientos militares y reforzamiento de las bases en el mundo, reducen al mínimo la posibilidad de inversión necesaria en Estados Unidos para recuperar el tiempo perdido, por ello el gobierno debe elegir entre amenazas y zafarranchos militares o enfrentar la gran crisis de infraestructura y el proceso acelerado de desvalorización de moneda, que es su fortaleza y a la vez, la mayor debilidad, fruto de una deuda externa casi impagable y de emisión de moneda de forma incontrolada.
  • El reactivar la OTAN tiene por objetivo distribuir el gasto militar en esa vasta región de Europa occidental y el de comprometer a los socios europeos, que terminan endeudados con Estados Unidos por el “suministro” de armas, aviones y barcos de guerra, además de asumir la responsabilidad de estar al frente de la misma.
  • Estados Unidos no tiene otra estrategia porque desde que comenzó a integrarse al mundo, lo hizo con guerras, la del exterminio de los pueblos originarios, “la conquista del oeste”, la gran expoliación territorial al México emergente, invasiones a Cuba, Puerto Rico, Filipinas y así no ha cambiado hasta hoy, donde todo se define militarmente, aunque las últimas guerras no ha podido ganar, desde Vietnam y Corea a Afganistán, Irak e Irán y el abortar el proceso de destrucción de Siria como estado soberano, por la presión militar rusa.

Buscando entre los trabajos pioneros del nacimiento de la era del imperio moderno, que se da en las últimas tres décadas del siglo XIX, hemos encontrado la definición más clara y precisa, emitida por uno de los grandes autores de la primera etapa de la sociología, Max Weber.

La explicación de este sociólogo, se da en el marco de la última ocupación, colonización y sometimiento del continente africano, incluido sus islas, por la Europa desesperada por expandir mercados a incrementar sus fuentes de abastecimiento de materias primas, hablamos de la tristemente célebre Conferencia de Berlín 1884-1885.

Hobsbawm, que también ve ese descomunal movimiento colonialista como una potencial tragedia mundial, ya que se anticipa y lo define: “la expresión más espectacular de la progresiva división del globo en fuertes y débiles, (avanzados y atrasados), que abarcó una cuarta parte del planeta...”

En ese escenario la reflexión de Max Weber se adelantó en el tiempo y estaría siendo vigente hasta la actualidad. “Sólo la confusión política total y el optimismo ingenuo pueden impedir el reconocimiento de que los esfuerzos inevitables para alcanzar la expansión comercial por parte de todas las naciones civilizadas burguesas, tras un período de transición de aparente competencia pacífica, se aproxima al punto en que solo el poder decidirá la participación de cada nación en el control económico de la tierra, y por tanto la esfera de acción de su pueblo, y especialmente, el potencial de ganancia de sus trabajadores”.

Por ello, hemos tomado como referente la frase que encabeza esta columna, “La guerra no es un fenómeno independiente, sino la continuación de la política por diferentes medios”. Carl P. G. von Clausewitz, militar e historiador prusiano de gran predicamento en su época y hasta la actualidad, ya que la guerra ha sido una constante en mundo y un estado permanente en los últimos dos siglos desde la consolidación del capitalismo como sistema mundial.

Con esta cita clara y precisa, se cae la máscara que pretendió imponer occidente, de la democracia y libertad, que en el siglo XX fue humillada y ocultada por los diferentes fascismos y extremismos a que llevó el siglo de la descolonización global, con el nacimiento de más de ciento cincuenta países, ex colonias, y grandes enfrentamientos con sus metrópolis, como fue el caso de la independencia de Argelia que se pagó con más de un millón de víctimas.

Por ello, hoy no sorprende el planteamiento de guerra que quiere imponer Biden ante la impotencia por levantar no solo la economía sino la hegemonía de Estados Unidos, cada vez más cuestionada en un mundo en plena transformación y donde los orientales denigrados u ocultados actualmente tienen la vanguardia desde China, Japón, Corea del Sur, Singapur y la propia Rusia oriental, que aloja a Siberia, hoy un mundo del futuro ante los impactos del cambio climático global.

A los pocos días de asumir la presidencia, Biden recibió un documento elaborado en el 2019 por la RAND Corporation, donde se plantean las diferentes opciones para enfrentar a Rusia y poder debilitarla, ya que en la competencia comercial les es difícil poder hacerlo, algo que ya han experimentado sin éxito con los chinos.

Todas las opciones de acciones que propone la RAND son guerreristas y comienza por armar a Ucrania; ‎aumentar el apoyo a los yihadistas en Siria, promover un cambio de régimen en Bielorrusia, ‎explotar las tensiones en el sur del Cáucaso, reducir la influencia de Rusia en Asia central, ‎rivalizar con la presencia rusa en Transnistria, además de desestabilizar a Kazajstán. Todos estos planes de provocaciones para desestabilizar a Rusia se han dado sin el resultado esperado, salvo el desarrollo del enfrentamiento con Ucrania.

El más violento se inició el 2 de enero de 2022 con una serie de protestas contra el aumento de los precios del gas natural licuado en un 13% y dio paso a hechos de violencia. Grupos coordinados entre sí atacaron edificios públicos y comercios locales, francotiradores posicionados en lugares elevados dispararon al mismo tiempo sobre policías y manifestantes, armerías del ejército fueron atacadas y el armamento así obtenido se distribuyó entre los asaltantes.

La operación estuvo en manos de yihadistas extranjeros que participaron en la guerra contra Siria y de ‎colaboradores afganos de la CIA. Los grupos dirigidos por esos elementos se componían de ‎islamistas kazajos. ‎

Los informes de los órganos de seguridad kazajos estiman la cantidad total de amotinados en 20,000, entre yihadistas y provocadores extranjeros e islamistas locales.

Kazajistán reconoce y respeta todas las religiones y sólo prohíbe el islam político, vinculado a los yihadistas y demás grupos islámicos militarizados.

La Hermandad Musulmana y el Partido de la Liberación se han desarrollado en toda Asia central, con ayuda del MI6 británico, para poder contrarrestar su desestabilización la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que fue creada y promovida por China para combatir el separatismo fomentado a través del islam político, especialmente en esta región de gran importancia geopolítica considerando desde la perspectiva de la Teoría del Heartland, zona que abarca la Ruta de la Seda.

El gobierno kazajo comunicó al Kremlin los elementos que había reunido ‎sobre el complot iniciado contra Kazajistán y solicitó la ayuda de la Organización del Tratado de ‎Seguridad Colectiva (OTSC) para luchar contra los yihadistas, y el presidente Tokayev dio ‎sin demora a sus fuerzas de seguridad la orden de disparar a matar sobre los yihadistas que ‎se crucen en su camino. ‎

Rusia respondió de inmediato con el despliegue de 2,500 soldados de Armenia, Bielorrusia, Rusia y Tayikistán bajo las órdenes del general Andrei Seryukov, comandante en jefe de las fuerzas paracaidistas de la Federación Rusa. La República Popular China anunció que está dispuesta a participar si su ayuda fuese necesaria, a la vez que Turquía expresó su respaldo al presidente Tokayev, dando a entender así que no está implicada en el complot islamista, al igual que Afganistán, lo cual resulta menos sorprendente si tenemos en cuenta que en la operación contra Kazajistán participan colaboradores afganos de la CIA que huyeron de Afganistán cuando los talibanes llegaron al poder.

Este es el comienzo de esta estrategia que seguirá escalando acorde los intereses de Estados Unidos, y la superación de los grandes problemas interiores, que muestra una seria descomposición de la mal llamada “primera democracia”.