Las porquerizas de los jueces

DESDE LA GUERRA

Por el Dr. en derecho Michelangello Fanscini

En los chiqueros de los millonarios, los cerdos se alimentan, se alimentan con comidas gourmet, apagan su sed con champaña y les pulen sus pezuñas. Amén de que sus togas y birretes son de la más preciada seda.

Sus hijos asisten a las más caras escuelas, tienen choferes, mansiones, en fin, una vida de lujoso placer de tal manera que u trabajador podría hacer ni en millón de años de trabajo.

Lo curioso del caso es que esa vida tan excelsa es mantenida por esos mismos trabajadores a cambio de que les impartan justicia; una justicia que nunca será para ellos sino a favor de los jueces. 

Durante decenios hablar de ello fue un tema tabú cuya violación era pagada con prisión porque lo que decían esos cerdos era la verdad absoluta.

Así mantuvieron a un pueblo en la miseria y en la opresión con sus verdades absolutas mientras asistían a las mesas del rey epulón a la par que el pueblo se congregaba para comer sus sobras que con desdeño les arrojaban.

HASTA QUE UN DÍA

Apareció alguien con más poder que los togados y entendió el gran cáncer que dañaba tanto al tejido social.

Entre alaridos de rabia y rasgaduras de vestimentas los éstos vieron que la justicia que les permitía ser cada vez más ricos y a los pobres en miserables; hicieron todo posible para impedirlo.

LA SOLUCIÓN

Fue revolucionaria, pues ahora sería el pueblo el que elegiría a los cerdos.

En verdad os lo digo.