LA MIRADA INCÓMODA

“Veo humanos, pero no veo la humanidad”: El Principito.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Hace unos días escuchaba un informe desde el país más rico del mundo y el estudio que realizaron en las escuelas sobre la alimentación que se les otorgaba antes de la pandemia y que prácticamente ha desaparecido en la actualidad. En el mismo se hablaba de 8 millones de niños que requieran ayuda urgente, la duda saltó de inmediato: si en la riqueza el problema es de esa magnitud ¿cómo será en la periferia del sistema que son ciento cincuenta países?

La respuesta con mayor nivel de credibilidad y, por ende, de base científica y ética nos la dio el último estudio global de la UNICEF del 2019 “Estado Mundial de la Infancia 2019. Niños, alimentos y nutrición: crecer bien en un mundo en transformación”.

Éste es un desgarrador pasaje por el largo camino de nuestras vergüenzas, lo queremos ver o lo negamos como un falso credo, pero es una realidad, que le quita apoyo a la sustentabilidad, porque así está gravemente hipotecado el futuro, más allá del cambio climático y los falsos salvadores del mundo de la tecnología.

Los datos resumidos por este estudio de la UNICEF son claros y precisos, por ello los invito a recorrerlos para poder decir que “no lo sabíamos” y que “aquí no se da” y otras justificaciones que son “lava conciencias”.

Al menos 1 de cada 3 niños menores de 5 años está desnutrido o tiene sobrepeso, y 1 de cada 2 padece hambre oculta, lo que menoscaba la capacidad de millones de niños para crecer y desarrollar su pleno potencial.

A nivel mundial, al menos uno de cada tres niños menores de cinco años no crece de manera adecuada porque sufre una o más de las tres formas más visibles de malnutrición: retraso en el crecimiento, emaciación (adelgazamiento patológico) y sobrepeso. Al menos uno de cada dos niños menores de cinco años en el mundo sufre de hambre oculta, es decir, falta de vitaminas y otros nutrientes esenciales. La malnutrición sigue afectando gravemente a los niños y en 2018, casi 200 millones de niños menores de cinco años sufrían de retraso en el crecimiento o emaciación, mientras que al menos 340 millones sufrían de hambre oculta, mientras que el sobrepeso y la obesidad están en aumento. Entre 2000 y 2016, la proporción de niños con sobrepeso de 5 a 19 años aumentó del 10% a casi el 20%.

El número de niños con retraso en el crecimiento disminuyó en todas las regiones excepto en África, mientras que el número de niños con sobrepeso aumentó en todas las regiones, incluida África. La triple carga de la malnutrición –la desnutrición, el hambre oculta y el sobrepeso– amenaza la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños, los jóvenes, las economías y las naciones.

El retraso en el crecimiento es una señal clara de que los niños en un país no se están desarrollando bien y, a la vez, un síntoma de privaciones pasadas y un predictor de pobreza en el futuro. La emaciación puede ser mortal en los niños, especialmente en sus formas más graves y contrariamente a la creencia popular, la mayoría de los niños con emaciación del mundo viven en Asia y no se encuentran en situaciones de emergencia.

El hambre oculta es perjudicial tanto para los niños como para las mujeres, y en los niños, la carencia de hierro reduce la capacidad de aprendizaje, mientras que, en las mujeres, la anemia por carencia de hierro aumenta el riesgo de muerte durante o poco después del parto. El sobrepeso en los niños puede llevar a la aparición temprana de la diabetes tipo 2, del estigma y de la depresión. La obesidad infantil es también un factor importante en la obesidad adulta, que tiene importantes implicaciones económicas y de salud.

La carga de la malnutrición en todas sus formas recae principalmente en los niños y jóvenes de los estratos más pobres y marginados, perpetuando así el ciclo de la pobreza a través de las generaciones.

La baja calidad de la alimentación de los niños es la principal causa de la triple carga de malnutrición: 2 de cada 3 niños no reciben una alimentación mínimamente diversificada para un crecimiento y un desarrollo saludables. Sólo 2 de cada 5 lactantes menores de seis meses son alimentados exclusivamente con leche materna, como se recomienda. La lactancia materna podría salvar las vidas de 820,000 niños al año en todo el mundo.

