TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Terminó ayer en la mañana uno de los partidos de tenis más extraordinarios de los últimos tiempos. Esperaba un triunfo del moscovita, pero Nadal acabó con los sueños del ruso.

Siempre es interesante ver nuevas caras surgir en un escenario donde los tres grandes han estado intercambiando trofeos dejando atrás sin esperanza a una generación que jamás pudo sobreponerse a la tripleta Djokovic, Nadal y Federer.

Por allí algunos destellos de Murray, del Potro, Wawrinka, Cilic, Thiem y el propio Medvedev, que confirmaban la excepción a la regla de casi 20 años de reinado de los “BigThree” que tenían nada menos que 60 Gran Slams en su haber.

La batalla por el título del Australian Open empezó la madrugada del domingo hora de México, con un apabullante dominio del ruso, pero en el tercer set se dio eso que se conoce como el “turning point”. El momento en que estás a punto de ganar, pero se da ese instante privilegiado en donde el contendiente se desprende lo que tiene contenido. Se despide de la impotencia y la frustración y empieza un nuevo partido.

De pronto el escenario se ha tornado en una verdadera arena donde dos guerreros rugen ante el palpitar de la bola que viaja del cuadrante derecho a la línea de base izquierda, se presentan todo tipo de genialidades, pases, voleas, dejaditas, tiros con efectos, reveses de extremo a extremo y saques imparables. Ante el estruendo, la emoción y el suspenso de la jugada, salía la garra del toro de Manacor para embestir al iceberg ruso y este replicaba con frialdad, pero ya con algo de desconfianza.

Había leído algo sobre la terapeuta del moscovita, la francesa Francesca Dauzet que decía que lo interesante de Medvedev quien no tenía ni una técnica depurada ni los mejores golpes del circuito, pero tenía éxito porque había logrado llevar sus cualidades a los límites absolutos.

“Lo que caracteriza a un actor, afirmaba la sicoanalista, no es que sea más inteligente ni más interesante, simplemente tienen un campo casi ilimitado de exploración interna”. Es decir, que son personas que buscan crear un orden dentro de caos; porque es este desorden lo que genera una creatividad permanente para poder salir adelante”. “No hay límites, sólo los que nos ponemos nosotros” afirmó Dauzet.

Llegar a estas circunstancias, afirma la francesa, requiere de un conocimiento respetuoso de su sistema interno, aún cuando aparezca alocado, porque es allí donde reside la genialidad como es el caso de Daniil Medvedev. Pero Nadal revivía los mejores momentos de sus glorias pasadas y la victoria era cuestión de resistencia. Aquí había algo más, se jugaba el honor. No sólo había que vencer al contrincante sino a si mismo. Y Nadal lo consiguió después de 5 arduas horas de sudor y lucha.

Si bien Daniil ha obtenido importantes triunfos a pesar de su curioso tenis y ha alcanzado estar en la cima del tenis donde seguramente estará muchos años, se ha enfrentado con una fuerza donde el juego de los límites sobre el que pensó tendría ventaja, le jugó una mala pasada ni aún teniendo dos sets de ventaja y rompimiento de saque para irse arriba en el tercero y definitivo.

En esta increíble gesta el enemigo sacaba su mejor arma secreta. No es el ruso el único pragmático que aplica la teoría del caos para sacar el mejor provecho.

Esta capacidad que no todos los seres humanos tienen, también está presente en un Nadal que ha podido sobreponerse a todas las adversidades. Lo hicieron jugar con la zurda cuando es derecho, su juego es de mucha fortaleza física lo cual ha extenuado su cuerpo.

Ha podido tener un gran control del dolor a pesar de sufrirlo de manera permanente. Ha tenido lesiones que para otros jugadores implicaría el retiro. Sobrepasa la edad promedio de quienes alcanzan las finales de los torneos más importantes del mundo.

Nadal está haciendo historia al ser el primero en alcanzar 21 Grand Slams en el mundo. No solo jugó la fortaleza física y mental del zurdo de Manacor. Hablamos de una fuerza indomable e ilimitada que rompe con lo previsible y hace de este español ser el más grande de la historia.

Nadal no solo inscribe su nombre con letras doradas como el nuevo Atlas del Planeta, también ha elevado los límites de lo posible al infinito.

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