Lengüeje

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

Nací en 1951, así que soy parte de la generación llamada “baby boomers”. Cuando terminó la II Guerra Mundial, miles y miles de soldados, especialmente de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, regresaron a sus casas después de estar durante meses en los teatros de Europa y del Pacífico, (que no pacificó a nadie). Llegaron, digamos, hambrientos de cariño, y hubo una ola enorme de nacimientos y matrimonios; muchos que habían sido pospuestos por la guerra.

Mi padre, veterano de la US Air Force, fue piloto bombardero en la campaña sobre Italia, y voló docenas de misiones. Sobrevivió, y al salir de su compromiso patriótico, (nació en Texas) volvió a México donde vivía su familia, conoció a mi madre, y aquí me tienen. “Baby Boomer” quiere decir, literalmente, auge de bebés, y las cifras dicen que esos años, nuestra especie se reprodujo como conejos en Australia.

Esos “baby boomers”, luego se convirtieron en la generación de los hippies, del amor libre, del “sex, drugs and rock and roll”; pero también de las protestas políticas, de las manifestaciones del verano del ’68 en París y en Tlatelolco. Nuestra música, (Beatles, Rolling Stones, y muchos otros) nuestra literatura (García Márquez, Cortázar, por ejemplo) y nuestras nuevas formas, revolucionaron al mundo.

Si de algo nos quejábamos entonces era de la incomprensión de nuestros padres, y avanzamos descalificando a priori lo que nos precedió, seguros de que lo sabíamos todo. ¿Les suena familiar?

La brecha generacional sigue intacta. De los “baby boomers”, pasamos a los X, ahora a los millenials, y después vienen los Z.

Todas las generaciones tienen cosas buenas y malas. Describí líneas arriba, los avances de los “baby boomers”, y ni siquiera mencioné la llegada del hombre a la luna, pero también hicimos cosas malas. Tal vez la peor, fue incorporar el uso de las drogas para hacerlo socialmente aceptable. Hicimos un pésimo trabajo de cuidar al planeta. Derrochamos agua, petróleo, podamos selvas, cazamos y pescamos especies hasta su extinción.

Debe haber contemporáneos míos que se hayan adaptado mejor a los cambios que han traído los millenials, pero a mí me cuesta un trabajo endemoniado. Entiendo que mis hijos sean mucho mejores para navegar el mundo cibernético que yo. Ellos crecieron con las computadoras. Yo ya tenía más de 40 años cuando tuve mi primer celular, y me resistí a ello, pero me obligó el trabajo.

Hay cosas, sin embargo, con las que no puedo. Supongo que todo se puede considerar como parte de la “corrección política”, pero creo que está haciendo un daño tremendo.

En especial, me quiero referir al terrible virus que ataca a nuestra gramática y redacción, y que llaman “lenguaje inclusivo”. Es una aberración peligrosa. Las deformaciones que causa en la comunicación verbal y escrita tendrán consecuencias. Sé que el lenguaje está vivo, y va cambiando con los tiempos, pero esto atenta contra las raíces mismas del castellano, en nuestro caso, y asumo que ocurre así con todas las lenguas.

¿Se acuerdan cuando en la secundaria hablábamos en código “F”? “Yofo tefengofo firfifo” Yo tengo frío. Pues así andamos ahora. Basta ver algunas redacciones en Twitter para apreciar el problema. Escribir y decir “les muchaches”, es una barbaridad incalificable. En mil años de hablar español, nadie se había ofendido por asuntos de género en el lenguaje. Pero ahora, los “correctitos” sufren y hasta lloran por el uso adecuado del lenguaje. Según ellos, ya no se puede hablar de “individuos”, porque tiene una connotación machista. Debe ser “individues”. Por favor. Cervantes debe azotarse en su tumba todos los días.

Ya teníamos más que suficiente desde que Vicente Fox puso de moda “las y los ciudadanos”, “las y los diputados”. Ni eso les cuadró a las militantes feministas. Tiene que ser “ciudadanes y diputades”. Y quien no se apegue a sus deseos, será señalado como misógino sin remedio.

Está bien. No soy nadie para negar el derecho de opinar distinto, pero sería más benéfico centrarnos en asuntos que sean realmente importantes, en vez de perder el tiempo en nimiedades. Como dicen en inglés, “if it ain’t broke, don’t fix it.” Traducción: si no está roto, no lo compongas.

El castellano no está roto. Sigue siendo de las lenguas más ricas y habladas en el planeta. Déjenlo en paz. No necesita de sus falsas controversias. Necesita aprenderse, leerse y usarse correctamente.

Espero sus opiniones en el correo electrónico que aparece arriba. ¡Hasta el lunes, Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.