El uso de sustitutos de la leche materna es motivo de preocupación. Entre 2008 y 2013, las ventas de fórmula infantil aumentaron en un 41% en todo el mundo y en un 72% en países de ingresos medianos altos como Brasil, China y Turquía. Las dietas deficientes provocan malnutrición en la primera infancia: el 44% de los niños de 6 a 23 meses de edad no consume frutas ni verduras y el 59% no consume huevos, leche, pescado ni carne.

Sólo 1 de cada 5 niños de entre 6 y 23 meses de edad procedentes de los hogares más pobres y de las zonas rurales recibe la dieta mínima recomendada para un crecimiento saludable y el desarrollo adecuado del cerebro. Muchos adolescentes que asisten a la escuela consumen alimentos altamente procesados: el 42% bebe refrescos al menos una vez al día y el 46% consume comida rápida al menos una vez a la semana.

La globalización, la urbanización, las desigualdades, las crisis humanitarias y las perturbaciones climáticas están provocando cambios negativos sin precedentes en la situación nutricional de los niños de todo el mundo. La globalización determina las opciones de alimentos disponibles y las decisiones sobre la comida: el 77% de las ventas de alimentos procesados en todo el mundo están controladas por sólo 100 grandes empresas.

En las ciudades, los niños pobres viven en “desiertos alimentarios”, donde no hay alimentos sanos, o en “pantanos alimentarios”, donde abundan los productos procesados con un alto contenido calórico y bajos en nutrientes, y las familias pobres tienden a seleccionar alimentos de baja calidad que cuestan menos.

Debido a la pobreza y la exclusión, los niños más desfavorecidos son los que corren mayor riesgo de sufrir todas las formas de malnutrición y, si a ello le sumamos las perturbaciones climáticas, la pérdida de biodiversidad y los daños al agua, el aire y el suelo agravan las perspectivas nutricionales de millones de niños y jóvenes, especialmente entre los pobres.

En 2018, UNICEF y sus aliados trataron a más de 3,4 millones de niños con desnutrición grave aguda en situaciones humanitarias, desde Afganistán y Yemen hasta Nigeria y Sudán del Sur. Mejorar la nutrición infantil requiere que los sistemas alimentarios proporcionen alimentos nutritivos, seguros, asequibles y sostenibles para todos los niños.

Millones de niños no comen una cantidad suficiente de los alimentos que necesitan, mientras que millones más consumen en exceso lo que no necesitan: la mala alimentación es ahora el principal factor de riesgo de la carga mundial de morbilidad.

La nutrición infantil debe ocupar un lugar central en los sistemas alimentarios nacionales: satisfacer las necesidades nutricionales específicas de los niños es crucial para lograr el desarrollo sostenible. Se deben establecer incentivos financieros para recompensar a quienes se dedican a mejorar la disponibilidad de alimentos sanos y asequibles en los mercados y otros puntos de venta, especialmente en las comunidades de bajos ingresos.

Todos estos datos extraídos del informe de la UNICEF 2019 y publicados por la ONU, son resúmenes del extenso informe de más de 200 páginas donde se reflejan claramente la globalización y la profunda asimetría social que, a través del modelo neoliberal, ha colocado al mundo al borde de otro colapso, la especie humana, ya que sin niños y niñas no hay futuro y con niños y niñas disminuidos en su capacidad física o mental, estaríamos construyendo un futuro sobre el barro, que cualquier golpe de agua lo borraría.

Ayer nos asombrábamos o aterrorizamos con los informes del cambio climático, hoy con la niñez, antes con la pérdida de la biodiversidad, a la par de la gran contaminación de los océanos, ¿Qué pretendemos como futuro?, cuando el presente ya es una pesadilla, aunque la mayoría de la gente alienada por las redes sociales construyan una realidad más cómoda, pero tan efímera como las propias páginas electrónicas en las que se aloja.

No nos engañemos en pensar en un futuro de robot, sino en un futuro sin niños que heredarán los androides, una naturaleza reconstruida que remplaza a la actual que nos ha cobijado; no le temamos tanto al futuro cuando el problema convive en el presente con nosotros.

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