“Lidia”, “Norma” y “Otis”… una pesadilla en el Pacífico

EDITORIAL

Hace poco más de dos semanas el huracán “Lidia” nos dio una gran lección del respeto que le debemos de tener a los fenómenos naturales. Los daños y las afectaciones –calificadas como menores por las autoridades- nos enseñaron lo vulnerables que somos ante los embates de los ciclones tropicales en el Pacífico mexicano.

Sentir la fuerza de los vientos huracanados de Lidia y la abundante lluvia que empeoró el escenario durante la noche sin energía eléctrica fue una experiencia que jamás habíamos tenido en esta región de la bahía de Banderas.

Al final del paso de Lidia por la costa norte de Jalisco vino el recuento de los daños y las afectaciones, se reportaron árboles caídos, postes de luz, telefonía y televisión de cable derribados, semáforos inservibles, paneles, anuncios, láminas, tejas, mallas y cercas en el suelo, entre algunas cosas más.

Habernos quedado sin agua, luz, telefonía e internet durante varios días formó parte de la pesadilla que nunca esperamos tener y muchos menos sufrir en carne propia. Fueron horas y días de angustia, estrés y desesperación para muchos habitantes y turistas en aquellos momentos aciagos.

Aún quedan rastros en varias zonas de la ciudad con árboles caídos, troncos y ramas que se han secado, semáforos que siguen sin funcionar o que de plano se cayeron y no han sido repuestos. El personal de Telmex, Izzi y Total Play sigue trabajando para restablecer sus servicios al 100 por ciento.

Todo lo anterior es un somero panorama de la situación vivida en Puerto Vallarta, tras los efectos del huracán Lidia que tocó tierra a aproximadamente 60 kilómetros de este destino turístico. Ojalá que hayamos aprendido la lección para prevenir como familia y como comunidad este tipo de desastres, para no exponernos al riesgo que significan los efectos de un huracán, pero sobre todo para que nuestras autoridades se preocupen más por contar con un verdadero plan de acción y respuesta más efectivos ante este tipo de desastres naturales que trastocan la vida cotidiana de la gente y las empresas.

Por otra parte, lo visto esta semana en Acapulco con el paso del huracán “Otis” es un llamado de atención mucho más fuerte para todos. Aquello es una verdadera desgracia para empresarios y habitantes, para el destino turístico guerrerense en general.

La devastación vista en Acapulco es impresionante. Es posiblemente 20 o 30 veces más grave de lo que vivimos en esta región de la bahía de Banderas y eso ya es decir.

¿Somos afortunados? Quizá, pero debemos insistir en prepararnos mejor para afrontar los desastres naturales. Ahora ya sabemos lo que se siente, pero nos vamos a quedar cortos comparados con Acapulco, en donde el colapso en todos los renglones es mayúsculo.

Hoy más que nunca nuestra gente nos necesita, lo mismo en Tomatlán y Cabo Corrientes que en comunidades del sur de Puerto Vallarta y Acapulco. Estamos obligados a colaborar, a ayudar y paliar un poco el dolor y el sufrimiento de mucha gente. Urge la donación de víveres, agua, enseres de limpieza e higiene personal, entre otras cosas. Nuestra gente nos necesita y tenemos que solidarizarnos.

Por supuesto que son deleznables las imágenes vistas en Acapulco en cuanto a robos y rapiña por parte de muchas personas que se aprovechan de la desgracia ajena. Ver cómo la gente se lleva televisores, aparatos eléctricos, neumáticos, aceites y tantas cosas más que no son comida es bastante desalentador, es indignante frente a la desgracia que se cierne sobre miles de habitantes que perdieron sus pertenencias.

Ojalá que en Tomatlán, Cabo Corrientes y el sur de Puerto Vallarta los habitantes afectados reciban la ayuda que requieren para salir adelante. Ojalá que en La Paz, Los Cabos y Sinaloa logren superar sin problemas los efectos dañinos del huracán “Norma”. Ojalá que en Acapulco la recuperación sea lo más rápido posible por el bienestar de sus habitantes y sus empresas, por el bienestar de la industria hotelera y turística que genera fuentes de empleo y que contribuyen de una manera muy importante con la economía del estado de Guerrero y del país.

Es de lamentar que los huracanes “Lidia”, “Norma”, “Otis” hayan sido, esta temporada, una verdadera una pesadilla en el Pacífico mexicano.