OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Hace no mucho tiempo, las participaciones de México en distintos foros internacionales eran, si bien discretas, casi siempre positivas. Todos los mexicanos nos esmerábamos en conservar una imagen digna de nuestro país, que durante tantos años fue descrito en el mundo por un hombre bajo un enorme sombrero de charro, durmiendo una siesta. Eso sí, con sus cananas y su pistola, listo para liarse a balazos por cualquier provocación.

México ya había dejado atrás la sangrienta época de la Revolución, y parecía encaminado a integrarse a un grupo de naciones que, con mucho esfuerzo y trabajo, desarrollaban sus economías de manera que el bienestar alcanzara a más gente.

Con todo lo criticable que fueron los gobiernos de Carlos Salinas en adelante, con tropezones, con errores, con falta de empatía y, sobre todo, con incapacidad para mejorar la distribución de la riqueza, México avanzaba, y cada vez había menos pobres, y los índices de mortalidad seguían descendiendo.

Tal vez por la desbordada corrupción en el sexenio de Enrique Peña Nieto, a quien la historia seguramente condenará, los votantes mexicanos olvidaron el camino andado, y dieron un viraje radical al rumbo del país.

Todas las cifras mencionadas líneas arriba, ahora van en descenso, y ninguna mañanera podrá ignorar el rumbo negativo de la administración federal.

Traigo esto a colación, al observar, incrédulo, la participación mexicana en la cumbre sobre cambio climático que se realiza en Glasgow.

Las políticas del gobierno, sobre Pemex, la refinería de Dos Bocas, el uso del carbón, y la generación de energía sucia, van en contra de las políticas ambientales en la materia, no de ahora, de hace 20 años.

El ejemplo más claro es la iniciativa de la reforma (o contrarreforma) eléctrica que el presidente parece empeñado en implantar.

Martha Delgado, subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la SER, dijo que nadie en el mundo se opone a la reforma eléctrica, porque ella está en Glasgow, y no se la han comentado.

Debía preguntarle a su jefe Ebrard que le pase el chisme de lo que dijo Ken Salazar, el embajador de Estados Unidos en México, quien les leyó la cartilla, aunque no lo digan. Esa reforma no pasará. Ni tiene los votos en el Congreso, ni Estados Unidos lo permitirá.

La Sra. Delgado, representando a México, uno de los 20 países que genera más emisiones de gases de efecto invernadero, y cuyo gobierno estimula el crecimiento de esas emisiones, acusa a los países desarrollados de ocasionar “las inundaciones que afectan a los países pobres”, por sus altas emisiones de CO2.

Luego, México, después de vacilaciones, firmó un pacto contra la deforestación. Las dudas mexicanas surgieron porque el programa estrella del gobierno, “Sembrando Vida”, es un desastre que ocasiona más tala ilegal que antes. Los campesinos talan, para poder sembrar árboles nuevos, y cobrar por ello. Todos saben que México no cumplirá el pacto, porque tendría que desaparecer “Sembrando Vida”, y eso no ocurrirá.

Total, que Glasgow es un desastre. A Roma, a la reunión del G20, el presidente López Obrador decidió no asistir. Me parece que, más que sus dificultades con otros idiomas, tal vez carece de argumentos reales con qué defender sus políticas. Sabe que otros jefes de Estado lo cuestionarán.

Y, por supuesto, falta la visita del presidente de México a Nueva York, donde piensa de decir en Naciones Unidas que la principal amenaza a los gobiernos del mundo es la corrupción, al tiempo que Emilio Lozoya, un pillo confeso, ve violados sus derechos a un debido proceso.

No es momento de reciclar a Bartlett, Pío, Irma Eréndira y tantos más que siguen impunes, a pesar de evidente corrupción. Pero que el presidente vaya a Nueva York a adornarse con un discurso totalmente ficticio, obliga al cuestionamiento.

La otra parte de su mensaje será una fórmula aplicable a todos los países del mundo, para acabar con el neoliberalismo, causa y motivo hasta de la pandemia. Creo que aquí habrá un choque de definiciones. No me parece que el presidente entienda bien a bien qué es el neoliberalismo. De ahí, el peligro de que sus palabras resulten incomprensibles, y por ello, motivo de burla. Ojalá alguien cercano le aconseje cómo realmente cuidar la investidura presidencial.

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